Madres solteras por elección
Crece un 33% las mujeres que deciden ser madres en solitario en diez años y no compartir el peso de la crianza tiene consecuencias físicas y emocionales

BarcelonaEn España hay casi dos millones de familias monoparentales, el 81,4% de las cuales encabezadas por una mujer. La mayoría de estos hogares son monoparentales por procesos de divorcio o separación. En palabras del profesor del departamento de Antropología Social de la UB Xavier Roigé, "en contra de lo que se piensa, se trata de un elemento constante en la historia, cuya causa principal era el abandono familiar o la viudedad". Roigé insiste en que lo "nuevo históricamente" es la monoparentalidad por elección. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en España desde 2012 y hasta 2022 la cifra de madres solteras por elección se ha incrementado un 32,8%. En opinión de Roigé, el incremento de esta maternidad en solitario "se debe principalmente a la disociación del vínculo entre conjugabilidad y maternidad". Hoy en día, es posible y viable que una mujer pueda tener un hijo sin necesidad de tener una pareja, "bien sea por técnicas de reproducción asistida, bien a través de una adopción".
Una sociedad diversa como la nuestra también alberga modelos de familia diversos. Hay sin hijos y con hijos y, entre este segundo grupo, las conformadas, en el caso de los adultos, por un hombre y una mujer; una mujer sola; un hombre solo; dos mujeres y dos hombres. Cuando hay dos personas, del mismo sexo o no, también puede ocurrir que cada uno aporte a las criaturas de relaciones anteriores, lo que da lugar a las familias enlazadas. Un abanico cada vez más amplio que hace que todos, mayores y pequeños, naturalicen cada vez más toda esa diversidad. La combinación de cambios sociales, culturales y tecnológicos han "facilidad e intervenido en el acceso a la maternidad sin pareja", constata la psicóloga clínica del Hospital Universitario Vall d'Hebron Natàlia Calvo, quien también menciona que "las campañas de visibilización de familias monoparentales y la influencia de mujeres conocidas que han elegido esta vía.
Más vulnerabilidad
Xavier Roigé también señala que, aunque tendemos a asociar la monoparentalidad femenina con aquellos casos en que las mujeres lo deciden libremente y cuentan con buenos recursos o con una situación profesional consolidada, hay que tener en cuenta que la monoparentalidad femenina más habitual es fruto de separaciones o de circunstancias familiares difíciles, y que esto implica muy a menudo no a los que, a pesar de los avances en cuanto a la aceptación de unos modelos familiares cada vez más diversos, las madres solteras por elección aún pueden enfrentar riesgos de exclusión en diversos ámbitos. rocráticos, ya que muchas políticas de apoyo familiar todavía están diseñadas para unidades familiares tradicionales, y las ayudas para familias monoparentales no siempre son suficientes o están bien implementadas". En la escuela, pueden toparse con juicios o falta de comprensión, "ya que algunos contextos educativos todavía perpetúan prejuicios sobre familias no convencionales" y en otros contextos sociales pueden sentirse aisladas o invisibilizadas, "especialmente en aquellos en los que el modelo tradicional de pareja es el predominante".
Las madres en solitario a menudo manifiestan agotamiento físico y mental. Para Calvo, el motivo parece claro: suelen asumir la mayor parte de la carga física y emocional de la crianza, lo que puede aumentar su vulnerabilidad emocional y riesgo de agotamiento. "Esta situación –sigue– puede verse agravada por la falta de una red de apoyo adecuada, que es fundamental para garantizar el bienestar tanto de estas madres como de sus hijos". Y es que, sentencia la psicóloga clínica, "las redes de apoyo, tanto dentro de la familia como en el ámbito comunitario, deben proporcionar ayuda en tareas diarias, soporte emocional y un sentimiento de pertenencia, factores que resultan claves para reducir el estrés y el aislamiento".
Sandra Gosálvez, madre de Lucía, apunta que, económicamente, criar sola a una criatura es muy complicado. "Ya no sólo el proceso de reproducción asistida –señala–, sino en el día a día." "Si estás sola –prosigue–, solo puedes hacerlo si tienes un buen sueldo o una almohada". En su caso, reconoce que el apoyo familiar en ocasiones también ha sido económico, ya que puntualmente ha tenido que pedir dinero a sus padres. "El verano del 2023 estuve en paro seis meses y eso también fue un gran descalabro", recuerda esta madre que, pensando en el futuro y dejando de margen el dinero, también apunta que "hay que tomar decisiones como designar tutores legales para tu hija para cuando tú ya no estés".
El apoyo familiar, imprescindible
La presión económica, el aislamiento social y la carga emocional elevada que comporta criar a una criatura en solitario a menudo se puede contrarrestar con una red familiar que apoye a las madres. Contar con el apoyo de la familia se convierte en este sentido en uno de los elementos que suelen hacer que la balanza se decante hacia el sí cuando una mujer se plantea ser madre en solitario. De hecho, muchas de ellas debaten la decisión con sus padres y sus hermanos y les preguntan si podrán echarles una mano en términos logísticos o, en su caso, también económicos. Tal y como apunta el profesor en antropología social de la UB Xavier Roigé, "generalmente, existe una movilización familiar de apoyo y el nacimiento modificará las relaciones familiares y las intensificará". Muchos abuelos acaban viendo ese nieto o limpia "como algo muy positivo en la relación con su hija", sostiene.
Los lazos familiares de la Kyrennia Arellano ya eran suficientemente sólidos antes de la llegada de su hija, hace casi tres años y medio. Su proyecto de familia no pasaba por ser madre en solitario. "Yo siempre había soñado con una familia convencional: el marido, la mujer, el hijo y el perro, pero por circunstancias al final me convertí en madre soltera". Al principio para ella fue un choque, explica, "porque no podía dejar de pensar en lo que podía haber sido y finalmente no fue". Sin embargo, la joven, de 32 años, confiesa ser muy feliz con su situación. "Estoy muy satisfecha porque tanto mi hija como yo somos la mar de felices, y eso no cambiaría por nada", afirma. A este estado de plenitud ha influido el apoyo incondicional que ha recibido por parte de sus padres y su hermana, con los que conviven. "Mi familia ha sido mi apoyo desde que me quedé embarazada", destaca Arellano.
Cuando las criaturas de familias monoparentales preguntan sobre la ausencia de un padre o madre, para la psicóloga clínica Natàlia Calvo, "es fundamental responder con sinceridad adaptando el lenguaje a la edad ya la capacidad de comprensión del niño o la niña". Los expertos recomendamos explicar la realidad con claridad, siempre enfatizando que esta estructura familiar "no afecta al amor ni a la estabilidad que reciben". A su juicio, es clave transmitir "que hay muchas formas de familia y todas son igualmente válidas", lo que "ayuda a construir una autoestima fuerte ya prevenir sentimientos de diferencia o exclusión, así como a reforzar la positividad en su estructura familiar y el vínculo emocional, tan decisivo para contrarrestar cualquier influencia negativa externa". Calvo recomienda hacer uso de cuentos, historias o recursos visuales que representen a familias diversas para normalizar estas otras realidades familiares. "También es necesario prepararse para responder con serenidad ante posibles preguntas inesperadas o momentos de comparación con otros compañeros de escuela", concluye.
¿Lo debo estar haciendo bien?
La presión de criar en solitario también se acentúa por no tener una segunda opinión, la de la pareja, y dudar de si se estarán tomando las decisiones más acertadas en cada momento. "Yo es cierto que, en el ámbito logístico, cuento con el apoyo de mis padres, quienes siempre han respetado mis decisiones en torno a la educación y la crianza de mi hija", apunta Arellano. La joven reconoce que es ella, sin embargo, quien siempre les está pidiendo consejo a ellos. Al margen del apoyo que encuentra en los abuelos y la tía de la pequeña, Arellano reconoce que en momentos puntuales sí ha añorado una figura paterna. "Me pasaba cuando mi hija era muy pequeña y por las noches no dormíamos nada, o ahora, de mayor, cuando he tenido que enfrentarme a alguna pataleta y me habría ido muy bien incorporar otro punto de vista para gestionarlo, pero son momentos contados", destaca.
Sandra Gosálvez, madre de Lucía, de 8 años, explica que la logística cuando estás sola es muy complicada. "También tienes la sensación de no llegar a todo, sobre todo al principio, lo que provoca ansiedad y angustia", apunta esta madre, de 51 años, quien también teme equivocarse en sus decisiones hacia la crianza de su hija. "Al fin y al cabo, las tomo sola, no tengo otro adulto de referencia con quien compartirlo", lo que apunta que a la vez es la parte más satisfactoria de la monoparentalidad femenina. "Al no haber otro punto de vista, no existen peleas ni confrontación en las decisiones, sino coherencia y estabilidad", subraya.
En cuanto a compartir la crianza con una hipotética pareja, Kyrennia Arellano explica que echa de menos tener pareja pero para cubrir cierta parte afectiva suya –y no siempre–, pero no tanto para la niña. "Es más porque me gustaría charlar con alguien que no fuera ni una amiga ni mi madre y contarle mi día a día". Pero no por darle un padre a su hija, dice. "Porque, de hecho, a mi padre ya le dice papá . Para mi hija, papá es él, y nunca tendrá otro padre que no sea él. Si ella llega a tener un hermano para que yo tenga otro hijo con otra pareja y quiere llamarlo papá , adelante, no tengo ningún problema, porque ella tenga claro que aquél sería el padre de su hermano. dejaría que una hipotética pareja me hiciera elegir, porque sería él quien saldría claramente perdiendo ", explica. Sandra Gosálvez, madre de Lucía, asegura que si en algún momento tiene pareja, tiene claro que su hija es suya. "Pese a poder compartir tiempo los tres, las decisiones relativas a la crianza ya la educación de Lucía sólo me pertenecen a mí", asegura.
Nada menos valiente
Gosálvez ha vivido mucho tiempo sin pareja. La primera idea en torno a ser madre apareció en torno a los 37 años, pero en ese momento la frenaron "inseguridades" en torno a si sería capaz de llevarlo adelante ella sola y de si económicamente sería capaz de mantener ambas. Las ganas volvieron hacia los 41 y, tras un tratamiento de reproducción asistida, se convirtió en madre a dos meses de cumplir los 43. Antes de iniciar el tratamiento también se planteó adoptar, pero en ese momento la administración cerró el acceso a las familias monoparentales en varios países. "A veces me dicen que he sido muy valiente, pero siempre digo que no soy diferente a cualquier otra madre, esté criando en pareja o no; la única diferencia radica en la decisión de hacerlo en solitario", señala.
En su caso, la familia extensa es grande. Además de sus padres, tiene un hermano tres años menor, casado y sin hijos, tíos y dos primos, también sin hijos. La decisión de ser madre la compartió con sus padres desde el primer momento. "Mi madre me acompañaba a las visitas durante el embarazo y vino a mi casa un mes cuando nació la niña", explica. Su tía más joven es la madrina de Lucía y también le ha ayudado mucho. Antes, los abuelos de la criatura eran quienes la recogían en la escuela y le esperaban hasta que llegara del trabajo y ahora, que son mayores, mira qué les pide y hasta dónde. Actualmente, explica, su red es algo distinta. Hace poco ha empezado en un nuevo trabajo que le brinda mayor flexibilidad. Sin embargo, cuando lo necesita, acude a la canguro oa la red de madres de la escuela y de las extraescolares.