La elección del Amparo

Un vino natural lleno de honestidad que les llenará la boca de cítricos y briox

El vino puede recordarles un cava, que ya hemos dicho que es un xarelo. Y el xarel·lo aguanta el paso del tiempo

3 min
Una botella del Petxina Blanc 2019.
  • Variedad: cartuja (xarel·lo)
  • Tarragona
  • Añada: 2019
  • Productor: Vinos Petxina
  • Para tomar solo escuchando el disco 'Pablo Honey', donde la electrónica está pero deja pasar la emoción, leyendo 'El arrancacors', de Boris Vian, comprado en la librería Papasseit, de Manresa.

Hoy, en la copa, tenemos un “vino natural”. Y habrá quien diga (yo misma) que "naturales lo son todos", y que quizá debemos llamarlo "de mínima intervención", pero alguien dirá (yo misma) que esto también es difícil de definir, porque, a veces , "no intervenir" podría restar "naturalidad". Pero el propietario del proyecto de hoy, Vins Petxina, llama “natural”, porque así todo el mundo entiende a qué nos referimos. Hoy, un vino sin sulfitos y lleno de honestidad.

Oleguer Brunet es el propietario de “Vins Petxina”, que es un proyecto que creó, quizás porque de pequeño los padres se lo llevaban a hacer viajes “gormands”. Hacían esto que muchos de nosotros hacemos (y que tanto desespera a nuestros hijos, de momento). Visitamos mercados, tiendas, hornos, queserías, restaurantes y bares, viñedos y bodegas... Él, que es de Manresa, a menudo veía que los amigos de Barcelona no conocían determinados manjares. Comenzó -la lógica de la vida le condujo- a exportar productos de comida. Se especializó en lotes de Navidad, donde siempre había vino, del Bages, sobre todo. Y al final, hablando con uno y otro, decidió “hacer vinos para gustos más minoritarios”. El enólogo que hace el vino de hoy es alguien a quien admiro mucho: Moisés Virgili, que tiene el proyecto (no se lo pierdan) 9Mes/ en la Nou de Gaià, donde también hace los Petxina. El Moisés, cuando heredó los viñedos del padre dejó de vender uvas en la cooperativa para hacerlas propias, con mucha pasión y mucha maestría. Tenemos en la copa—hecho por él—un xarel·lo, añada 2019. Y eso, esta añada, nos dará la explicación de que lo cambia todo.

El vino sin sulfitos, una vez embotellado, tiene una evolución muy grande en los primeros meses. Las primeras botellas del tinto que sacaron (un cabernet) vieron que debían retirarlas del mercado, porque daban unas notas (las que a menudo se asocian al vino “natural”) desagradables. Ante todo, sólo puesto a la venta, eran maravillosas. Había una fruta espectacular, como quien huele un bouquet de flores. Pero al poco tiempo, se cerraba y emitía ese aroma “de cerrado”. Dice Oleguer que “los que conocen este tipo de vinos ya lo entienden”, pero él quería llegar a los demás y no quería que el vino creara rechazo. El rechazo que crea, en ocasiones, el vino “natural”. Pero, y ésta es la magia de las botellas de vino, al cabo de un tiempo de reposo, el vino se volvía a abrir. Este "cierre" era el que permitía aguantar todo este tiempo sin oxidarse. La cuestión es, pues, que si le dejaban reponer mejoraba y, sobre todo, era muy estable. No era tan afrutado pero sí más elegante. Hacer esto significa "paciencia" en todos los sentidos. Cuando una bodega guarda botellas que podría estar vendiendo, hace un enorme sacrificio.

¿Y nuestro blanco de hoy? Tenía una acidez exagerada, como de sidra, pero que se quedaba ahí. Era poco agradable. Ahora, una vez repuesto, estas notas quedan mucho más redondeadas. El vino puede recordarles un cava, que ya hemos dicho que es un xarelo. Y el xarel·lo aguanta y aguanta el paso del tiempo.

“No soy enólogo, no tengo viñedo, nunca lo he tenido, ni he hecho ningún curso de sumiller. Yo creo que mi distancia me ayuda a ver las cosas con otra perspectiva”, dice Oleguer. Le escucho explicar cómo con la inteligencia de los campesinos se puede llegar a hacer un producto como el vino, sólo con uva, sin químicos. “Como he trabajado con los quesos, me gusta compararme. Ambos son productos de fermentación. Si vas a una tienda y dicen que la leche es pasteurizada y la otra con cruda, eliges la cruda. En el mundo del queso la técnica la tienen superdominada. ¿Y por qué no en el vino?”.

Si olfatean el Petxina blanc encontrarán cítricos, de manera que todos los que amamos los cítricos al vino estamos de enhorabuena. Encontrarán la bollería, por la larga crianza. En boca, la acidez de la manzana, la naranja, el limón, un recuerdo divertido de la sidra... Pero lo que más les sorprenderá es que tiene un sabor muy largo. Y al final, los frutos secos y el dulzor de la miel. Para maridarlo bien, lo que podrían hacer es hacer un arroz de verduras, todo de ahí, pero hecho con tiempo, poco a poco. Este vino no debería maridarse con una cocción rápida, con una tumba y tumba, para entendernos. Como ha estado tanto tiempo esperando, el almuerzo también debe ser una larga crianza, lo de “una buena comida hace de un buen esperar”. Será un salto mortal divertido y una cortina de terciopelo amable y acogedora, muy natural, para entrar en el mundo de los vinos... naturales.

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