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La sexualidad de los marineros: libres en el mar, castigados en tierra firme

El Museo Marítimo explora el deseo entre los tripulantes desde el siglo XVI hasta hoy

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Una imagen de la exposición que se puede ver al Museo Marítimo

BarcelonaEl deseo sexual entre hombres o entre mujeres ha existido siempre, tanto en tierra firme como en el mar, pero quizás arriba de los barcos todo fluía más. Cuanto menos, esta es una de las tesis que defiende la nueva exposición del Museo Marítimo, El desig és tan fluid com la mar (El deseo fluye tanto como el mar), que abrirá las puertas al público el lunes 28 de junio, el Día del Orgullo. "Eran muchos meses de aislamiento y algunos heterosexuales, que podían ser muy rígidos cuando estaban en tierra, se soltaban y buscaban o aceptaban el afecto de otros hombres", dice Víctor Ramírez Tur, el comisario de una exposición con la que el Marítimo se suma a la iniciativa de diferentes museos de Barcelona que han decidido salir del armario y abrir la puerta a narrativas de diferentes orientaciones sexuales.

Arriba de un barco no había mucha intimidad. Los marineros dormían en hamacas de lona y no tenían cabina propia, pero en medio de la oscuridad se buscaban. No hay cartas de amor, ni mensajes clandestinos, ni diarios íntimos que testimonian estos intercambios de afecto y de placer. Lo que sucedía arriba de una embarcación solo se puede saber a través de las denuncias que se han conservado en el Archivo General de Indias y, por lo tanto, es una mirada que castiga y juzga. Las imágenes que tenemos tampoco son muy amables, porque las difundieron las instituciones religiosas para atemorizar con los castigos que imponía la ley por "pecado nefando" y aparecen hombres torturados, colgados y quemados en la hoguera. Para contrarrestar este terror, el Marítimo ilustra el erotismo en las naves con los dibujos de Ariadna Veas Valdés.

No todo era consentido. Hay denuncias de acoso y abuso de poder, porque en los barcos también había jerarquías y las víctimas eran los más vulnerables y jóvenes: los pajes que embarcaban a la edad de 8 o 9 años y los grumetes, que tenían 15 o 16. "Era muy difícil denunciar estas situaciones porque eran chicos muy vulnerables e indefensos, y automáticamente se les expulsaba", dice Ramírez Tur.

La documentación recoge otros casos de experiencias placientes y consentidas entre hombres que compartían el mismo estatus. Algunos, incluso, se atrevieron a defender su libertad sexual ante los tribunales en pleno siglo XVI: "¿Me tomáis por un hereje o un hombre deshonesto y ni siquiera me permitís ir a cubierta donde todos los pasajeros forman y fornican? Permitidnos vivir nuestras vidas. Las pasajeras a bordo de la nave fornicaban de proa a popa. Dejadnos follar allá donde encontramos el espacio para hacerlo", declaró Cristóbal Maldonado el 4 de octubre de 1572. A pesar de los castigos y las amenazas, el sexo y el goce continuaron. "La homosexualidad persistió", asegura el comisario de la exposición.

Los matrimonios homosexuales, posibles entre piratas

Había una legislación paralela que era bastante más laxa y que, incluso, permitía el matrimonio entre hombres: la de los piratas. Es lo que se conocía con el nombre de matelotage, un marco legal que se desarrolló en la isla de la Tortuga en los siglos XVI o XVII y que establecía un contrato entre hombres. "No podemos garantizar que implicara relaciones sexuales reales o que fueran amables, porque a veces también era un pacto en que alguien con deudas se sometía a otro, o se hacía para garantizar la herencia de uno de los firmantes", explicita Ramírez Tur. En cambio, los colonizadores de la España imperial no eran nada tolerantes e impusieron su sexualidad heterosexual. Un grabado muestra cómo los soldados españoles tiran a los perros un grupo de población indígena pillado en plena orgía.

No es hasta el siglo XX que hay imágenes reales de marineros. La exposición muestra la literatura de Jean Genet, y fotografías de las óperas de Benjamin Britten y de las películas de Rainer Werner Fassbinder que imaginan unos marineros salvajes y los puertos como espacios de promiscuidad y vicio. Los marineros muy musculados y con grandes falos empezaron a circular en forma de postales de la mano de Tom of Finland, pseudónimo de Touko Valio Laaksonen, en los años 70. "Es una masculinidad hiperbólica, de hombres muy musculados y con uniforme, y las postales tenían un doble uso: los homosexuales las dejaban en lugares como las taquillas para comunicar su homosexualidad sin arriesgarse a ser denunciados o apaleados y para ir ocupando el espacio público de manera más tranquila y con orgullo", detalla Ramírez Tur. Ahora bien, es una estética que genera muchos problemas porque desprecia la fragilidad, la delicadeza o la vulnerabilidad. Después vino la estética kitsch de Pierre et Gilles, que llena las fotografías de marineros con dibujos de colores y fantasías florales.

Camporosa, el barco con tripulación homosexual

Los marineros han sido una figura iconoclasta de la homosexualidad, pero lo que todavía no ha llegado es la normalidad. No hay ni un testigo de relaciones no heterosexuales arriba de un barco en pleno siglo XXI. Tampoco muchos fotografías de besos entre mujeres u hombres marineros. No podemos escuchar sus voces. Se conoce, por segundas fuentes, la historia del barco de Campsa, que entre los navegantes recibía el nombre de Campo Rosa, porque el capitán, el jefe de máquinas y parte de la tripulación eran homosexuales. Pero nadie que se embarcó en esta nave ha hablado públicamente. El Marítimo, consciente de que carecen narrativas, abre las puertas a quienes quieran explicar sus vivencias. Solo tienen que escribir un correo electrónico.

Una de las únicas fotografías que muestra un beso entre dos mujeres de los mares
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