Neurociencia

Leed y vuestro cerebro os lo agradecerá

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Los estudios apuntan que los textos literarios contibueixen más a potenciar la empatía que el resto de textos

Decía Natza Ferré, en un artículo publicado en este diario, que “leer no nos hace más sabios, ni mejores ni más libres”. Para demostrarlo, esgrimía una verdad irrefutable: “Hay una lista considerable de imbéciles que tienen una biblioteca anchísima”. Quizá es cierto que no se le pueden atribuir según qué milagros a la lectura, pero hay estudios que demuestran que sí que tiene efectos positivos sobre el cerebro. Aprovechando la fiesta de hoy, repasaremos un par de motivos validados desde el punto de vista científico para salir a comprar libros.

Poda de sinapsis innecesarias

Se sabe que, durante la niñez, el cerebro es especialmente plástico, para facilitar el aprendizaje que tiene que hacer durante los primeros años de vida. Por eso lo que pasa en esta etapa tiene un impacto decisivo en su evolución. En un estudio dirigido por la neurocientífica Martha Farah, de la Universidad de Pensilvania, se siguieron a 64 niños de entornos socioeconómicos degradados durante casi quince años. En la primera visita, con cuatro años, se inventarió lo que tenían en casa, poniendo especial atención en los juguetes y los libros. La segunda se programó cuando ya habían cumplido los ocho y se aprovechó para evaluar otra vez el entorno. El estudio se concluyó diez años después de esta última visita, cuando a los voluntarios, ya adolescentes, se les hizo una resonancia magnética para ver las características físicas de su cerebro.

Los científicos observaron que los niños que habían accedido a más libros a los cuatro años (normalmente esto iba acompañado también de más juguetes) tenían dos regiones del córtex cerebral más delgadas. Como se podía esperar, una era la que se relaciona con el reconocimiento de las palabras. El entorno a los ocho años no tenía tanto impacto en el desarrollo de estas áreas, como tampoco le afectaban la calidad y la cantidad de atención que habían recibido de las madres.

Este efecto de adelgazamiento tiene que ver con la eliminación de sinapsis (las conexiones entre neuronas), que se produce cuando el cerebro madura. La estimulación adecuada a las edades tempranas provocaría que se “podaran” más eficazmente las sinapsis innecesarias y esto haría que el cerebro procesara información más rápido. El estudio subraya la importancia de tener las condiciones adecuadas cuando se está creciendo para que haya un desarrollo óptimo del cerebro y sitúa los libros entre los elementos que podrían ser importantes para definir el entorno adecuado.

Una buena teoría de la mente

El efecto beneficioso de la literatura no se limita a la infancia. Un estudio de los investigadores David Kidd y Emanuele Castano, de la New School for Social Research, en Nueva York, demuestra que leer ficción mejora la teoría de la mente. Una de las capacidades esenciales para poder interaccionar con otros seres humanos es deducir, a partir de una simple observación, que están pensando o cómo se sienten. Esta habilidad se conoce como teoría de la mente (el observador genera una teoría sobre el estado mental del observado) y es la clave de la empatía que hace falta para desarrollar relaciones sociales complejas. Tiene un componente afectivo que permite deducir las emociones del otro y uno cognitivo que serviría para anticipar las intenciones. El desarrollo de la teoría de la mente es un proceso importante durante los primeros años de vida, porque es el que definirá cómo los niños se relacionarán con otras personas.

Los investigadores analizaron el efecto de leer ficción o no ficción en los procesos relacionados con la teoría de la mente en un grupo de 86 voluntarios adultos. Primero se les dio un texto y después se les plantearon varios test clásicos que se usan para medir estos parámetros (como el llamado RMET, en el que los participantes tienen que identificar emociones viendo fotos de caras). Los que habían leído textos de ficción puntuaban más alto en todas las pruebas que quienes no habían leído nada o habían leído no ficción. Curiosamente, los resultados eran mejores si la ficción se podía clasificar como “literaria” (en este caso, que había ganado el premio de cuentos PEN/O. Henry, un prestigioso reconocimiento literario norteamericano que se otorga desde 1919) que si los textos eran considerados del tipo “popular” (sacados de una antología que contenía obras de autores clásicos de género como Lovecraft, Verne, Wells, Bradbury, Asimov, Chandler o Poe).

Los resultados demuestran el impacto a corto plazo de leer sobre las capacidades necesarias para socializar y los autores sugieren que esto también se mantendría a lo largo del tiempo. El motivo sería que la ficción nos ayuda a entender cómo piensan los otros usando los personajes como ejemplos de individuos que no tan solo podemos observar, sino con los que también podemos tener acceso a lo que les pasa por la cabeza.

Más allá del placer que proporciona la lectura, que ya tendría que ser motivo suficiente para dedicarse a menudo, la investigación científica confirma que los libros tienen más de un efecto deseable sobre el cerebro y que estos efectos pueden ser especialmente importantes en etapas formativas. Si todavía no lo habéis hecho, esto tendría que ser una excusa perfecta para ir a comprar uno a las personas que queréis... y a vosotros mismos.

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