Pendientes de Oriol Junqueras

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El presidente de ERC, Oriol Junqueras, en Hospitalet de Llobregat.

BarcelonaSi en algo coinciden los dos sectores que pugnan por el control de ERC ahora mismo, los roviristas (todavía sin candidato) y los junqueristas, es en la convicción de que el resultado de la consulta del viernes sobre el preacuerdo con el PSC para investir a Isla es muy difícil de predecir y que, en el mejor de los casos, la victoria del sí será ajustada. Esto es así por muchos motivos. No en vano en los últimos años la propia ERC ha alimentado el discurso que pactar con el PSC, el partido del 155, significaba enterrar el Proceso, y por tanto ahora no será tan fácil convencer a la militancia que deben hacer lo contrario de lo que defendían hace unos meses. Ahora, sin embargo, se suma el malestar de las bases con la dirección actual del partido por la gestión del asunto de los carteles contra los hermanos Maragall.

Por tanto, para que la operación investidura salga bien ERC necesita dos cosas: un buen acuerdo y la unidad de todos los sectores, o al menos de sus principales líderes, a la hora de defenderlo ante las bases. Respecto al primer punto, hay que subrayar que el acuerdo es tan bueno que corre el riesgo de resultar poco creíble para unas bases que han sido educadas políticamente en la desconfianza hacia el PSOE. La escenificación tampoco ayudó mucho, ya que más que euforia y alegría lo que denotaban las caras sobre el escenario de Calabria era tensión después de nueve horas de debate interno.

Las próximas horas serán claves para comprobar si el concierto es concierto o si, como ya ha ocurrido tantas veces, se acaba echando agua al vino. Nada ayudaría más a los republicanos que a una declaración de Pedro Sánchez o de María Jesús Montero explicando a la opinión pública española por qué es necesario y conveniente conceder el concierto a Catalunya, pero es difícil que esto ocurra.

Posición de fuerza

La otra gran pata, la de la unidad, depende de una sola persona: Oriol Junqueras. El expresidente de ERC no ha estado involucrado en las negociaciones, aunque formalmente ha dado confianza a la dirección. Es más, en el equipo negociador, tanto el político como el más técnico, hay personas claramente hostiles en su persona. El expresidente del partido no está interesado en forzar una repetición electoral, pero como siempre en estos casos puede aprovechar para sacar provecho de la coyuntura (¿qué es la política si no?). La suya es ahora una posición de fuerza porque el rovirismo sabe que para convencer a las bases lo necesita, y es probable que éste, a cambio de comprometerse a defender el acuerdo, pida algo a cambio. ¿Cuál? La lista puede ser muy larga pero todas irán encaminadas en la misma dirección: facilitarle la carrera hacia la presidencia del partido.

En todo caso habrá que estar muy atentos a las palabras (y los silencios) de Oriol Junqueras en las próximas horas y días. Porque la suya es la mano que puede decantar la balanza.

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