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BarcelonaLa conexión de la L8 de los Ferrocarriles de la Generalitat entre plaza Espanya y Gràcia es ya una realidad que afecta a la movilidad de gran parte del centro de Barcelona. Las actuaciones para unir los dos extremos de esta línea empezaron el año pasado en la plaza Espanya y se intensificaron en enero. Desde entonces, los trabajos afectan también a dos tramos de la calle Urgell y provocan cambios importantes en la avenida Diagonal de entrada a la ciudad y en la plaza Francesc Macià, donde se está construyendo una nueva parada. A partir de este lunes, además, las actuaciones tendrán también un fuerte impacto en la movilidad en el barrio de Gràcia.
A partir de este 17 de marzo por la noche, los trabajos cortarán un tramo de la Travessera de Gràcia, entre la Vía Augusta y la calle de Sant Gabriel (en la parte inferior de la plaza Gal·la Placídia). Además, entre esta vía y Gran de Gràcia el sentido de circulación cambiará y será lo contrario del actual. A partir del martes 25 de marzo, además, y hasta el verano, las labores de construcción de una salida nueva de emergencia también ocuparán la acera y dos carriles (del lado Llobregat) de la calle Muntaner, entre las calles Laforja y Marià Cubí.
Así avanzan las obras de la L8 en la confluencia entre Via Agusta, la Travessera de Gràcia y la plaza Gal·la Placídia.Pere VirgiliCartel que anuncia los cambios en la movilidad en la zona afectadaPere Virgili
De este modo, las obras de la L8 son ya una de las actuaciones más grandes que vivirá (y sufrirá) Barcelona en los próximos años. Se trata de una infraestructura largamente esperada: hace veinte años que la conexión de la L8 está dibujada sobre el papel con el objetivo de conectar la línea Llobregat-Anoia con la del Vallès. El calendario de ejecución actual es de 58 meses (casi cinco años) y en total está previsto que se inviertan 412 millones de euros y que se hagan dos paradas nuevas: una en Francesc Macià y otra en el Hospital Clínic.
Pese a los esfuerzos de la Generalitat y el Ayuntamiento por hacer reuniones con los afectados, las obras han provocado desconcierto entre comerciantes, vecinos y conductores por cada barrio donde han pasado. También en Gràcia, el cuarto punto de los trabajos. Los comerciantes de la Travessera de Gràcia aseguran que no han recibido ningún aviso. "Nos hemos enterado porque el compañero de la bodega vio un cartel", explica Cristina, tendera de un comercio de ropa. "Nos tienen olvidados, al menos en ese tramo", añade.
Unos metros más adelante, Mika asegura que ésta es la estocada final para su zapatería. "Ya me da igual; nosotros cerramos. Hemos notado una bajada fortísima de clientes y ya no salen los números", lamenta, y añade que la única información que tienen es la del boca a boca. En la peluquería no sabían nada del cambio de sentido y en la bodega tampoco hasta que vieron el cartel. "No nos sorprende. Nunca nos avisan de nada, pero ni esos gobiernos ni los anteriores tampoco, ¡eh!", lamenta el propietario. La Generalitat mantiene que se han celebrado reuniones informativas con vecinos, a las que también estaban invitados los comerciantes.
Las familias con niños también se han quejado de las obras, porque las obras han ocupado todo el espacio de juego infantil de la plaza Gal·la Placídia, una de las escasas áreas de juego que había disponibles en esta zona y que servía de esparcimiento para los pequeños de tres escuelas. Tras estudiar el caso, este lunes también comienzan las tareas para reubicar este espacio de juegos en la banda montaña de la misma plaza, junto a las obras.
Antecedentes caóticos
Más allá de las eternas obras de la L9, reanudadas en el 2022, hacía años que no había tuneladoras perforando el subsuelo de Barcelona. La de la L8 lo hará a mucha profundidad, entre 50 y 70 metros bajo tierra, porque el nuevo túnel de 4 km de largo debe pasar por debajo de la L1 del metro, las líneas de Adif, el túnel del AVE y un depósito. Desde la Generalitat insisten en que construir esta nueva línea, a la que ya llaman como "el metro del Baix Llobregat", es una obra de "gran magnitud" con afectaciones imposibles de evitar. Pero, una vez terminada, defienden, tendrá un gran retorno social y pasará de los 23 millones de pasajeros anuales hasta los 38.
Mientras, el peaje a pagar es convivir con las obras: calles cortadas, desvíos y ruido "al límite" de los decibelios permitidos. Los precedentes lo corroboran. El mes pasado el caos en la movilidad ya se hizo evidente en Francesc Macià ya la entrada en Barcelona por la Diagonal. Algunos conductores explicaban al ARA que tardaban 30 minutos en realizar un tramo en coche que normalmente hacían en cinco. La misma escena ya se había vivido pocas semanas antes en plaza Espanya, donde la coincidencia de varias ferias con las obras de la L8 también provocaron grandes atascos de tráfico en esta gran rotonda barcelonesa.
Tráfico en plaza Espanya por los cortes de carriles por las obras de la L8
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Desde enero, los 100.000 vecinos y 8.000 comerciantes de la calle Urgell también saben lo que significa convivir con estas obras de lunes a sábado. Unos grandes paneles de hasta seis metros de altura se levantan frente a las fachadas de los edificios en un intento de paliar el ruido de las máquinas que deben perforar el suelo y que ocupan toda la calzada. "Entendemos que la situación es necesaria, pero nos da miedo que se alargue y se cronifique en el tiempo", admitía a este diario una comerciante hace unas semanas.
Vista de las obras, que ocupan casi toda la calle del Comte d'Urgell, desde un balcón. MANOLO GARCÍAManolo García
Los cortes en este tramo, además, impiden el paso de hasta 50.000 vehículos que circulaban cada día por la calle Urgell, lo que ha obligado al Ayuntamiento a trazar un plan de desvíos para acceder y salir del Eixample. Un reto mayúsculo porque, tal y como admiten, no hay ninguna otra calle capaz de absorber tanto tráfico. Ahora, los coches entran por la calle Numancia y por la avenida Josep Tarradellas y salen por Calàbria, Casanova y Aribau. Unas vías que, de paso, también han aumentado mucho su densidad de tráfico.
"Con todo lo que ha pasado abajo [en referencia a los otros barrios en obras], que son calles cuadriculadas y organizadas, no quiero ni pensar qué nos va a pasar aquí, en Gràcia", confiesa Juan, que espera el autobús mientras se mira las obras. "Ahora que pienso en ello: el bus también cambiará de recorrido, ¿no?", pregunta.
Las obras de la L8 en la plaza Espanya también han obligado a cortar carriles (la rotonda se ha quedado sólo con cuatro) ya reordenar numerosas paradas de autobuses urbanos e interurbanos, que utilizaban la plaza o su alrededor como parada al aire libre. Ahora la asociación Promoción del Transporte Público (PTP) teme que las nuevas fases de las obras en este punto, que funciona como una gran estación de autobuses, obliguen a reubicar las paradas más lejos y empeoren su accesibilidad.
Desde la PTP reclaman que se garantice que las paradas se mantendrán en un ámbito cercano de donde están ahora y que no se perjudicará a los usuarios del transporte público haciéndoles realizar diversos transbordos. "Cualquier opción que implique cortar el recorrido de las líneas más al oeste de la plaza Espanya sería un error" que afectaría, dicen, a los miles de usuarios que acceden a Barcelona desde el delta del Llobregat y el Garraf por la Gran Via.
Preguntados por esta cuestión, desde el consistorio se ha limitado a explicar que la reordenación de los puestos se hará pública "a medida que avancen las nuevas fases de todas las obras", como han hecho hasta ahora.