El taladrado de hoy es la historia de una mujer que quería romper almendras y rompió moldes

Él, Albert Rovira, es farmacéutico de profesión. Su padre también lo era. El abuelo también. Pero por las cosas del destino. El abuelo estaba "destinado" a ser campesino, pero tuvieron que cortarle la pierna. Entonces, claro, "tuvo que estudiar". La abuela de Albert, que "era muy espabilada, y el abuelo, muy obediente", le buscó una farmacia en la Espluga de Francolí, que se vendía. Se instalaron allí.

Ella, la abuela, era la media de tres hermanos. En la familia tenían una "rompedora" (el establecimiento, con maquinaria para romper las almendras). La abuela se la había contado a Albert. Ella, en la rompedora, "manejaba el cotarro", movía los sacos de avellanas, controlaba los números... Pero le apareció un hermano macho. Así pues, ella tuvo que hacer de "ama de casa". La rompedora la llevó el hermano. El hijo de esa pareja, lo que hizo, cuando pudo, fue comprar un viñedo. La quiero tener". Fue uno de los creadores del vivero de bodegueras de Barberà. Se implicó. Y este padre, hijo de la mujer de la rompedora y del farmacéutico accidental, le propuso a Albert: "Cogemos uva nuestra y hacemos botellas para nosotros". Así empezaron. El primer año contactaron con el enólogo Fernando Zamora (el primer enólogo de Clos Mogador, amigo de René Barbier), que es vecino de ellos. Les ayudó con la primera cosecha. "¡El segundo año hice la cosecha por teléfono!" Atareado como estaba les propuso pedir ayuda a Martí Magrinyà, uno de sus alumnos, que volvía de California y se había instalado en Espluga. Trabajan juntos desde el 2011. Ricard Banús se encarga de la logística y el "pagés estrella", dice Albert, es Marc Rossell

La historia de este vino, pues, es una mezcla de muchas cosas. en bodega, consiguen entrar en el mercado de Estados Unidos y venden el 90% de la cosecha, pero Donald Trump se lo echa por tierra con las políticas proteccionistas. Se reinventan –un verbo terrible, pero en este caso clavado– y realizan tres gamas nuevas de vino, tres tipos de vino. Buscan viñedos "raros", viejos, de campesinos que lo dejan... ¡En el pueblo tienen un viñedo prefiloxérico! El campesino les dijo que se la daba a cambio de dos cajas de vino cada año. Ése fue el trato, que no llegó a ver, porque murió. Entonces la hija habló con Albert. Un trato es un trato. Cada año recibe el vino y un poco de aceite. De esta finca hacen el vino 996, de la variedad garruta.

Elixir, el vino de hoy, sale de un solo viñedo. La Cuenca de Barberá en la prehistoria era un lago, y cada parte de esta cuenca, de este exlago, tiene un tipo de suelo. "En Poblet van bien las garnachas. En la zona que toca en Les Garrigues, hay garruts, parelladas y macabeos. Y en la zona de Solivella, y hasta Prenafeta, que es arenosa, están los taladros, que es el final del lago, todo arcilloso".

Tenemos, pues, un taladrado cien por cien, y no puedo admirar más esta fina variedad. El taladrado va muy bien con la cocina japonesa, porque tiene un punto especiado. No tiene volumen en boca, pero en cambio, qué longitud. Tiene acidez y, como la comida japonesa lleva grasa, va muy bien. Lo verán, este vino de hoy, en muchos restaurantes japoneses. También puede ser maravilloso con ensaladas que lleven romesco, bacalao, frutos secos... La gracia de este taladrado es que viene de un viñedo viejo, y así, al vinificarlo, se puede hacer lo más suave posible. "En bodega lo único que hacemos es acompañarlo. Vinificamos en un fudre de 2.500, queremos que se oxigene, que es una variedad muy reductiva. Y otra cosa del taladrado, que ocurre lo mismo con las parelladas, un año de botella les va divinamente". Disfruten de ese taladrado, de esta variedad, de esta historia.

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