Cuando el debut de Lobezno se publicó en nuestro país a finales de 1974 (en el número 4 del segundo volumen de La Masa ), el traductor de los cómics de la editorial Vértice, Salvador Dulcet, se halló ante un dilema: el nombre en inglés del personaje, Wolverine, que proviene de un mamífero carnívoro muy típico del norte de Canadá, se traduce al castellano como Glotón (en catalán, Golut), que no transmitía la fuerza y la animalidad del personaje. Dulcet primero optó por Lobato y, en la siguiente aparición de los personajes (en 1978) ya se decidió por Lobezno, nombre en castellano de la cría de lobo, que pese a no ser la traducción más fiel captura el espíritu del personaje. La denominación cuajó tanto entre los lectores que incluso se incorporó a las películas de los X-Men y de Lobezno en solitario. En catalán, a Lobezno le llamaríamos Llobató, pero en 50 años de historia del personaje nunca se ha editado en catalán, aunque las editoriales que han publicado los cómics de Marvel (Vértice, Planeta de Agostini y Panini) tienen la sede en Cataluña.
50 años de Lobezno, el antihéroe salvaje de Marvel
El último gran icono cultural surgido de los cómics cumple medio siglo mientras triunfa en el cine
Barcelona“Snikt”. Estas cinco letras han representado desde hace medio siglo el sonido con el que las garras metálicas salen de las manos de Lobezno y es lo único que millones de lectores necesitan para identificar al personaje, uno de los pocos de la historia del cómic con onomatopeya propia. Este martes se cumplen 50 años de la llegada a los quioscos estadounidenses de The Incredible Hulk #181, la primera historia del personaje –aunque los lectores ya habían tenido un primer contacto en la última viñeta de The Incredible Hulk #180–. No fue un debut demasiado esperanzador: siguiendo órdenes del ejército canadiense, Lobezno interrumpía una lucha entre Hulk y el Wendigo y acababa noqueado por el monstruo verde sin haberle hecho ni un rasguño. Nada hacía intuir que ese tipo con garras de adamantium (el metal irrompible del universo Marvel) y uniforme amarillo chillón se convertiría en uno de los personajes más emblemáticos del cómic, seguramente el último gran icono cultural surgido de Marvel y el único que puede rivalizar en popularidad con Spiderman. Tanto que su regreso a la pantalla con Deadpool & Lobezno acaba de convertirse en el mejor estreno del año.
Precisamente, Deadpool & Lobezno contiene una secuencia que sirve de homenaje a las diferentes etapas, uniformes y versiones del personaje, una multiplicidad que resuena desde un nacimiento que, al estilo de los primeros tiempos de Marvel, es un ejemplo de creación colectiva, incluso corporativa: el editor jefe de la época, Roy Thomas, quería un personaje canadiense como guiño al segundo mercado más importante de la editorial, así que se sacó de la manga el nombre (Wolverine) y le encargó el diseño al director artístico de la casa, John Romita Sr. Sin embargo, la presentación del personaje en la serie de Hulk corrió a cargo del guionista Len Wein y el dibujante Herb Trimpe, y habría que añadir a Dave Cokrum, que en el debut de Lobezno en los X-Men (al mítico Giant Size X-Men #1) acabó de pulir el uniforme y, más adelante, creó el característico peinado y aspecto del hombre que se escondía bajo la máscara.
Sin embargo, es otro autor que nunca aparece acreditado como creador de Lobezno quien más influyó en el destino del personaje: Chris Claremont, guionista de los X-Men desde 1975 hasta 1991, convirtió al retaco pendenciero heredado de Wein en un carismático hombre de honor con muchas capas, ejemplo de la dualidad entre la naturaleza salvaje del ser humano y nuestra capacidad de raciocinio. “La gran contribución de Claremont al personaje es la complejidad –explica al ARA el teórico e investigador Andrew Deman, autor del ensayo The Claremont Run: Subverting gender in the X-Men (2023) que hace unos días ganó el Eisner a mejor obra de no ficción sobre cómics–. Claremont le dio a Lobezno una relación compleja con la hiperviolencia que le definía como personaje, convirtiéndolo así en una especie de figura trágica: un hombre en conflicto con el rasgo que más claramente le identifica”.
La bestia interior
Este dilema ya está implícito en la frase más característica del personaje: "Soy lo mejor en lo que hago, pero lo que hago no es bonito", repetida a menudo en los cómics y las películas, que encapsula la contradicción intrínseca del héroe . “La lucha de Lobezno por controlar a su bestia interior y por no sucumbir a sus impulsos salvajes representa, convenientemente ficcionada, el conflicto entre las pulsiones que todos tenemos dentro”, escribe el crítico y teórico Gerardo Vilches en el ensayo Lobezno: el antihéroe y su dilema, incluido en el libro Hijos del átomo. Once visiones sobre La Patrulla X (Alpha Decay, 2015). “Lobezno sabe que cada vez que desenfunda las garras tendrá que pagar un precio, es consciente de la inmoralidad de sus acciones y de cómo lo ven los demás. Es un antihéroe puro”.
Con Claremont al timón y el dibujante John Byrne aportando ideas, X-Men se convirtió en la serie número 1 de Marvel y Lobezno en el favorito de los lectores. No es un adolescente torturado como Spiderman ni un héroe de una prenda como el Capitán América, sino un hombre cínico y endurecido, con un pasado misterioso y un código moral al margen de las convenciones sociales. Un arquetipo muy parecido, como apunta Vilches, al héroe crepuscular del western, “cuyas acciones violentas del que permiten fundar una sociedad más civilizada y pacífica en la que dichas acciones no tendrían cabida”. El escritor Gonzalo Torné, enamorado de los X-Men de Claremont, destaca el recorrido del personaje "desde la animalidad hasta una especie de madurez más propia de un líder". “Al principio el personaje era muy misterioso, no sabías muy bien de dónde había salido –añade–. Un profesional, al contrario que Spiderman. Las garras molaban. Y de tanto contenerse era muy emocionante cuando las circunstancias le obligaban a soltarse”. En un momento clave del personaje, a punto de casarse con su novia japonesa, es abandonado y la viñeta se cierra sobre su ojo, donde empieza a formarse una lágrima.
Una de las ideas que Claremont aporta al personaje es la de Lobezno como samurái caído en desgracia, una narrativa que explora en profundidad su primera miniserie de 1982, con dibujos de Frank Miller. En Estados Unidos post-Vietnam de principios de los 80, el arquetipo del guerrero roto por dentro se expresa en la figura del veterano de guerra: solitario, lleno de heridas psicológicas y con un carácter volátil y antisocial. La psicóloga Suzana E. Flores analiza en el ensayo Untamed (McFarland & Company) la personalidad de Lobezno desde la óptica del trauma, que ella conoce bien, ya que, como explica en la introducción, conectó con el personaje al poco de ser víctima de una agresión sexual. “Fue su oscuridad y agresividad lo que me atrajo de él –escribe Flores–. Quería comprenderlo porque, durante esa época de mi vida, tenía más en común con él y con su rabia de lo que me gustaba admitir”. Para Flores, Lobezno nos enseña que es posible "poseer cualidades humanas positivas y reconocer nuestra tendencia a la brutalidad". “Representa un camino doloroso para mucha gente, pero también nuestra curación, resiliencia y crecimiento –añade–. Abrazar mi Lobezno interior me permitió asumir mi propio sufrimiento”.
¿Masculinidad hipertóxica?
La complejidad que Claremont introduce en Lobezno le lleva a convertirse en un personaje de una masculinidad paradójica: aparentemente muy basada en la agresividad y la fuerza y, por tanto, muy tradicional, incluso estéticamente (debe ser el único superhéroe que lleva habitualmente camiseta Imperio), y, sin embargo, con una gran empatía y siempre dispuesto a defender el liderazgo femenino: además, es quien suele ejercer de figura paterna de las miembros más jóvenes del grupo. Para la dibujante madrileña Carla Berrocal, Lobezno es “un machirulo tremendísimo que representa esa masculinidad hipertóxica del hombre que nunca habla de sus emociones, pero al mismo tiempo es un personaje de una gran fragilidad y una sensibilidad exagerada que le hacen muy interesante”.
Berrocal, que acaba de publicar el magnífico western distópico La tierra yerma (Reservoir Books, 2024), protagonizado sólo por mujeres, confiesa que el primer cómic que leyó fue precisamente uno de Lobezno, que se convirtió en su personaje favorito. “Entonces, aquella representación de una hipermasculinidad exagerada me encantaba –confiesa–. Yo siempre digo medio en broma que Lobezno fue la primera lesbiana que conocí, tan peludo y con esas camisas de cuadros... Y me sentía muy identificada con su amor imposible por Jean Grey, que estaba con un tipo heteronormativo de cuerpo perfecto [Scott Summers] mientras que Lobezno era un viejo cascado de quien ella pasaba. En ese rechazo, de alguna manera, yo me identificaba como lesbiana”.
Como ocurre a menudo en un medio artístico tan sometido a las exigencias del mercado como el del cómic, el éxito de Lobezno provocó una sobreexplotación del personaje, que a finales de los 80 inauguró serie regular propia y multiplicó sus apariciones como invitado especial en otras series de la casa. Desde que un Claremont sobrepasado cedió el control del personaje, Lobezno ha ido pasando de manos en manos –y de grupo en grupo, pasando temporadas en Los Vengadores y Los Cuatro Fantásticos– con resultados a menudo cuestionables, pero ocasionalmente brillantes, como en la serie Arma X del maestro Barry Windsor-Smith, o la versión futurista y crepuscular que Mark Millar y Steve McNiven orquestaban en Old Man Logan, el Sin perdón de Lobezno. Y en 2002 se rompió la ley no escrita de mantener el misterio en torno a su origen, revelando la miniserie Orígenes su nombre real (James Howlett) y relatando su infancia en el Canadá del siglo XIX. “Todo esto resta mucho más de lo que aporta al personaje, que se movía mejor entre sombras –escribe Vilches–. No necesitamos saber de dónde viene Lobezno porque siempre lo hemos sabido: viene del bosque, es decir, de nuestro inconsciente. Es un símbolo, y funciona mejor cuanto más simple permanezca”.