Periscopio global

El campo argentino, 'el granero del mundo', quiere renacer de la mano de Milei

El sector más potente de la economía del país ve con buenos ojos las políticas de liberalización del nuevo ejecutivo

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Foto de la Pampa Argentina de archivo

Buenos AiresArgentina del siglo XIX y principios del XX pervive en multitud de imaginarios como la más próspera y abierta al mundo que jamás haya existido: una potente industria de grano y carne bovina, una ambiciosa red ferroviaria que conectaba el campo con el puerto de Buenos Aires y periódicas oleadas migratorias que nutrían de mano de obra a un país que lo tenía todo para ofrecer valieron a Argentina la fama del “granero del mundo”. La nostalgia de la abundancia pasada fue una de las claves de la campaña del presidente, Javier Milei, que rememoraba aquellos años gloriosos y reiteraba que, todavía hoy, “Argentina es capaz de producir alimentos para más de 400 millones de personas” pero que, desde los años 40, el peronismo y sus políticas proteccionistas han ido sumiendo el campo en la decadencia.

A principios de marzo Milei ofrecía un discurso ante empresarios agropecuarios en Expoagro, la feria anual del sector agrícola y ganadero, el más importante de la economía argentina, con el 19% del PIB: “La libertad os permitirá volver a ser el motor del crecimiento argentino”, decía vestido con su chaqueta de cuero y habiendo saludado a los máximos representantes del sector con cálidos e informales abrazos.

“Hay algo de mito y algo de realidad en el concepto de Argentina como granero del mundo”, dice en conversación con la Empresas Fernando de Nevares, productor agropecuario. Fernando es uno de cinco hermanos propietarios de una empresa familiar que hace producción agrícola extensiva: girasol, soja y maíz en verano y trigo y cebada en invierno, además de cría ganadera. Él y el hermano con el que gestiona la empresa –los otros tres son solo accionistas– tienen 14 empleados fijos en dos terrenos al oeste y al noroeste de Buenos Aires, que suman un total de 2.200 hectáreas.

De Nevares apunta que los impuestos de exportación –33% por la soja, 12% por el grano y 9% por la carne– y la intervención estatal en el mercado cambiario –el producto se exporta en dólares, pero los empresarios cobran en pesos– son dos de los principales temas de preocupación entre profesionales del sector. Fernando conoce bien la problemática por pertenecer a CREA, una organización de empresarios agropecuarios que se asocian para encontrar soluciones conjuntas a los problemas del campo. Reconoce que la costumbre en el intervencionismo estatal genera cierto vértigo frente al liberalismo extremo de Milei, pero él confía en ello. "Creo que el empresario medio siempre predicará el "no me ayuden, pero déjenme hacer"", dice.

Hay visiones aún más partidistas del asunto: Ezequiel de Freijo es el economista jefe de Sociedad Rural, la patronal que agrupa a grandes terratenientes que explotan la agricultura y la ganadería en Argentina. Fundada en 1866, ha tenido históricamente una fuerte influencia en la política nacional, además de un choque más o menos directo con los gobiernos de corte peronista. De Freijo explica cómo a finales de la década de 1960 Argentina todavía exportaba el 25% del total del comercio global de carne, “que hoy en día está en manos de Brasil”. ¿Por qué? A su juicio, por “una falta de políticas estables y constantes y una inconsistencia macroeconómica que desincentiva las inversiones en un sector que requiere horizontes de, mínimo, tres o cuatro años, desde que nace la vaca hasta que llega al frigorífico”.

Cortterminismo, inestabilidad e inseguridad jurídica han postergado el potencial de un sector que, para él, debería estar blindado en Argentina: “De repente tenías un impuesto nuevo, una alteración del comercio, una prohibición de las exportaciones y una separación de precios internos y precios internacionales”. El experto opina firmemente que el productor agropecuario ha sido discriminado en los últimos años y celebra que el nuevo gobierno deje de contener los precios y recorte en gasto público: "No hay otro camino para Argentina que el de crecer productivamente" .

Disociación campo-ciudad

A la pregunta de cómo se ha llegado hasta aquí, De Freijo vuelve a apuntar hacia el peronismo, que a su juicio ha fomentado en las últimas décadas la migración del campo a la ciudad, y ha generado grandes áreas metropolitanas como la de Buenos Aires, dónde viven unos 14 millones de personas, casi un tercio del país. Esto habría dejado a una Argentina despoblada, con una superficie de 2,7 millones de kilómetros cuadrados –más de cinco veces España, con una población total similar–. “Aunque la mayoría son personas que vienen del campo, cada vez tienen una percepción más difundida de la importancia que tieneagro en sus propias vidas”, dice, y destaca la falta de dimensionamiento que, a su criterio, tuvo la sequía de 2023, la más grave de los últimos 100 años, que supuso pérdidas de casi la mitad de los dólares que ingresan en el país a través de la agroindustria.

“Los países suelen hablar de sus riquezas, mientras que la ciudad de Buenos Aires habla de la riqueza del campo argentino”, resume Federico Nordheimer, director de la inmobiliaria que lleva su apellido y que gestiona la compraventa de terrenos en Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia. El empresario defiende que “el campo argentino es algo único en el mundo que producir: la planicie de la pampa húmeda, junto con su clima templado, sin nieve, y la calidad de la tierra, hacen una combinación excepcional”. Coincide en que el sector agropecuario ha sido fuertemente castigado por la política, pero tiene una proyección, tal vez, más optimista: “Argentina siempre tendrá crisis, pero siempre tendrá el campo”.

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