Unas traducciones incómodas: 'The hill we climb', de Amanda Gorman
Cuando tenemos muchas oportunidades cuesta entender que otros las tengan que arañar de donde sea
BarcelonaMe pongo a escribir este artículo con muchas dudas. Tantas, que me planteo varias veces cambiar de tema y buscar uno más cómodo. Y es que, justamente, lo que me genera toda la polémica de las traducciones de la poeta Amanda Gorman es una gran incomodidad. Al principio no fue así. Lo primero que pensé, con el caso holandés, fue “¡Qué barbaridad!”. Especialmente porque Gorman había dado luz verde a Marieke Lucas Rijneveld para que se ocupara de la traducción. Me pareció lo mismo cuando se anunció el caso de la traducción catalana de Víctor Obiols, con el agravante que he leído cosas suyas y me parecía una elección fantástica. En los dos casos, consideré que se estaba faltando al respeto de los traductores y que, igual de grave, había un desconocimiento total de qué quiere decir traducir. Qué cosa tan absurda, pensar que si no se comparten género, raza o luchas, no se puede hacer una buena traducción. Hay tantos ejemplos que lo contradicen, que me costaba ir más allá, y este ha sido mi problema, creo: mirarlo solo desde aquí.
Tendría que haber empezado dando más importancia a la demanda de la autora. Me tendría que haber cuestionado más profundamente los motivos de sus peticiones. También tendría que haber leído mejor la información sobre el caso holandés, que en muchos lugares no estaba bien explicado, o no del todo (y esto también nos tiene que hacer reflexionar). Gorman eligió a Rijneveld, sí, pero entre una elección previa que hizo la editorial, que no incluía a ninguna poeta negra holandesa reconocida, aunque las haya: la BBC destacaba unos cuántos nombres de perfiles posibles. Escoger una de estas personas habría significado, según Janice Deul, la activista negra que puso en entredicho la elección de Rijneveld, hacer tambalear un poco la torre de marfil blanca. Y creo que se trata de esto: de oportunidades. De la oportunidad de visibilizar a profesionales, cuando hay. De poner en evidencia que muchas veces no hay, y preguntarnos por qué (creo que esto pasará aquí). Cuando tenemos muchas oportunidades, cuesta entender que otros las tengan que arañar de donde sea. Si somos capaces de verlo así, me parece que entenderemos que no se está cuestionando el trabajo de los traductores, sino la sociedad donde vivimos. Pero esto es mucho más incómodo, claro.