Barcelona

Diez años del día que la Barceloneta dijo basta

La presión turística sigue condicionando un barrio pendiente de la Copa América

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El fotógrafo Vicens Forner muestra la foto de los turistas desnudos frente al supermercado donde la hizo

BarcelonaHay chispas capaces de desatar grandes incendios. Hoy hace diez años exactos, fue una fotografía de Vicens Forner la que encendió las calles de la Barceloneta. La imagen publicada en El Periódico de unos jóvenes italianos saliendo desnudos de un supermercado del barrio fue el detonante que provocó las primeras grandes manifestaciones en Barcelona contra la masificación turística y el turismo de borrachera. A menudo la chispa arde con facilidad cuando el bosque lleva tiempo desatendido. Era el caso de la Barceloneta.

“Hacía tiempo que entre los vecinos nos quejábamos de la situación, pero no lo habíamos exteriorizado. Con esa fotografía estalló la indignación”, rememora Forner en conversación con el ARA. Los pisos turísticos proliferaban de forma descontrolada y era habitual que los inquilinos protagonizaran actos incívicos en el barrio. La foto desató varias noches de manifestaciones que obligaron al Ayuntamiento, entonces gobernado por Xavier Trias, a mover ficha. Un equipo de inspectores peinó todas las viviendas de la Barceloneta e hizo aflorar 170 pisos turísticos ilegales. Hubo más de 900 que no pudo descartarse que también lo fueran.

Diez años más tarde, los datos oficiales del Ayuntamiento hablan de 64 pisos turísticos en el barrio. Sin embargo, el portal especializado Inside Airbnb eleva la cifra hasta los 376. La presión que el turismo ejerce sobre el barrio continúa. La campaña contra los pisos turísticos tampoco ha supuesto un incremento de vecinos. Los datos muestran que, en los diez años que han pasado desde el estallido de las manifestaciones contra el turismo, el barrio ha pasado de los 15.107 empadronados en el 2014 a los 14.486 en el último mes de abril. Ampliando el foco, las cifras son aún más reveladoras. Mientras que en 2014 la población extranjera representaba un 30,6% del barrio, ahora este porcentaje es ya del 43,2%.

Un paseo estos días por sus calles lo corrobora. A simple vista es fácil distinguir dos prototipos peatonales: los vecinos de toda la vida, que se detienen por la calle y se preguntan cómo han ido las vacaciones, y los grupitos de turistas jóvenes que buscan el camino hacia la playa.

Los primeros aún eran mayoría en la plaza de enfrente del mercado este viernes por la mañana. Pero los segundos han redibujado el paisaje del barrio. En el café que hay dentro del mercado, la carta ya ofrece albóndigas y capipota en catalán y en inglés. Fuera se imponen los supermercados 24 horas, los restaurantes dirigidos al turismo y los negocios de alquiler de bicicletas y patinetes. En la calle Andrea Dòria, la Droguería Ricart tiene el escaparate lleno de souvenirs y productos para la playa. Una calle por encima, el lugar en el que hasta hace seis meses estaba la librería La Garba –la última del barrio– ahora la ocupa una tienda de productos cannábicos.

Aunque se ha reducido respecto a hace diez años, el problema de los pisos turísticos continúa. Mientras esperan a ver si se cumple la promesa del alcalde, Jaume Collboni, de suprimirlos todos en cinco años, los vecinos observan con preocupación cómo afloran nuevas problemáticas que también les alejan de su barrio. Si en 2014 las webs estaban llenas de anuncios de alojamientos turísticos en la Barceloneta, ahora lo están de alquileres de temporada. Un informe del Observatorio Metropolitano de la Vivienda de Barcelona publicado en marzo, mostraba que el 40,5% de los anuncios de alquiler en este barrio marítimo barcelonés son de temporada, y la gran mayoría a precios desorbitados.

Pendientes de la Copa América

Una década más tarde, pues, la convivencia con el turismo sigue siendo uno de los principales retos de la Barceloneta. Un aniversario que llega cuando las manifestaciones sobre la masificación turística están resucitando en muchas ciudades –también en Barcelona– y en las puertas del arranque de la Copa América de vela. Un evento que, a pesar de las inversiones que supondrá para el barrio –31 millones de euros, según el Ayuntamiento–, suscita también recelos entre los vecinos por el impacto turístico que pueda tener.

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