Literatura

Francis Picabia y Benet Rossell se van de copas

En 'Las playas de la nuca', Joan Vigó juega con las convenciones de género y borra fronteras entre realidad y ficción enlazando a dos vanguardistas e indagando en la vida de la enigmática Berta Epstein

2 min
Un autorretrato de Benet Rossell en uno de los característicos 'cubitos' del artista
  • Joan Vigó
  • LaBreu Ediciones
  • 206 páginas / 17 euros

Por un lado, tenemos Antoni Miralda y Benet Rossell en un avión de dos pisos, con barra de bar y permiso para fumar, volando hacia el Nueva York de los años 70. Por otro, estamos en plena época de vanguardias y asistimos a una conversación entre Francis Picabia y Pablo Picasso sobre mujeres jóvenes, una de las pasiones que comparten. En la intersección entre estas dos historias, el trabajo de detective privado que ya lleva tres libros desempeñando el poeta Joan Vigó (Barcelona, ​​1964) ha colocado una perla: la vida breve e intensa de Berta Epstein, una poeta que se suicidó tirándose al río Sena en 1924, cuando era amante de Picabia.

Muchos años después, el artista leridano Benet Rossell solicitó al Centro Georges Pompidou una copia de unos dibujos que Francis Picabia había hecho para la revista Literatura. El envío le llegó con toda profesionalidad y con un añadido: poemas de una tal Berta Epstein que Picabia había enviado a André Breton, confiando en que el poeta y líder de los surrealistas sabría qué hacer con él. Cuando, en el 2019, poco después de la muerte de Rossell, Joan Vigó puede entrar en su taller y abrir una caja metálica donde dice “Picabia”, donde está ese mismo sobre con los poemas, el hallazgo dobla algún repliegue del tiempo y acaba generando un libro como Las playas en la nuca, que es a la vez un tratado de arte, un poemario, un canto de amor a Rossell y Picabia ya la fuerza del azar y la ficción: “Se trataba, tal vez, de encontrar la verdadera ficción que dispara en las playas de la nuca de la falsa realidad. No hace falta entenderlo todo”.

Jugar al gato y la rata con el lector

Con las mismas cartas que manejan los realizadores de falsos documentales, Vigó juega al gato y al ratón con el lector: ahora te coloco un pie de página con una referencia a una exposición de la Sala Dalmau de los años 80, ahora una foto de Picabia, Picasso y compañía, ahora una foto de una chica que se dice que es la única de la judía morfinómana que se prostituía en los urinarios de París, ahora incluyo un número más de la colección de poesía Alabatre con poemas de Berta Epstein... Todo para hacerle bailar la cabeza sobre el concepto de verosimilitud y sobre lo que está leyendo: ¿existió una chica como Berta Epstein, poeta olvidada y maltratada por un mundo eminentemente masculino? ¿O es un producto de la pluma de Vigó, que homenajea a esta y tantas otras artistas que sufrieron un destino parecido, el del olvido?

Con este título, Joan Vigó cierra una serie de tres libros que abren muchísimas posibilidades a la narrativa tradicional, porque juegan con las convenciones de género y borran fronteras entre realidad y ficción. Son libros fieles a una concepción lúdica de la literatura, de espíritu oulipiano, que reivindican otra forma de concebir la literatura, lejos de la mayoría de producciones adocenadas que nos deparan la mayoría de escritores de hoy.

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