El decreto y el PP, crónica de una ingenuidad


MadridLo ocurrido en relación con el decreto ley sobre la actualización de las pensiones y otras medidas sociales revela una ingenuidad manifiesta de Feijóo y el PP. O, al menos, una comprensión deficiente del mapa estratégico de la legislatura. Los populares tienen tantos deseos de recuperar el poder –algo no criticable– que a veces interpretan mal la realidad. Ciertamente, Feijóo cayó en la trampa de creer que Junts castigaría esta vez con dureza al gobierno de Pedro Sánchez. Y no digo que Puigdemont y compañía no tengan motivos para quejarse y que, de vez en cuando, puedan poner las cosas difíciles a los socialistas. Pero hay un interés y una prioridad superior a preservar, y es la de no poner en peligro el curso de la ley de amnistía, que ya tiene suficientes enemigos dispuestos a hacerla descarrilar.
Algún día, el PP y Junts tendrán que volver a entenderse, salvo que una extraña evolución del mapa político español introduzca alteraciones ahora difíciles de pronosticar. Pero ese momento no ha llegado y no parece próximo. Por tanto, el entusiasmo con el que Feijóo se apuntó a la aventura de hacer descarrilar el decreto ómnibus –así llamado por el conjunto de materias diversas que contenía– ha terminado en una gran decepción. El PP pensó que con algo de suerte esta vez la coincidencia con Junts podría no ser meramente casual, sino una oportunidad de ligar de cerca a Sánchez y demostrar de forma más o menos dramática su debilidad. Y a la hora de la verdad se ha encontrado la confirmación de una relación de conveniencia entre socialistas y junteros que de momento no se rompe, sino que sigue indefinidamente, sin un final previsible.
Cuidado con las pensiones
Durante los días de incertidumbre, el pasado fin de semana, cuando no se sabía cómo acabaría este capítulo de la serie, el presidente del gobierno español dijo lo que buscaría bajo las piedras los votos necesarios para conseguir aprobar el decreto. Pero no tuvo que levantar ninguna. El ministro de Presidencia y de Justicia, Félix Bolaños, siempre motivado para abrir todo tipo de conversaciones y negociaciones, tiene ya suficientes horas de vuelo y acuerdos parlamentarios para pensar que esa caja fuerte tampoco se le resistiría. Cuando este hombre escriba sus memorias, tendrá muchas historias que contar. Y en ese caso no lo tenía difícil, porque aparte del error de cálculo sobre lo que haría Junts, el PP tenía el inconveniente de haber escogido un mal terreno de juego.
Los populares, con las pensiones, no pueden bromear. Lo digo porque corren el riesgo de perjudicar gravemente su credibilidad, dados los antecedentes. Durante la última carrera electoral, Feijóo lo pasó mal cuando la periodista de Televisión Española Silvia Intxaurrondo le hizo notar que, a diferencia de lo que decía él, el PP no siempre había aumentado sus pensiones al ritmo del incremento del coste de la vida. El líder popular reaccionó a la corrección enfadándose y seguro que el episodio no le ayudó, dada la proximidad de la fecha de las elecciones. El PP, por tanto, debe tener cuidado siempre que toque la cuestión de las pensiones, que es extremadamente sensible por sí misma, por la materia de que se trata y por el gran volumen de beneficiarios de este capítulo, unos diez millones de ciudadanos, que se dice pronto.
¿Ha merecido la pena?
Conociendo al PP, seguro que la experiencia de estos días ha sido de una gran preocupación por la dificultad de la maniobra. Los varones han actuado de reequilibrio del entusiasmo inicial, para encontrar una salida que facilite recomponer la figura lo antes posible. El acuerdo con Junts tuvo su parte cómica, como es la escena de los ministros esperando a que acabara la negociación para empezar el ritual de la reunión semanal del gobierno. El consejo de ministros se celebró con ese preludio de espera que seguro dio lugar a muchos comentarios entre sus miembros. Pero el episodio habrá merecido la pena si los protagonistas de la escena pueden influir en que no se lleven al Congreso los proyectos de decreto sin haber sondeado primero con mayor profundidad y ganas como está el ánimo entre los supuestos aliados que allí deben acabar apoyando.
No siempre se puede poner a la gente entre la espada y la pared. De esta, el PSOE ha salido, pero en esta materia hay que cambiar de sintonía y no comprar siempre el mismo número de lotería. Mejor evitar el incendio que tener preparados los bomberos. Lo mejor para los socialistas es que no han tenido que pagar un precio exorbitante para dejar atrás el susto. Incluso han conseguido que el PP tenga que pasar por la concesión en el PNV del palacete de París que tanto enojaba al portavoz popular en el Congreso, Miguel Tellado, y al propio Feijóo.
Ganar tiempo
Por su parte, Junts ha obtenido la tramitación de la cuestión de confianza que proponía. Ahora se entiende mejor por qué la mesa del Congreso aplazó dos veces sus decisiones. Se trataba de ganar tiempo y que el gobierno tuviera a mano una carta frente a cualquier negociación. Pero el resultado práctico no es muy importante. El PSOE levantará la barrera para que se hable en el Parlamento de algo que no se va a hacer. Tendremos la propuesta tramitada, pero Pedro Sánchez no planteará la discusión de ninguna cuestión de confianza, porque la competencia para convocarla es suya y no tiene ningún deseo ni propósito. El balance de todo ello es que el gobierno ha salvado lo que más le interesaba del decreto, que el PP tendrá trabajo para que se olvide la sucia figura –como dicen los italianos– que ha hecho en este caso y que Junts ha lanzado un aviso, pero sin dejar de tener su destino ligado al objetivo irrenunciable de la aplicación de la ley de amnistía, una iniciativa sin garantías en un escenario de cambio de mayorías.
En paralelo, estos días han supuesto una nueva prueba para la Fiscalía, como órgano del Estado, y para el fiscal general, en particular. Ya os avisé de que el ambiente en este colectivo es el de las mejores producciones del género western. Se están saldando muchas cuentas pendientes entre los fiscales. Y el jefe de la organización, Álvaro García Ortiz, tiene enemistades en casa. Basta con ver la lista de peticionarios de su dimisión. Algunos de sus antecesores se marcharon –claro que sin estar imputados– dejando plantado al gobierno, cansados de polémicas y presiones. García Ortiz no parece de ese tipo. Pero llueve, y bastante.