Cannan ha sido testigo de los profundos cambios del vino. "Hay una gran calidad, mucho mejor que hace 50 años. Ahora si el vino no es bueno, no se vende", dice, y cree que, salvo que sean de bodegas consolidadas, las de menos de 15 euros lo tienen jodido" debido a la bajada del consumo" y porque "la gente joven bebe cerveza y otras bebidas alcohólicas". Opina que los vinos del Priorat deberían ser "más caros", dado que el rendimiento del viñedo es muy bajo, pero al mismo tiempo hay mucha competencia y no podría hacerse un incremento radical de precios. Además de los vinos del Priorat, a Cannan le gustan mucho los vinos del Duero portugués, Mosela alemán y Sudáfrica.
La historia del hombre que situó en el mapa el vino del Priorat
Christopher Cannan revela cómo conseguir que un vino triunfe después de cinco décadas distribuyéndolo
BarcelonaCuando se trata de vino, todo el mundo dice la suya. Desde los viticultores, los enólogos y los propietarios de bodegas hasta los sumilleres, los críticos y, finalmente, los consumidores. Son los que tienen la última palabra sobre si un vino gusta, aunque antes ha tenido que llegar a sus manos, y esto es a menudo gracias a la distribución. Este eslabón es esencial, pero suele trabajar sin hacer mucho ruido. Christopher Cannan, que fue clave para que el mundo descubriera las virtudes de Priorat y Jerez, es la excepción. Cannan ha reunido cinco décadas de experiencia en el comercio del vino en el libro Un viaje por el mundo del vino, que publicó primero en inglés y que ahora Toulouse Wine Books, del experto en enoturismo Lluís Toulouse, acaba de traducir al castellano. Entre sus revelaciones figura cómo lo ha hecho para que algunos vinos hayan alcanzado renombre internacional.
Por mucho internet e inteligencia artificial que haya, Cannan considera que el factor personal sigue siendo imprescindible para que un vino triunfe. Cannan nació en Inglaterra en 1949, empezó de joven a comerciar con vino y en 1978 fundó Europvin (Société de Séléction et Distribution des Vinos Fines de Europa) para distribuir vino de calidad y que sepa transmitir su lugar de origen, lo que acabó haciendo en medio centenar de países de todo el mundo. Desde Burdeos fue decisivo para que hoy en día los vinos de la DOC Priorat tengan fama internacional. Cannan fue un visionario sobre su potencial, abriéndoles las puertas del mundo a pesar de que aún era incipiente la revolución vitivinícola que encaramó este territorio y que encabezó un grupo de elaboradores entre los años 80 y 90.
El salto a la fama del Priorat
El idilio de Cannan con el Priorat ya viene de antes de la revolución. Parte de 1983, cuando un tendero de San Francisco le regaló una botella de la bodega Scala Dei de 1974 que valía sólo cuatro dólares. "Llevé la botella a Napa –una reconocida zona de vinos de California–, la probé con un elaborador y dije: «¿Cómo un vino tan bueno cueste tan poco?», recuerda en una entrevista con el 'AHORA. Cuando regresó a Europa, visitó la bodega, que entonces todavía no estaba en manos de Codorníu, y en 1985 empezó a exportar sus vinos.
En la New York Wine Experience de 1988 conoció a Álvaro Palacios, que le invitó a cenar en Logroño y le explicó su proyecto de elaborar vinos de talla mundial con viñedos viejos del Priorat, una voluntad que Palacios compartía con los otros elaboradores de la revolución a los que Cannan llama "la nueva ola". Palacios, que entre los vinos de su bodega prioratina tiene a Ermita –uno de los más reputados y caros del estado español–, le dijo también que René Barbier, de Clos Mogador, lo necesitaba. Mediante Europvin, Cannan empezó a exportar los vinos de esta otra bodega de renombre desde la primera añada.
Al principio el vino del Priorat podía costar vender, porque "la zona era poco conocida y las marcas eran nuevas", reconoce Cannan, pero desde Burdeos se fraguó su salto en la primera línea mundial. Al menos una vez al año Cannan organizaba en Europvin una cata para el influyente crítico estadounidense Robert Parker, de la revista The Wine Advocate. En una sola jornada Parker probaba hasta 150 vinos diferentes, alguna vez incluso 200, ya principios de los 90 Cannan incluyó algún vino del Priorat. "En esa época tenían un poco demasiado de extracción y de bota nueva, pero ese estilo de vino a Robert Parker le gustaba mucho", recuerda. Pronto Parker les otorgó puntuaciones "excepcionalmente altas", lo que Cannan garantiza que "ayudó mucho al reconocimiento del Priorat como un lugar interesante para grandes vinos".
A finales de los 90 el propio Cannan se convirtió en uno de los inversores que han consolidado el Priorat abriendo Clos Figueras, su bodega en Gratallops. Además, tiene experiencias en la DO Montsant: una buena, el vino Espectáculo, y una que no lo fue tanto, la bodega Laurona. Por otro lado, ya hace años que el Priorat se ha alejado del estilo Parker –ahora se prioriza la elegancia y la frescura–, lo que, a su juicio, no pone en cuestión su lugar preeminente ni su identidad, marcada por el toque mineral que le da el suelo de pizarra, que se traduce en acidez y frescura.
El fino se toma con sushi
Hoy en día Cannan atesora sólo una acción de Europvin, empresa que ahora pertenece al grupo Caballero, con marcas como Lustau de Jerez, y en Vega Sicilia, una reconocida bodega de Ribera del Duero y con vinos en otros lugares. Su vínculo con Lustau conduce a adentrarse en otra decisiva contribución de Cannan para el vino español. Europvin empezó a exportar los jerezas de Lustau a Estados Unidos y los hizo probar a Robert Parker, que otorgó 96 puntos a algunos de ellos, lo que "ayudó a poner a Lustau y al conjunto de Jerez en el mapa del mercado internacional del vino", explica en el libro. Hasta entonces, prosigue Cannan, eran considerados simples vinos semidulces, consumidos por gente mayor y sin ninguna consideración de calidad. Para él, no cabe duda de sus múltiples posibilidades en la mesa: los finos y manzanillas los recomienda incluso con sushi, porque son capaces de "dominar" la salsa de soja.
Cannan tardó una década en escribir el libro, y lo acabó por el paro obligado que supuso la cóvido. Recoge su experiencia al por menor incluso por países, y hace una recomendación: "Una persona que quiera crear o comprar una bodega, lo primero que debe hacer es pensar en la distribución". Además, reivindica que es necesario mantener la presencialidad, porque es conveniente a la hora de degustar los vinos, y sobre todo porque proporciona relaciones duraderas y clientes fieles. "El contacto humano es esencial: es uno de los mundos laborales en los que internet no puede hacerlo todo. Para vender vino, hace falta pasión y entusiasmo, y hay que viajar", defiende. Pese a estar en edad de jubilarse, mantiene su destreza comercial para vender sus vinos de Clos Figueras, donde hace tándem con su hija, Anne-Joséphine, y se ocupan de desarrollar el turismo en la bodega: la venta de vinos in situy la actividad enoturística ya representan el 40% de la facturación.
Esturiones, toros y el Concorde
El libro contiene múltiples anécdotas, algunas de película. Con su futura mujer Charlotte establecieron relación porque se la encontró en carretera con una rueda pinchada. Además, en sus viajes para vender o aprender más sobre el vino ha terminado pescando esturiones en el río Volga, en Rusia; ha visto japonesas bailando flamenco en Japón, y en Álvaro Palacios –que quería ser torero– realizar una exhibición de toreo en La Rioja. También ha participado en catas de unos vinos muy codiciados, los de la bodega Romanée-Conti, o en un costoso juego entre dos grupos en Singapur que se retaban por reconocer vinos a ciegas de entre los mejores del mundo. Cannan ha viajado tanto que presenció la catástrofe del Concorde del año 2000 en París que puso fin a ese avión supersónico.