'Breakdance' en los Juegos para desafiar a los talibanes

Pese a la prohibición de los talibanes, cuatro afganas están en París tras huir del país en el 2021. Y una en el concurso de 'break'

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La afgana Manizha Talash, durante su debut en el break

Enviado especial a París"Competiré por mis amigos y por sus sueños", dice Manizha Talash. Su historia parece un pequeño milagro. ¿Qué probabilidad tenía una chica nacida en Kabul de participar en la primera edición del concurso de break ¿a unos Juegos? Manizha explica que utilizando Facebook cuando era pequeña vio un vídeo de un chico bailando que daba vueltas sobre su cabeza, puesto al revés. "Entendí que quería hacer lo mismo", recuerda. Ahora es deportista de break, esta disciplina que este año se estrena en el programa olímpico. El baile a ritmo de hip-hop nacido en los barrios de Estados Unidos se ha convertido en un deporte con sus reglas. Con el nombre deportivo de "Talash", Manizha ha participado en el primer duelo de break de la historia de los Juegos. Lo ha hecho mostrando una especie de capa en la que se podía leer "mujeres afganas libres". Ironías del COI, oficialmente ha sido descalificada por mostrar un mensaje político, hecho prohibido en los Juegos. Estar en París, sin embargo, ya es un éxito, en su caso.

La Manizha se apuntó al Superiores Crew, un club en el que se practicaba el break, desafiando a una sociedad conservadora. Aún más revolucionario fue quien llegara por primera vez una chica. Cuando bailaba, por unos momentos podía olvidar todo lo que sucedía a su alrededor. Aunque la realidad, cruel, a veces golpea demasiado fuerte. Primero la policía detuvo a un hombre en el club y les advirtió de que era un integrista que planificaba un atentado contra él. Luego un coche bomba estalló cerca del club de los Superiores Crew. Y finalmente el padre de Manizha fue secuestrado. Nunca lo vieron. Cuando los talibanes tomaron el poder, Manizha y sus amigos del club huyeron a pie hasta Pakistán, iniciando un periplo que les llevaría a Madrid, donde recibió el estatus de refugiada. Entrando en contacto con la escena de bailarines de break madrileños, descubrió que podía aspirar a estar en los Juegos como parte del equipo de refugiados.

La afgana Manizha Talash, durante su debut en el break

"Cuando anunciaron que iría a París, estaba contenta y molesta a la vez. Estaba triste porque cuando me fui de Afganistán tuve que dejar atrás a mi familia" explicaba en rueda de prensa. Por suerte, hace poco se pudo reencontrar con parte de su familia, que no saben porvenir de ver hasta dónde ha llegado Manizha. "Las chicas de Afganistán nunca se rendirán. Sea cual sea la presión que hagas sobre una chica afgana, definitivamente encontrará una salida y conseguirá sus objetivos. Lucharemos y ganaremos", explicaba orgullosa unos días antes de debutar en los Juegos.

Manizha no compite como afgana, a pesar de serlo. Sin embargo, en París sí hay tres mujeres compitiendo por Afganistán, bajo la bandera de un país que ya no existe. ¿Qué es un país, en el fondo? Quizás sólo es el gobierno que manda. O quizás es lo que mucha gente lleva en el corazón. En el Champ de Mars Arena, durante los combates de lucha grecorromana, un anciano animaba los luchadores iraníes con una bandera con un león alado en medio, aquella de Irán del Sha, de antes de la revolución de Jomeini. En la piscina de la Défense, un hombre nacido en Sarajevo animaba primero a Croacia y después a Serbia, en el waterpolo. "Yo todavía soy yugoslavo", razonaba. La delegación afgana en París defiende un país que todavía existe en el corazón de millones de personas, aunque, legalmente, ya ha desaparecido. En Afganistán mandan los talibanes, que prohíben a las mujeres como Manizha hacer deporte. Que persiguen la música como el hip-hop, clave en el break. No pueden haber extremos más opuestos que los talibanes y el break.

La presencia de los talibanes

Afganistán se ha convertido en un país dividido. Fuera de sus fronteras sobrevive de alguna forma un estado sin talibanes, con la vieja bandera negra, roja y verde. La que utilizan sus deportistas y que llevaban a la ceremonia de inaugural. La que suele defender la selección de cricket cuando llega al Mundial, con jugadoras que viven en India, Reino Unido o Pakistán. En cambio, dentro de Afganistán, existe otra bandera: la blanca de los talibanes. El Comité Olímpico Internacional sigue considerando al Comité Olímpico Afgano exiliado "sus únicos interlocutores para la preparación y participación del equipo afgano", así que una delegación de seis atletas ha hecho el viaje a París, tres hombres y tres mujeres.

La afgana Manizha Talash, durante su debut en el break

"No hablamos ni invitamos a los delegados deportivos talibanes", dejan claro en el COI. Pero es una situación ambigua, ya que el Comité Olímpico Afgano tiene directivos exiliados, pero otros siguen dentro como el director general Dad Mohamed Payenda Akhtari, quien afirmó que habla con el consejo deportivo de los talibanes sobre cómo coordinar las delegaciones masculinas y las becas. Sólo para los hombres, por supuesto. El régimen de los talibanes mantiene una posición ambigua respecto al deporte masculino, tolerante que compita internacionalmente, aunque utilice símbolos que ellos persiguen. Cuando el equipo de cricket ha logrado triunfos con jugadores que viven todos en el exilio y llevan con orgullo la bandera prohibida, en las redes los talibanes han celebrado el hito hablando en primera persona.

La odisea de dos hermanas

Cuando se trata de deporte femenino, la posición sí está clara. "Solo tres atletas representan a Afganistán", dijo Atal Mashwani, el portavoz de la dirección deportiva del gobierno de los talibanes, antes de los juegos. "Actualmente, en Afganistán se han detenido los deportes de chicas. Cuando no se practica deporte de chicas, ¿cómo pueden ir a la selección nacional?", añadió. De los tres hombres presentes en París, sólo el luchador de judo Mohamed Samim Faizad vive en Afganistán. Las tres mujeres, por supuesto, viven en el exilio. El atleta Kamia Yousufi vive en Irán, por ejemplo. Y las hermanas Fariba y Yulduz Hashimi, en Italia. Dos chicas que ya practicaban ciclismo en Kabul, pese a los insultos y amenazas que recibían. Y que pudieron escapar cuando la capital cayó en manos de los talibanes gracias a la excampeona del mundo de ciclismo Alessandra Cappellotto.

"Recuerdo aquellos días, no parábamos de recibir mensajes de las chicas donde nos decían donde se escondían, coordinamos con el gobierno poder sacarlas de allí en el último vuelo con destino a Italia", explica al AHORA Cappellotto, campeona del mundo en 1997. La corredora de Vicenza, tras dar vuelta mundo pedaleando y conociendo a mujeres de países donde hay mucho machismo, decidió crear la asociación Camino a la igualdad, que ayuda a chicas que quieren ser ciclistas en países con pocos recursos. "Las primeras chicas con las que trabajamos fue de Ruanda, donde el ciclismo ahora es muy popular. También hemos trabajado con chicas marfileñas, nigerianas y, naturalmente, afganas" explica.

"Las chicas que pudimos sacar pasaron dos días durmiendo en una cuneta junto al aeropuerto, en la calle, con el polvo, amontonadas, con miedo. Pienso en la cantidad de gente que se quedó allí. Por suerte, chicas como las hermanas Hashimi salieron y ahora se han matriculado en la universidad", explica. Nacidas y criadas en la provincia de Faryab, en la frontera con Turkmenistán, las dos hermanas llegaron a esconder a sus padres que hacían ciclismo, aprovechando que en las carreras llevaban gafas de sol e hiyab que les tapaba el rostro. "Después de ganar una carrera algunos periodistas me tomaron una foto y mi familia me vio la cara", explicaba en la BBC la Fariba. "La gente no nos apoyaba. Cuando intenté entrenar fuera de mi casa, recibí pedradas. La gente decía que el lugar de una mujer estaba en casa", explicaba Fariba, que añadía sentirse orgullosa por " llevar mi bandera. Lucho por mi bandera, que tiene una larga historia. Y por los 20 millones de mujeres afganas, espero poder ayudar a cambiar mentalidades". Gracias a Cappellotto, ahora viven en Italia, donde entrenan y viven añorando a un país que confían en poder ver de nuevo, con un gobierno diferente al actual.

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