Salud

Salto revolucionario para reducir las secuelas después de extirpar un tumor cerebral

El Institut Guttmann plantea 'reprogramar' el área del cerebro afectada con neuroestimulación para mejorar el pronóstico de los pacientes

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Raúl González, tres meses y medio después de la extracción del tumor, no arrastra ninguna secuela motora.

BarcelonaEl 20% del tumor que había reaparecido en el cerebro de Raúl González arraigaba peligrosamente en una de las regiones encargadas de la movilidad de las extremidades izquierdas. Era necesario extirpar el tejido anormal lo antes posible, pero hacerlo comportaba asumir un alto riesgo de sufrir secuelas que podrían arrebatarle la autonomía. "Y yo tenía muy claro que no estaba preparado para depender de otro el resto de mi vida", recuerda. En la consulta con la neurocirujana del Hospital del Mar Gloria Villalba incluso llegó a valorar la posibilidad de dejar por escrito que, si esto ocurría, pediría la eutanasia. No le hizo falta. González es uno de los catorce participantes en el ensayo Prehabilita del Institut Guttmann, un programa pionero que utiliza neuroestimulación para preparar el órgano antes de la cirugía y minimizar sus secuelas.

En resumen, la estimulación no invasiva engaña las áreas cerebrales más próximas a los tumores para que dejen de hacer su función y fuerza una reprogramación de otras áreas similares, pero ubicadas algo más lejos –no comprometidas por el tumor y, por tanto, seguras–, para que las sustituyan temporalmente. Sin embargo, el resultado dependerá en parte de los pacientes, que deben seguir unos planes de entrenamiento intensivo para mejorar la plasticidad cerebral. "Ponemos el cerebro en las mejores condiciones para actuar desde el punto de vista quirúrgico", ha explicado Montserrat Bernabeu, codirectora del centro.

Este martes, tres meses y medio después de la intervención, González ha explicado, sin dificultad alguna, su historia junto al equipo de investigadores que le ha proporcionado una alternativa a la intervención quirúrgica convencional. Él es un ejemplo de éxito de esta nueva metodología: no hay rastro del tumor y no ha sufrido ningún tipo de secuela. En la extirpación de un tumor cerebral existe un reto doble. Por un lado, es necesario retirar el tejido anormal. Por otro lado, es necesario evitar que esta rescisión no dañe tejidos cercanos, encargados de otras funciones, para evitar consecuencias negativas en la movilidad o en las habilidades cognitivas.

El proyecto Prehabilita –el nombre responde a la necesidad de intervenir antes de un problema– quiere equilibrar estos dos objetivos. "El cerebro y las redes neuronales tienen una gran plasticidad. Ocurre en diferentes etapas vitales, de la infancia a la adultez, pero también cuando hay lesiones. A partir de esta idea, planteamos identificar primero si el tumor está en regiones altamente críticas para el lenguaje o la movilidad y, después, provocar y guiar estas modificaciones desde fuera", explica el doctor en neurociencias y coinvestigador de Guttmann Kilian Abellaneda.

La hipótesis nace de la capacidad innata del cerebro de compensar las dificultades a las que se enfrenta. De hecho, a menudo este órgano se adapta a lesiones o pérdidas neuronales que pasan desapercibidas. "Con este proyecto queremos aprovechar estas redes que se crean de forma natural en beneficio del paciente", añade el otro investigador del programa, Josep Maria Tormos.

Una habitación en penumbra

El médico ejemplifica este proyecto con una habitación en penumbra llena de interruptores. El cerebro es la habitación. Los interruptores, las áreas que se activan para determinadas funciones. De forma natural, existe un área que impulsa el movimiento de los dedos y que se activa cuando, por ejemplo, se quiere tocar el piano. Es la que reconoce rápidamente el cerebro para ese objetivo. Pero si este botón se estropea, la cabeza se las ingenia para pulsar otro interruptor que funciona igual, pero no tiene el mismo protagonismo, para que le ayude a alcanzar esta finalidad.

Esto es lo que provoca la neuroestimulación no invasiva, una técnica que hace veinte años que Guttmann utiliza: inhibe temporalmente la actividad de una determinada zona del cerebro, como si se hubiera lesionado, para que se vea obligado a buscar una región alternativa. "No hacemos un traslado de funciones de una región a otra con una función diferente. El cerebro funciona en redes y en estas redes se activan unas áreas más que otras. Lo que hacemos es alterar la importancia de las regiones implicadas" , explica Abellaneda. Ahora bien, el paciente debe trabajar mucho la sustitución funcional. Por ejemplo, durante diez días, González realizó sesiones de neuromodulación durante veinte minutos, combinadas con un entrenamiento lingüístico, motor y físico, como tocar el piano o hacer natación, durante hora y media. Mañana y tarde.

Raúl, el pasado junio, recibiendo neuroestimulación antes de ser operado del glioblastoma que sufría.

Después, los investigadores hacían resonancias magnéticas para comprobar si habían logrado alejar la zona crítica del tumor y derivaban esa información a la neurocirujana para que tuviera información adicional para planificar la cirugía. Villalba, del Hospital del Mar, asegura que se logró un hito que no pasa casi nunca: modificar el planning quirúrgico. En el caso de González, todo el procedimiento fue un éxito, hasta el punto que fue posible extirpar el tumor y limpiar un margen de tejido de alrededor de un centímetro para evitar la expansión tumoral. "He conservado intacta la movilidad. Cuando recibí el alta, lo primero que hice fue visitar la Guttmann para que los compañeros del ensayo vieran el resultado y reforzarlos positivamente", explica.

10 veces más barato

Los resultados de esta técnica son "mucho mejores" de lo que los propios investigadores esperaban y, de hecho, el protocolo del ensayo ya se ha publicado en la revista Frontiers of Neurology. Hasta ahora, en el mundo, se han documentado seis casos de prehabilitación invasiva y dos no invasiva. El objetivo último del proyecto es que este tratamiento previo a la cirugía se pueda realizar siempre que sea posible y dentro de la cartera de servicios del sistema público de salud. "Tratamientos con quimioterapia o inmunoterapia multiplican por diez el coste de este servicio", indicó Villabla. La quimioterapia vale unos 20.000 euros; una resonancia, 300 euros.

Dado que no hay dos tumores iguales –afectan a diferentes áreas y funciones y tienen dinámicas de crecimiento diferentes–, es necesario monitorizar y obtener datos objetivos de los cambios que se inducen para alejar las áreas críticas para el tumor. Caso por caso. Los candidatos a la neuroestimulación y el entrenamiento son los que disponen de dos o tres semanas de tiempo para poder prepararse antes de la cirugía.

Esta estrategia no siempre será posible, ya que aquellos tumores que provocan síntomas graves como hipertensión craneal, con vómitos y cefaleas, no pueden esperar tanto tiempo y deben ser operados en cuestión de días. Sin embargo, una vía a explorar es intensificar el entrenamiento para reducir esta preparación cerebral de los 21 días actuales hasta los 5, con aproximadamente diez sesiones. Financiado por la Fundación Joan Ribas Araquistain, el estudio ha reclutado a los primeros 14 pacientes (derivados de centros diversos, entre ellos el Hospital del Mar, Vall d'Hebron, MutuaTerrassa o Teknon), y hasta 2025 se quieren incorporar otras 16. Por el momento se están analizando los resultados de los diez primeros voluntarios. "Estadísticamente, son muy prometedores", asegura Tormos.

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