Elecciones en el Parlament

“Esto parece Chernóbil”

La abstención marca una jornada tan atípica como descafeinada

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Un presidente de mesa, haciéndose un 'selfie ' vestido  con EPI

BarcelonaLa fiesta de la democracia no promete ser muy divertida teniendo en cuenta como se despierta el día, gris y lluvioso. Algunos, sin embargo, cruzan los dedos hasta que sobre las ocho y media Helena dice: “Se han constituido todas las mesas, ya podéis iros a casa!” La buena noticia se celebra como un gol en el tiempo de descuento. En menos de un minuto ya no quedará nadie esperando en la plaza del Poble Romaní.

Los policías que custodian el centro se lo miran con calma. Sus compañeros tampoco parecen tener mucho trabajo. A las nueve, la incidencia más grave es la de un Seat Ibiza mal aparcado en la puerta de un colegio. “Pues se le denuncia y que se lo lleve la grúa”, ordenan por el walkie cerrando el debate. No será un día difícil, más allá de las consultas de muchos ciudadanos confundidos porque les han cambiado el punto de votación y no saben donde tienen que ir. La respuesta estándar es que lo consulten por internet. “Ya lo he hecho y no me he aclarado. Así que me voy a casa”, dice Patricia, cansada después de buscar su nombre en tres centros diferentes.

Empieza a llover con fuerza en Barcelona. Hace frío y el viento se lleva algunos carteles informativos en la sede del distrito de Gràcia. La cinta adhesiva no engancha. Al final acaba siendo más práctico que el conserje se espere en la entrada y haga que todos se pongan gel, e indique con la mano hacia dónde tienen que ir. Una vez dentro, el proceso no es muy ágil. El presidente está de pie y los vocales están a más de un metro. No pueden tocar el DNI y se lo tienen que mirar tres o cuatro veces antes de encontrar el nombre en la lista. Finalmente el ciudadano pone el boletín y, de vez en cuando, una trabajadora desinfecta la mesa con un buen chorro de Sanytol.

El día avanza con una falsa sensación de movilidad, sobre todo a media mañana. Llueve pero muchos tienen ganas de terminar el trabajo. “Esto nos dijisteis los diarios, ¿verdad? Que era mejor ir temprano”, dice un votante en la entrada de la Escola Pau Casals, indignado porque tiene que hacer cola. Da la sensación que hay un gentío de miedo, pero la imagen es engañosa. Parecen medio millar pero en realidad son 63. Lo que pasa es que, entre los paraguas y la distancia de seguridad, han colapsado la calle Providència. La mayoría, además, porque no saben que tienen que entrar por la calle Legalitat, puesto que su mesa está en el patio, refugiada en una de las diecisiete carpas de feria que se han montado para la ocasión.

En el Eixample parece que la participación tenga que remontar hacia el mediodía, cuando la lluvia amaina. En algunos puntos la cola da la vuelta a la isla de casas y los voluntarios se apresuran a buscar a la gente mayor para darles preferencia. Todo ello acaba siendo un espejismo que durará, más o menos, hasta la hora de comer. Entonces frenará en seco y por la tarde casi no habrá trabajo. La jornada se hace larga, pesada y aburrida y los interventores empiezan a mirar de reojo el piloto de votos por correo que los carteros han hecho llegar durante el día. Tienen miedo que les haga ir tarde. “Se tienen que marcar uno a uno y hay muchos más de lo que es habitual. A ver si todo cuadra a la primera”, indican desde la Escola Diputació.

No muy lejos de allá, en el Institut Viladomat, van mirando el reloj porque llega la hora “de disfrazarse”, dice con ironía un presidente de mesa. A las siete menos cuarto uno de los vocales s va hacia una habitación y sale con la EPI puesta. “Es fácil, solo se tienen que mirar las instrucciones”. Uno a uno, todos hacen lo mismo hasta que los 18 miembros ya están preparados para el momento crítico del día, cuando se esperan los votos de los posibles positivos por covid. La imagen causa sensación. Todo el mundo entra a curiosear, desde la pareja de Mossos que velan el centro hasta los apoderados.

Pasan los minutos y la tendencia es todavía peor que la de la tarde. Cuatro votantes a las siete. Después tres. A las siete y media llegan seis y a última hora un par. En total 15. “Más equipos de protección que votos. Y diría que ninguno de los que ha venido estaba contagiado”, se oye decir desde una mesa justo a la hora de cerrar el colegio, mientras los apoderados empiezan a entrar para dar fe del recuento y al de Ciudadanos se le escapa una frase que lo resume todo: “Esto parece Chernóbil”.

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