BarcelonaMás allá de la espectacular e incontestable victoria de este domingo, que nos ha recordado el orgullo de épocas no tan lejanas, lo que ha pasado estos últimos días con la medida cautelar concedida por el CSD para las inscripciones de los futbolistas Dani Olmo y Pau Víctor ha evidenciado tres realidades difícilmente cuestionables. La primera, que la normativa de control de la Liga pospandemia tuvo poco sentido, fue arbitraria y se aplicó de forma discrecional. La segunda, que ha tenido el Barça, tiene y tendrá, por su hecho diferencial, un estado en contra. Y la tercera, que el Barça sólo puede superar esos obstáculos sobresaliente en los tres ámbitos fundamentales de su razón de ser: deportivo, institucional y social. Desgraciadamente, en la última década esta excelencia no ha estado presente, todo lo contrario.
El control económico de la Liga no funciona
De entrada, una normativa económica que pretende aplicar las mismas medidas por entidades que facturan alrededor de los 1.000 M€ que otras, en Segunda División, que facturan unos 10 M€, no tiene mucho sentido, porque aplica a realidades muy distintas . Más allá de eso, si la realidad económica está condicionada por el mayor impacto del siglo (el coronavirus), la flexibilización en aquellas entidades más afectadas (las que tienen más gastos) es imprescindible. Y en ningún caso ha sido así, puesto que la flexibilización no ha tenido presentes las dificultades para alcanzar los niveles de ingresos prepandemia. En el entorno europeo (Premier League, UEFA, etc.) estas medidas han sido mucho más laxas, lo que ha generado una evidente desventaja competitiva para los clubs españoles.
Además, la Liga ha utilizado criterios discrecionales de forma permanente, como:
- El trato diferencial por el contrato firmado por 39 clubes de la Liga con CVC versus el acuerdo firmado individualmente por el Barça con Sixth Street, en el que un mejor acuerdo logrado por el club no sirvió para aplicar fair play financiero, como sí hubiera servido si se hubiera firmado con CVC.
- La modificación, en 2022, del artículo 31 que limitaba, de forma extraordinaria, la generación de fair play a través de la venta de activos. Ésta fue una norma hecha ad hoc contra el Barça por las famosas palancas, ya que no existe otro club en la Liga (aparte del club-estado) con capacidad para vender activos relevantes y generar ingresos extraordinarios.
- La normativa de aplicación del porcentaje de cobro de determinadas operaciones (Nike) y que provocó discrepancias en el marco de la inscripción de Olmo. Si el club hubiera llegado a inscribir a los jugadores, nos habríamos ahorrado todo el ruido ensordecedor de este principio de año.
Más allá de lo expuesto, cabe remarcar que este tan alabado control económico de la Liga fue incapaz de detectar una gestión económica nefasta por parte de la junta del presidente Josep Maria Bartomeu, principal causante de esta herencia calamitosa que pocos denunciábamos.
Un estado en contra
El Barça ha supuesto durante gran parte de la historia una parte fundamental del espíritu identitario y cultural de la nación catalana. Esto le ha supuesto en innumerables ocasiones agravios comparativos respecto a su gran rival, que básicamente representa lo contrario. Y, sin embargo, en un terreno de juego a 600 kilómetros, donde todas las instituciones (RFEF, la Liga, Comité de Competición, etc.) fueron gobernadas siempre por grandes seguidores del equipo rival.
Como vemos vergonzantemente estos días, esta situación se ha visto siempre amplificada por el aparato mediático y económico estatal que tiene como eje vertebrador al Real Madrid. Si a este aspecto le añadimos la grave crisis identitaria, cultural y política que vive el catalanismo, en cualquiera de sus versiones, el Barça puede llegar a verse como la última institución en derribar para acabar de rematar un movimiento político y cultural que estuvo a punto de romper, no hace mucho, con la realidad establecida en los últimos siglos. Cabe decir que, tener cogobernante a la institución personas opuestas a este hecho diferencial catalán no ayuda.
Una gestión insuficiente
La gestión del negocio industrial de un club como el Barça debe servir para reforzar la gestión deportiva, que teniendo algo como la Masía, debería llevar a la institución a unos niveles inigualables, no sólo deportivos, también económicamente, puesto que estos jugadores son activos ocultos que no están valorados en los estados financieros. Este mérito, hoy, es achacable a la apuesta arriesgada de poner a un entrenador alineado con la identidad futbolística del club.
Ahora bien, en cuanto al negocio ya la institución, hay hechos tan graves en la gestión de la última década que han hecho que nos inmunizamos ante cualquier aspecto que debería avergonzarnos: ejemplos como i) el pago de más de 7 M€ a un vicepresidente del comité técnico de árbitros, ii) una indigna acción de responsabilidad, iii) la asunción de un delito fiscal para favorecer a un presidente, iv) dos ventanas sin fichar para incumplir la normativa, v) pago a terceros, periodistas incluidos, para intentar destruir otros socios, vi) pago preventivo de más de 1 M€ a un club deportivo vecino, vii) pago de unos intereses de un aval personal por parte de un proveedor de servicios, y viii) innumerables pagos de comisiones millonarias a representantes de fichajes de jugadores extraños o por operaciones con proveedores con más de 25 años de relación, han erosionado al club en todas sus vertientes.
El Barça ha resistido, pero necesita una gran sacudida en la que las personas que lo dirijan y la ejecuten sean escogidas no por su lealtad a los que mandan sino por la su lealtad a la entidad, poniendo su talento a disposición, jugándose su reputación. El club necesita cambiar urgentemente su modelo de gestión, caso Olmo es un claro ejemplo de ello, y ser innovador en el ámbito deportivo, financiero, tecnológico, legal, institucional y social, aplicando como hoja de ruta la excelencia y sus valores fundacionales, que se alejan mucho , por ejemplo, de firmar acuerdos hipotecando ingresos futuros, como se ha hecho en la última semana, con empresas de dictaduras autoritarias de las que se renegaba hace cuatro días.