BarcelonaSi en enero, cuando Xavi anunció tras perder ante el Villarreal (3-5) que se marchaba, nos hubieran dicho que el 16 de abril el Barça se jugaría la posibilidad de clasificarse para las semifinales de la Champions con un 2-3 en la ida a París, no nos lo habríamos creído. Pero este martes comienza el nuevo plan, el que no estaba previsto.
El fútbol se empeña en quitarnos la razón cada vez que creemos tener certezas y nadie, salvo el propio Xavi con su optimismo patológico, vio venir ese escenario. A su juicio, el cambio de dinámica es gracias a su decisión, lo que ponen en duda desde el mismo vestuario a jugadores como Raphinha, Lewandowski o Frenkie de Jong. Y, mientras Xavi se empeña en reivindicarse, el club sigue sin saber o transmitir que hay un plan más allá de lo que ocurra el martes. La misma directiva que filtró sus dudas respecto al entrenador ahora calla y espera, no sea que se planten en las semifinales –quién sabe si en la final de la Champions, ya puestos a soñar– ya ver quién le busca las cosquillas a Xavi, que se empeñó en buscar enemigos en los medios de comunicación cuando los tenía en casa.
Después de tres años, varias palancas y un par de conejos sacados en el último momento del sombrero, la solución financiera al parecer sigue pasando por obtener ingresos vendiendo jugadores fundamentales mientras se ficha a un delantero como Vitor Roque por 60 millones de euros ( entre fijos y variables) del que Xavi afirmó el viernes que, tres meses después de su llegada, todavía le están enseñando el juego de posición. Si eso es lo que hay –como soltó Ronald Koeman– y los entrenadores deben poner en riesgo su prestigio, su reputación y su imagen y poner a prueba su resistencia y sus nervios, de poco servirá el que pase frente al PSG.
Un proyecto no puede construirse –no debería construirse al menos– a partir de lo que ocurra en un único partido, pero tiene toda la pinta que en el Barça funciona justo así. La magia prometida en los despachos pasa últimamente para que desaparezcan directivos o ejecutivos de un día para otro, malhablar del técnico cuando la pelotita no entra y cruzar los dedos, apelar al orgullo, la cantera y los valores y añadir cese a la fiesta cuando la pelota sí que entra. A partir de este martes comienza todo, de nuevo. Y, si nadie en la entidad es capaz de reflexionar y ver la anomalía que esto supone, existe un problema persistente al que no se atiende ni se le está buscando solución. El plan del martes es una moneda en el aire.