Cómo acabar con la violencia obstétrica
Los profesionales sanitarios catalanes acuerdan crear un observatorio para determinar su alcance
Inducciones y episiotomías innecesarias, cesáreas poco respetuosas, técnicas obsoletas y desaconsejadas como la maniobra de Kristeller, infantilización de la mujer, trato deshumanizado o medicalización injustificada. Estas son algunas de las prácticas constitutivas de violencia obstétrica que denuncian asociaciones como El Parto es Nuestro, Dona Llum o la recientemente creada MARE. Hace años que las mujeres reclaman parir de otro modo e instan a desmedicalizar procesos fisiológicos normales, como el embarazo o el parto.
Hasta ahora, sin embargo, la comunidad médica negaba esta realidad y así lo continúan haciendo algunos estamentos, como el Consejo General de Colegios de Médicos de España, que en un polémico comunicado este verano rehusaba la existencia de la violencia obstétrica. No obstante, la Sociedad Catalana de Obstetricia y Ginecología y los cuatro colegios de médicos catalanes se desmarcan y, a pesar de que el término les genera “inquietud” porque implica “intencionalidad”, reconocen que existe e instan a abrir el debate. “La violencia obstétrica existe, te puede incomodar, pero el primer paso es reconocerlo y mejorar. No lo hemos hecho bien, pero no expresamente. Somos parte de una sociedad machista y los protocolos evolucionan al mismo ritmo que la sociedad”, argumenta Oriol Porta, presidente de la Sociedad Catalana de Obstetricia y Ginecología de la Academia de Ciencias Médicas de Catalunya.
“Llamarlo de otro modo es negarle el valor y el impacto que tiene en las mujeres que han sufrido esta violencia”, opina Maria Casso, una de las socias fundadoras de la asociación MARE, que ahora se moviliza por la violencia obstétrica pero que nace con el objetivo de visibilizar la maternidad y los cuidados. “Encallarse en discutir si tenemos que llamarle violencia obstétrica o no es superficial. Hay una parte de violencia estructural que es inconsciente y cuanto antes lo aceptemos, más pronto le pondremos remedio”, decía a este diario la directora de obstetricia y ginecología de la Vall d'Hebrón, Elena Carreras. “Negar o no reconocer la violencia obstétrica va en detrimento de mejorar las prácticas sanitarias”, añade Gemma Falguera, presidenta de la Asociación Catalana de Comadronas, que apunta que hay autores que prefieren hablar de “maltrato o abuso de derechos sexuales y reproductivos, puesto que incluye más cosas”.
Una vez aceptado que existe, el siguiente paso es hacer formación entre los profesionales y abrir el debate a la sociedad, puesto que muchas prácticas se han interiorizado como normales o no están actualizadas. Por eso la Sociedad Catalana de Obstetricia y los colegios de médicos publicarán un cuaderno de buenas prácticas y harán formación y divulgación entre los sanitarios. “Es un tema de educación y sensibilización de toda la sociedad porque se ha perdido la confianza en nuestra capacidad sexual y reproductiva”, añade Casso. Así mismo, se ha acordado crear un observatorio de la violencia obstétrica para cuantificar con datos el alcance del fenómeno. “Lo tenemos que debatir y poner cifras”, dice Porta.
La violencia obstétrica puede ser de trato o puede ser debida a los déficits estructurales de los centros, como la falta de intimidad o instalaciones poco adecuadas. Por eso Falguera también reclama más centros de nacimientos como el que ya hay en el Hospital Sant Joan de Déu de Martorell y en el Hospital Germans Trias, que permiten que las gestantes puedan tener partes menos medicalizados. Otra reivindicación es la creación de más plazas de comadronas, puesto que son las profesionales de referencia en un embarazo de bajo riesgo.
Repercusiones legales
Que hoy hablemos de violencia obstétrica es un éxito de las entidades y de las mujeres que la han sufrido y que lo denuncian. Y ha saltado al ruedo político porque el ministerio de Igualdad, igual que antes hizo la ley de violencia machista catalana, prevé incluir en la reforma de la ley del aborto la violencia obstétrica como una forma de violencia contra las mujeres. Los profesionales sanitarios se muestran, sin embargo, preocupados por la posibilidad de que la asimilación jurídica de violencia obstétrica con violencia de género pueda implicar la criminalización de los profesionales. “Porque puede tener repercusiones que no nos parecen correctas; ya tenemos un sistema de autorregulación que evalúa y sanciona sin necesidad de que pase a tener responsabilidad civil o penal”, defiende Elvira Bisbe, vicepresidenta del Colegio de Médicos de Barcelona. La asociación MARE acompaña las “heridas” de las mujeres que han sufrido este tipo de violencia y convoca semanalmente concentraciones en la calle durante las cuales las mujeres también explican su relato: “Porque lo que no se nombra, no existe”, reivindican.
- Reconocido internacionalmente Se entiende como violencia obstétrica aquella que ejercen las organizaciones o los profesionales sanitarios sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres que dificultan la toma de decisiones libre y autónoma sobre su cuerpo y su salud sexual. Siete de cada diez mujeres aseguran que se han sentido menospreciadas durante el embarazo o el parto. Organismos internacionales como la OMS y la ONU lo han reconocido.
- Prácticas desactualizadas La tasa de cesáreas en Catalunya (27,4%) todavía es el doble de lo que recomienda la OMS (15%) y es, con las inducciones, un indicador de calidad obstétrica. Inducciones injustificadas, episiotomías o rotura de la bolsa sin consentimiento, maniobra de Kristeller –cuando el profesional ejerce presión sobre el abdomen para favorecer la salida del bebé y que está desaconsejada–, separación del bebé o la sobremedicación son algunas de las prácticas que se denuncian.
- Más allá del parto També se considera violencia obstétrica el impedimento del aborto según los supuestos legales establecidos, la dificultad de acceder a métodos anticonceptivos, a los métodos de prevención de infecciones de transmisión sexual y a los métodos de reproducción asistida así como infantilizar a la mujer, un trato humillante u obviar su consentimiento y no respetar sus decisiones o procesos emocionales.
- La pandemia, un paso atrás La pandemia ha supuesto un paso atrás. Se ha impedido, por ejemplo, la entrada de las parejas o acompañantes a los controles de embarazo. Una medida que El Parto es Nuestro considera “innecesaria” y “sin base científica”. “En pandemia se han vulnerado muchos derechos sanitarios por carencia de información y por desconocimiento, hemos fallado pero no de manera intencionada”, dice la comadrona Gemma Falguera.