Locales históricos

El Casa Leopoldo deja atrás los palillos asiáticos y recupera las banderillas

El grupo Banco de Boquerones se hace cargo del establecimiento histórico y pretende hacer un homenaje a su carismática propietaria ya los intelectuales que le frecuentaron

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La sala del Casa Leopoldo con las famosas baldosas de toreros.

BarcelonaEl restaurante Casa Leopoldo, ubicado en el siempre vibrante barrio del Raval, vuelve a empezar un nuevo capítulo de su extensa vida. Ponemos contexto para quien se hubiera perdido los capítulos anteriores. Este local histórico había sido gestionado por la familia Gil y era un clásico de la ciudad y el lugar de encuentro de intelectuales como Manuel Vázquez Montalbán –que era donde comía a su personaje Pepe Carvalho–, Maruja Torres, Eduardo Mendoza, Juan Marsé o Terenci Moix. El restaurante está decorado con muchos motivos relacionados con la tauromaquia. Desde carteles a unas baldosas preciosas que decoran la sala principal. Estas baldosas, por cierto, están protegidas y perfectamente conservadas.

Leopoldo Gil fundó el restaurante en el año de la Exposición Universal, en 1929. Su hijo Germán era torero y tuvo una hija, Rosa. Será precisamente ella la que hará funcionar el restaurante durante tantos años. Rosa Gil, por su parte se enamoró de José Falcón, que era... lo habéis adivinado: también torero. De hecho, los nuevos propietarios exhiben un cartel original de cuando Falcón debutó en la Monumental –lo encontrará enmarcado en el salón–. También está el de la corrida que puso fin a su vida, pero éste es una reproducción.

El reservado que lleva el nombre de Manuel Vázquez Montalbán

Volvemos a donde estábamos. Rosa Gil gestiona el restaurante hasta que en el 2015 la crisis le baja la persiana. Más tarde, tres cocineros de renombre le cogen el relevo para reflotarlo y mantener su espíritu. Son Òscar Manresa (Torre de Alta Mar), Romain Fornell (Caelis) y más adelante Rafa Peña (Gresca). Pero vino una pandemia y el proyecto no sobrevivió. Y aquí es cuando llegaron las últimas noticias que habíamos tenido hasta ahora. A finales del 2022 había sido adquirido por unas personas que ofrecían menú de mediodía por 12,50 euros. Se podía elegir entre platos como ensalada wakame, arroz frito al estilo chino, fideos fritos con ternera o ensalada con rollitos. Era un restaurante asiático en el que no habían cambiado la estética, y la comida que ofrecían no era de mucha calidad. Ese proyecto, claro, tampoco funcionó.

Explicado el contexto, es aquí cuando aparecen el grupo Banco de Boquerones, que ha recuperado ya espacios como el de Casa Ràfols, la antigua ferretería que tiene un sótano que fue refugio durante la Guerra Civil, o el colmado de Can Framis. Ellos han reintroducido en la carta la famosa cola de buey que atrapaba a Pepe Carvalho y han hecho una propuesta gastronómica vinculada con lo que se comía en la época de los Gil. Han invertido en renovar lo necesario, como el comedor de la entrada o los dos reservados: uno dedicado a Rosa Gil, que es todo rosa y no sería de extrañar ver a Dua Lipa un día, y uno sobrio y más mayor en honor a Manuel Vázquez Montalbán. En el comedor principal, el de las baldosas, encontrará la mesa que ocupaba el escritor, siempre mirando hacia fuera y de espaldas a la sala. Existe una pequeña placa conmemorativa y un cartel explicativo.

La sala Rosa Gil, reservado para un grupo de entre seis y ocho personas.

Los nuevos dueños han decidido empezar fuertes y ofrecen tanto almuerzo como cena los siete días de la semana. Han creado un espacio en el piso de arriba para ir a hacer la sobremesa y quieren que la clientela local vuelva al Casa Leopoldo para hacérselo suyo. Para Bruno Balbás, uno de los dos propietarios del grupo de restauración Banco de Boquerones, el Raval es un barrio "con mucha fuerza" y le reivindica como un lugar auténtico. "Ahora que la gente se queja tanto del turismo, en el Raval encuentras un barrio inmaculado. Está la Barcelona de hace 200 años y la ropa tendida en la calle", afirma. Según el empresario lo que hace falta es ayudar al pequeño comercio a abrir tiendas. "El Raval es un barrio tan bonito que, si todos nos lo creemos, primero de todos los empresarios pero después las instituciones y los clientes, podemos volver a levantarlo", asegura Balbás.

Probablemente, también hay estaría de acuerdo Toni Romero, el cocinero del Suculento, que se encuentra sólo a unos pasos y ha logrado tener un buen grosor de clientela habitual. De momento los nuevos inquilinos del Casa Leopoldo ya han hecho llegar su invitación a Maruja Torres, uno de los testigos que quedan de su época más rutilante, mucho antes de que nadie pudiera imaginar (ni siquiera Terenci Moix) que un día cambiarían las banderillas por los palillos chinos.

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