Historia de las mujeres

El prodigio de Juliana Morell: la monja filósofa y mística del siglo XVII

Una exposición en el monasterio de Pedralbes explica quién era esa humanista que defendió una tesis doctoral pero nunca pudo pisar la universidad

Una imagen de la exposición que puede verse en el Monasterio de Pedralbes
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Barcelona"Un día entró en un monasterio de monjas dominicas reformadas donde se quedó a pesar mío. Es tenida por una santa. Que no piensen que es un milagro, ya que en buena parte se debe a mi diligencia, que los buenos maestros , los buenos libros y la perseverancia hacen esas cosas que parezcan milagrosas", escribe en una carta Joan Antoni Morell, desde Lyon, donde había tenido que exiliarse después de que le acusaran de asesinato el 12 de septiembre de 1613.

Fue un hombre bastante excepcional porque a principios del siglo XVII no abundaban los padres que se preocuparan, como lo hizo él, por la educación de las hijas. La suya, Juliana Morell, nacida en Barcelona el 16 de febrero de 1594, tenía una inteligencia excepcional. Era la hija ilegítima de Juan Antonio y de una sirvienta, pero el padre invirtió mucho dinero en su educación. De hecho, las facturas son una de las pistas que ha seguido la filósofa Georgina Rabassó para averiguar la formación de esta mujer, que defendió tesis orales en filosofía (lógica y moral) a los 12 años en el salón de su casa, en Avinyó, frente a hombres eruditos y académicos. Un hito que lo convirtió en la primera doctora extrauniversitaria (nunca pudo pisar un aula) de la historia en Europa.

Ahora se puede conocer parte de su vida en El legado reencontrado de Juliana Morell (1594-1653) en el monasterio de Pedralbes. La exposición, comisariada por Rabassó, doctora en filosofía por la Universidad de Barcelona, ​​podrá verse hasta el 14 de abril del 2024. "Hemos querido que fuera una exposición muy sensorial", destaca la comisaria. Se pueden sentir los pájaros, que tienen bastante que ver con la biografía de Morell e, incluso, sentir el olor a santidad que experimentó la joven barcelonesa cuando pasó ante el monasterio de Santa Pràxedes de Avinyó, donde decidió ingresó en 1609. "Le ha hecho una perfumista a través de las descripciones que hemos encontrado y que han hecho sobre todo mujeres de este olor", detalla Rabassó.

La fuga a Francia

Cuando tenía 4 años, Morell tenía tres maestros y estudiaba más de ocho horas al día. "A esa edad nunca le di ni albaneca ni pájaro ni otras criaturadas si no me lo pedía en buena frase latina, la cual preguntaba a sus maestros", escribe en una carta su padre. Cuando hizo 14 se formó en filosofía, teología y jurisprudencia, y dominaba el catalán, el castellano, el francés, el latín, el griego y el hebreo, y conocía al sirio y posiblemente al árabe. Su padre debía de ser muy exigente: "Era un hombre bastante inteligente que se dedicaba al negocio de las telas, tenía cuatro tiendas en Barcelona y Lleida, pero comerciaba con otros objetos como joyas, obras de arte... No tenía licencia para ello y eso le ocasionó muchos litigios", detalla Rabassó.

Cuando su padre fue acusado de un crimen pasional, Juliana Morell, que entonces tenía siete años, tuvo que marcharse a Francia. Creció en el país vecino, pero firmó siempre como Julienne Morell, barcelonesa. Su padre la hacía vestir como una monja capuchina para alejarla de "puerilidades" y evitar que se distrajera en conversaciones mundanas. Sin embargo, cuando tuvo que defender la tesis le elaboró ​​un traje especial y único, porque no había ningún referente de cómo vestir a una mujer para un acto académico. En la exposición han elaborado uno expresamente, de terciopelo y azul (el color de la sabiduría), que intenta reproducir cómo sería.

Desde Francia, el padre siguió comerciando con Italia, Alejandría, Alemania... "Se llevaba a la hija y ella se fue formando en distintos países", detalla la comisaria. Cuando Juliana cumplió 16 años, el padre quiso casarla, pero ella se negó y prefirió entrar en un convento. "El padre se enojó y le negó la dote necesaria para entrar en el convento", explica Rabassó. Juliana, que era ya bastante conocida y una mujer célebre por la defensa de la tesis, escribió a personas influyentes y logró una mecenas. Mi padre no cedió fácilmente, no quería perder el control de su hija. "Incluso, propuso construir una celda anexa al convento para que él pudiera seguir viéndola y hablar con ella, pero ella se negó", detalla la comisaria.

La herencia judía

Juliana se hizo monja en un convento católico, pero la cultura hebrea formaba parte de su legado familiar porque, a pesar de que no existen pruebas documentales, todo indica que era descendiente de judíos conversos. Nunca renunció a esa parte de su herencia. Tenía trece gramáticas hebreas de distintos autores. En Santa Pràxedes, en Aviñón, hizo de maestra de novicias y priora, convirtiéndose en una religiosa dominica muy activa y una voz escuchada en la época de la Contrarreforma. Desde allí hizo una ingente labor de traducción y escribió mucho. Hizo traducciones comentadas del Tratado de la vida espiritual de Vicent Ferrer, un feroz enemigo de los judíos, y de la regla de Agustín de Hipona. Morell escribió Ejercicios espirituales sobre la eternidad, que se conserva en la Biblioteca Ceccano de Aviñón, y que ahora se traducirá al catalán y publicará la Universidad de Barcelona.

Desgraciadamente, el manuscrito de tesis que escribió y presentó el día en que cumplió 12 años se perdió, pero Rabassó confía en encontrar alguna copia porque Morell la envió a cinco reinas hispánicas que se encontraban en diferentes cortes europeas en ese momento, y al papa Pablo V. A los suyos Ejercicios espirituales, Morell describe la historia del monasterio y su reforma religiosa. En el capítulo cinco, uno de los más importantes del libro, analiza el espíritu con el que el catolicismo francés abordó la renovación cristiana. A Morell le interesaba sobre todo cómo perfeccionar el alma y la relación entre la eternidad y la temporalidad. Su formación filosófica hizo que analizara las palabras de Jesús desde un punto de vista aristotélico. En el monasterio fue maestra de corazón, tocaba el órgano, la espinita y el laúd y componía.

Para Morell, traducir era conversar y estar en compañía. "La lectura bien hecha es una excelente preparación para la oración, o más bien parte de la oración, ya que Dios nos habla a través de los buenos libros", escribe. No debían asustarla los retos porque también quiso unir el racionalismo con el misticismo erótico, aparentemente irreconciliables. Para ella, razón y amor podían ir de la mano. "La esperanza y la confianza también nacen del deseo. Estas dos virtudes deben ir juntas, y así, al hacerse compañía lo logran todo", reflexiona. Es bastante singular también su visión del infierno: "Si conversar con una o dos personas contrarias a nuestro humor nos resulta tan molesto y nos parece tan insoportable, como sería estar eternamente con esa innumerable y maldita chusma de almas condenadas sin poder escondernos".

Morell es, junto con Teresa de Jesús, la única mujer que hay en el paraninfo de la Universidad de Barcelona. Le acompañan más de un centenar de hombres. No fue la única mujer que destacó en los siglos XV, XVI y XVII. En la exposición se pueden leer muchas más: Santa Hipólita de Rocabert (1551-1624), Elena Cornaro Piscopia (1646-1684), Anna Maria van Schurman (1607-1695)...

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