Arte

La rocambolesca historia del cuadro troceado de Anglada Camarasa

Una coleccionista demandó al artista por reclamarle un fragmento de un cuadro monumental

'Valencia'
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BarcelonaHermen Anglada Camarasa (Barcelona, 1871–Port de Pollença, 1959) fue un artista muy consciente del valor económico de su obra. Cuando era joven tenía la fama de que, antes de malvender un cuadro en tiempo de necesidad, prefería pasar hambre. Los documentos que su hija, Beatriz Anglada Camarasa, donó en 2021 al Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC) muestran cómo Anglada trajo un control muy escrupuloso de sus pinturas. También quedó recogida una historia rocambolesca y hasta ahora poco contada: el litigio que Francisca Susany, la viuda del banquero Josep Maria Madico, puso en marcha contra Anglada en 1952 para reclamarle un fragmento del cuadro monumental Valencia. ¿Cómo reclamar un pedazo de cuadro?

Valencia es una alegoría del País Valenciano con dos grupos de mujeres y guirnaldas de flores y frutas, ambos a ambos lados de un gran arco floral. Cada uno de los grupos está formado por cuatro figuras. Susany aseguraba que su marido, Madico, había comprado, en agosto de 1932 y por 60.000 pesetas, un fragmento de "tres por cuatro metros en el sentido apaisado" del cuadro y la pintura La fábula de Jaca (también conocida como Los enamorados de Jaca), y aseguraba que no había recibido el fragmento del cuadro. Según los abogados de Anglada, Madico no pagó, por lo que el artista no le envió el fragmento de Valencia. El fin de Madico fue trágico: era el director de la red de oficinas del Banco de Crédito Balear y se suicidó en París en 1934 después de que el banco se declarara en suspensión de pagos.

Los abogados de Susany acompañaron la demanda con una reproducción del cuadro con el fragmento que su clienta decía que había comprado marcado en negro, y también un artículo sobre el caso que Félix Tejada publicó en la revista Voy en 1952 con una propuesta de división del cuadro. Todo apunta a que el artículo fue fruto de una filtración de los abogados de Susany, porque Tejada recogía sus argumentos. Pero, al mismo tiempo, Tejada criticaba que Anglada hubiera pintado un cuadro gigantesco y que hubiera querido vender un fragmento. “Mostramos nuestra extrañeza por esta práctica de confeccionar un cuadro de unas dimensiones abrumadoras, sin ningún encargo para más tarde, cuando debe encararse con la realidad, con la vertiente comercial dentro de lo artístico –el artista también come pan –, tener que incurrir en el absurdo de fraccionar un cuadro”, afirmaba Tejada.

Uno de los elementos más conflictivos es la definición del fragmento que Susany afirmaba que su marido había comprado, como le espetaron los abogados de la parte contraria, porque el recibo que ella tenía no recogía qué parte había comprado Madico. "[Susany] pretende que el lienzo en cuestión debe ser forzosamente un fragmento correspondiente a la parte inferior izquierda del total del cuadro, y no otro cualquiera, y también quiere que sea forzosamente de dimensiones distintas de las que se indican en el recibido, así que en lugar de tres metros de ancho, cuatro, y en lugar de cuatro de alto, tres. ¿Por qué? Pues porque a ella le gusta más el fragmento que reclama". Susany se quejaba de que el fragmento recogido en el recibo cortaba “narices, ojos, cuerpos e incluso pelo”. Pero los abogados de la parte contraria le reprochan que, según su propuesta, una figura femenina quedaba cortada de arriba abajo, y también quedaba cortado, por la mitad, un caballo.

Un punto de inflexión en la obra de artista

Anglada Camarasa terminó Valencia en 1910, seis años después de un viaje a la ciudad de Valencia que supuso un punto de inflexión en su trayectoria, al quedar fascinado por la explosión de color que pudo ver en las fiestas populares. Para profundizar, llegó a comprar prendas y adornos y se los llevó a su estudio en París. Anglada siguió pintando temas valencianos durante años, como recuerda el historiador Francesc Fontbona, y los combinó con otros gitanos. Pero hay que tener en cuenta que estos temas no reflejan un interés de Anglada por temas identitarios, sino que fueron un pretexto para “elaborar combinaciones de colores intensas y contrastadas”.

Más adelante, Valencia se pudo ver en la Exposición Universal de Barcelona en 1929. Como era tan grande que no podía tenerlo en casa, Anglada lo dejó en depósito en el Museo de Arte Moderno que hubo en el Parque de la Ciutadella. En paralelo a Anglada, Susany también denunció al Ayuntamiento de Barcelona, como depositario del cuadro, ya la Junta de Museos. Ambas demandas acabaron con sentencias favorables al Ayuntamiento de Barcelona. Desde el consistorio le respondieron, como consta también en los documentos, que la institución era un “simple custodio” del cuadro. Asimismo, advertían a Susany del daño patrimonial que supondría cortar el cuadro en diferentes partes: “De producirse la segregación de la forma interesada se destruiría por completo la obra de arte que amo esencialmente indivisible, porque ni tiene unidad el fragmento pedido, ni sobre todo, podría sustituir con independencia al resto del cuadro, en el que sólo quedarían unas figuras de menor importancia dentro del conjunto alegórico y unos motivos fragmentarios al fondo, totalmente inútiles sin la parte segregada”.

En CaixaForum de Palma

Según otros documentos de la Junta de Museos conservados en el Archivo Nacional de Cataluña, el Ayuntamiento de Barcelona también cuestionó los tamaños del fragmento que proponía Susany recordando que la pintura estaba formada por dos paneles y que el museo sólo exponía el de la parte inferior. Los documentos que la familia dio al MNAC son copia de los que conservan los herederos. Llegan hasta 1958, y la limpia del artista, Silvia Pizarro, afirma que no han encontrado documentos posteriores al archivo del artista en el Port de Pollença. Sea como fuere, el cuadro se conserva intacto, sin fragmentar, en el CaixaForum de Palma después de que la Fundación La Caixa compró una amplia selección de pinturas y dibujos de Anglada Camarasa en 1988 y los objetos de su taller.

Valencia estuvo en el Museo de Arte Moderno hasta finales de los años 60; la viuda del artista, Beatriz Huelín, levantó su depósito en 1967. Antes había intentado hacer una donación a los Museos de Barcelona, pero el director, Joan Ainaud de Lasarte, no la aceptó por los problemas administrativos relacionados con un cuadro titulado Phaléne y con Valencia. En cuanto al otro cuadro de esa donación, La fábula de Jaca, se pudo ver en unas salas del Palacio de la Generalitat en los primeros años 70 junto con media docena más de pinturas de Anglada que el matrimonio Madico Susany había comprado, entre las que se encontraba Phaléne. Más adelante, Susany dio los cuadros a la Diputació de Barcelona en concepto de pago de impuestos, y después la Diputació los repartió entre distintos museos: La fábula de Jaca fue para la Biblioteca Museo Víctor Balaguer de Vilanova y la Geltrú; Granadina, Nocturno de París y Phaléne, ahora con el título de Mariposa de noche, para el MNAC, y Retrato de la señorita Ramona Prada para el Museo de Arte de Cerdanyola.

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