Carlos Cuevas: “Tenía muchos prejuicios y mucho desconocimiento en torno al sida”
El Teatre Lliure levanta la mastodóntica 'La herencia' con trece actores en escena dirigidos por Josep Maria Mestres


BarcelonaLas expectativas para La herencia de Matthew Lópezestán por las nubes. El Teatre Lliure prácticamente ya ha agotado todas las entradas para este espectáculo mastodóntico de seis horas que causó sensación en el estreno en el 2018 en Londres y que, desde entonces, ha recibido una lluvia de premios –entre ellos el Tony a mejor obra, Laurence Olivier y el Evening Standard– y se está. "Más que un espectáculo es un evento, una experiencia para el público. No querrán que se acabe: desde el primer minuto se enamorarán de los personajes y les van a querer mucho", afirma el director del montaje, Josep Maria Mestres. La herencia se estrena el 20 de febrero y podrá verse hasta el 16 de marzo, aunque ante el éxito de venta de entradas el Lliure no descarta poder reprogramarlo más adelante. El texto teatral, traducido por Joan Sellent, está editado por Comanegra dentro de la colección Lámpara de guardia.
Con Carlos Cuevas y Albert Salazar al frente del reparto, La herencia gira alrededor de un grupo de amigos gays y acomodados de Nueva York hace una década. "Decidí hacer este espectáculo por el símbolo político, social y teatral que representa. Es una obra que explica dónde estamos y de dónde venimos. Si no miramos nuestro pasado, es muy difícil salir adelante", subraya Cuevas. Inspirada por la novela Howards End de EM Forster, la obra del dramaturgo estadounidense Matthew López contrapone a los personajes de Eric (Salazar) y Toby (Cuevas), uno dispuesto a enfrentarse con el peso y las vivencias de generaciones anteriores y el otro, en cambio, incapaz de hacerlo.
La herencia arranca en el 2016 justo después de la derrota de Hillary Clinton en las elecciones a la presidencia de Estados Unidos y plantea un presente cada vez más oscuro por el auge de las políticas de Donald Trump. En este contexto, los protagonistas se enfrentan a la mirada social hacia la comunidad LGTBIQ+ y al estigma que todavía persiste, en gran parte ligado a la epidemia del sida de los años ochenta. En cierto modo, la obra de López es una herramienta para vincular a las nuevas generaciones a aquellos hechos y para hacer un homenaje a la generación que les sufrió. "Hay una parte de la historia que mi generación se ha perdido, porque ni la hemos vivido ni la han contado en la escuela", dice Cuevas. El primer contacto en profundidad del actor con el sida fue durante el rodaje de Merlín Sapere Aude, porque la trama incluía que su personaje se infectara del VIH. "Tenía muchos prejuicios y mucho desconocimiento en torno al sida. Por eso pedagógica y socialmente es muy importante que se hagan espectáculos como La herencia", destaca el intérprete.
Un complejo tejido de amistades
La obra de López es ambiciosa en muchos aspectos. No sólo por su duración –son seis actos de una hora cada uno que el Lliure representa en funciones alternas de tres horas entre semana y en un único día los fines de semana–, sino también por la magnitud del reparto, con trece actores en el escenario. Aparte de Cuevas y Salazar, la compañía está formada por Dafnis Balduz, Ricardo Boyle, Francisco Cuéllar, Abel Folk, Eudald Font, Víctor G. Casademunt, Teresa Lozano, Luis Marqués, Carlos Martínez, Marc Soler y Ferran Vilajosana. Todos ellos configuran un fresco en el que se reflejan las diversas formas de vivir, de sentir y de entender las relaciones entre hombres gays en el presente.
"López retrata todas las tipologías de hombres gays, las sensaciones, los pensamientos, las mezquindades, las grandezas y la autodestrucción. Es impresionante cómo, además, desde esta comunidad es capaz de increpar cualquier tipo de ciudadano", señala Balduz. "Despliega un tejido de amistades muy complejo, porque los afectos de estos hombres no se han podido adaptar a la norma. Se han tenido que inventar otra forma de quererse", añade Boyle.
Otra característica del texto de López es el juego entre la escritura y la acción. La obra comienza durante una clase de creación literaria y juega a difuminar a los actores con los personajes. Esto era un reto escenográfico que Lluc Castells ha resuelto reproduciendo con precisión la sala de ensayo del Lliure en la sala Fabià Puigserver. La escenografía se ha realizado, además, con materiales reciclados de otros espectáculos del Lliure y culmina con un cambio visualmente potente hacia el final de la obra, cuando aparece una casa en el escenario. "Es un símbolo muy importante para la obra. Para representarlo, he intentado replicar la sensación que tiene una persona cuando sale del armario –explica Castells–. Se te ensancha el mundo, entra la luz, y todo tu alrededor y tu interior cambian para siempre".