'Olympia': un emotivo poema escénico sobre un tiempo y un espacio
Carlota Subirós parte del disco de Paco Ibáñez para evocar la memoria personal y la historia del Teatre Lliure

'Olympia'
- Autoría y dirección: Carlota Subirós
- Intérpretes: Lurdes Barba, Paula Jornet, Vicenta Ndongo, Neus Pàmies, Alba Pujol y Kathy Sey
El recuerdo sonoro de un disco mítico contra el franquismo y en favor de la libertad, las huellas emocionales intangibles de tantas obras de teatro en un escenario también mítico y un grito de rabia en un mundo que perpetúa la injusticia configuran una propuesta muy personal y poética de Carlota Subirós que, mira por dónde, coincide con las conmemoraciones de la muerte de Franco.
Olympia es una catarsis con la que Subirós recuerda el porqué de su vocación teatral ligada a la propia historia. Una historia que comienza con una niña de nueve años escuchando una y otra vez el disco que Paco Ibáñez grabó en el Olympia de París el 2 de diciembre de 1969 con la palabra de poetas de cinco siglos y un mensaje de alto voltaje político contra la dictadura de Franco. Palabras para Julia, de José Agustín Goytisolo, porque el amor lo es todo; la pregunta sin respuesta de Miguel Hernández a Andaluces de Jaén; el sueño de Gabriel Celaya, porque la poesía es un arma cargada de futuro, y, al fin, el canto de Rafael Alberti con el que se invita a cantar a los espectadores, no pocos de ellos con lágrimas en los ojos: "A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar".
Una voz y seis mujeres. Seis mujeres y una voz para transmitir el espíritu de un tiempo en el que casi todo era posible y un cúmulo de intangibles emociones que son memoria del escenario del Lliure de Gràcia. De hecho, los espectadores fieles de este teatro serán los que seguro mejor podrán disfrutar de una propuesta envuelta de un eficaz aliento poético, de una función que divisa la poética que le inspira. Una serie de evocaciones de un grueso de obras que han pisado el escenario del Lliure de Gràcia y que componen un álbum de iniciación y de memoria de la directora. Subirós logra el reto y su propuesta se erige en un sentimental y, por eso, emotivo poema escénico en el que, además del buen trabajo de las seis intérpretes, de muy distintas generaciones, resulta definitivo el diseño de luces de Raimon Rius y la aparente austeridad del imponente espacio escénico de Max Glaenzel.