200 municipios en riesgo de despoblación

Un estudio de la UDL pone de manifiesto la delicada situación en la que se encuentran muchos pueblos pequeños, a pesar de que el covid ha favorecido que muchas familias se instalen en zonas rurales

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Infogràfic: Auri Garcia

BarcelonaEn Catalunya hay 947 municipios. Casi una cuarta parte estaban en riesgo de despoblación antes del covid, según un estudio de los geógrafos de la Universitat de Lleida, Ignasi Aldomà y Josep Ramon Mòdol. La llegada de la pandemia ha podido variar mínimamente la situación en algunas zonas geográficas, pero el peligro de pérdida de habitantes sigue siendo alto sobretodo en el Pirineo y Prepirineo leridano y después en toda una línea que cruza en diagonal el centro de Catalunya, que va desde el Solsonès, pasando por una parte de la Noguera, Urgell, les Garrigues, el sur del Segrià, la Conca de Barberà, el Priorat y la Terra Alta. “Es una línea interior que concentra municipios pequeños con malas comunicaciones”, resume Aldomà. Se trata en la mayor parte de núcleos rurales de menos de 500 habitantes con una población muy envejecida, una actividad económica poco diversificada -prevalece el sector agrario- y un nivel muy bajo de servicios.

Lleida es la provincia más afectada, 89 de los 231 municipios de Ponent se encuentran en situación crítica de despoblación según el estudio, que ha analizado diferentes indicadores desde el año 2000. Por eso, la Diputación aplicó el año pasado por primera vez criterios de discriminación positiva para estos municipios que se encuentran en este riesgo, aportando 6,5 millones de euros extras, y abocando más dinero en estos pueblos de lo que les correspondería de acuerdo con su número de habitantes.

El efecto covid en las zonas rurales

A principios de siglo XXI, en los años de bonanza económica, las zonas rurales vivieron cierta recuperación, gracias sobre todo al "aumento de la construcción", y la llegada de nueva población, sobre todo extranjera, puesto que la renovación generacional viene marcada por la inmigración joven de origen foráneo. Con la crisis de 2008 se "volvió a la situación de partida", con un "deterioro, recesión y abandono rural". El covid podría matizar esta tendencia, pero Aldomà avisa que es muy difícil ‘"de invertir" y cambiar "las pirámides demográficas".

Sin embargo, el efecto covid se ha notado en algunas de estas 200 poblaciones en riesgo de despoblación. A Riu de Cerdanya han llegado dos familias, una de las cuales con un menor. En Gallifa, en el Vallès Occidental, se han instalado una decena de personas que ya tenían ahí su segunda residencia, la mayoría jubilados, pero también una familia con dos infantes. Similar a lo que ha pasado en Castell de l’Areny, en el Berguedà, con 9 vecinos más, dos de los cuales menores. En Granyena de les Garrigues, casi una veintena en dos años, la mayoría gente mayor, pero también una familia con dos hijos. En cambio, en Savallà del Comtat, en la Conca de Barberà, no ha habido ningún recién llegado.

La llegada de gente joven es fundamental para revertir la situación, puesto que en estos municipios se vive de esta población "que tiene ingresos de pensiones, que hacen que se vaya tirando, que el territorio vaya subsistiendo, pero en los siguiente 20 años las perspectivas son negativas", argumenta Aldomà. Y esto que, según él, Catalunya tiene un "sistema de ciudades potente" que tendría que poder ser suficiente para mantener una "cierta red rural". Para el alcalde de Torrebeses y presidente de la Asociación de Micropobles de Catalunya, Mario Urrea, el riesgo es real pero no inminente: "No cerraremos pueblos dentro de una semana, pero hay que trabajar para el reequilibrio territorial, despoblando la franja costera y repoblando la zona interior". Según Urrea, se tiene que incidir en cuatro grandes ámbitos para intentar solucionar esta problemática: mejorar el parque de vivienda para hacerlo más accesible; fortalecer y diversificar la actividad económica; mejorar la movilidad física -carreteras- y virtual -fibra óptica- para conectar estas áreas rurales con todo el mundo y, finalmente, ofrecer servicios a los vecinos, desde educativos a sanitarios pasando por los culturales.

Si no se actúa, algunos municipios pueden acabar desapareciendo dentro de un tiempo, pero sobre todo convertirse en segundas residencias. "La movilidad hace que la gente se desplace donde hay trabajo. La cuestión es que en estos municipios más pequeños, para mantener una cierta sociabilidad, si no hay cierta población, acaba no habiendo atención médica, no hay bar ni escuela, cuestan de mantener los servicios mínimos", resume Aldomà. "Si no tenemos servicios culturales en invierno tenemos problemas, porque nos tenemos que hacer nórdicos, nos tenemos que quedar en casa a las séis de la tarde y nos podemos convertir en un pueblo dormitorio, cuando nosotros queremos hacer pueblos vivos, donde la gente pueda ganarse la vida dignamente y que no seamos un jardín de la gran ciudad", defiende Urrea. Si no se evita esta pérdida de servicios la vida se concentra en los principales núcleos comarcales, obligando a los vecinos de los municipios más pequeños a coger el coche para todo, una situación imposible precisamente para la gente más mayor que cada vez es más mayoritaria.

La excepción de Guisona

A pesar de que las zonas con más riesgo de despoblación se encuentran en el Pirineo y las comarcas de la Catalunya central, el área de Guissona es un caso particular porque tiene el porcentaje de residentes extranjeros más mayor. Es una zona con una actividad extraordinaria por el impacto de la empresa Bon Àrea, que ha sido un reclamo de trabajadores jóvenes provenientes de fuera de España. Se trata, según Aldomà, de un caso singular que no se puede reproducir en otras zonas rurales, que sigue unos patrones demográficos "equivalentes a lo que pasaba en los años 60".

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