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Souvenirs de Donald Trump para recordar el día de su segunda investidura
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BarcelonaCuando Joe Biden asumió la presidencia en el 2021 prometió unir al país, restablecer la democracia estadounidense y dejar atrás el gobierno de Donald Trump. En su discurso inaugural, en plena pandemia, afirmó que la democracia había "prevalecido" y dejó claro que los años de Trump habían sido un período oscuro, marcado por abusos de poder, mentiras sobre un fraude electoral inexistente, la negativa a aceptar la derrota y el asalto al Capitolio liderado por una turba de sus seguidores. Biden aspiraba a convertir a Trump en una anomalía, en un pie de página de la historia, pero fracasó y su legado quedará para siempre manchado por el regreso del republicano a la Casa Blanca.

Consciente de su edad, el político demócrata había insinuado en campaña que sería un presidente de transición, con el objetivo de reconciliar a un país profundamente dividido y dar paso a una nueva generación de líderes. Pero, una vez en el poder, decidió buscar la reelección, ignorando la preocupación creciente sobre su capacidad física y mental, convencido de que sus logros legislativos y el rechazo a Trump de una parte del electorado serían suficientes. Pero la realidad fue muy distinta. Sus inversiones históricas en infraestructuras y las medidas para combatir el cambio climático -a menudo comparadas con las grandes reformas sociales de Lyndon B. Johnson y Franklin D. Roosevelt- quedaron eclipsadas por problemas como la inflación persistente, la crisis migratoria y conflictos internacionales, como la caótica retirada de Afganistán y su incapacidad para alcanzar un acuerdo de paz entre Israel y Palestina. Además, su primer y único cara a cara con Trump dejó claro que carecía de la vitalidad para gobernar el país cuatro años más.

Ahora el segundo mandato de Donald Trump se presenta muy distinto a su irrupción en la política hace ocho años. En ese momento, Trump era un outsider, un empresario sin experiencia política que, pese a su gran popularidad entre las bases republicanas, dependía de la maquinaria establecida del partido para gobernar. Tecnócratas y republicanos moderados complicaron la implementación de sus políticas más disruptivas. Tras su derrota en el 2020, desde Mar-a-Lago y pese a sus problemas judiciales, Trump consolidó su poder dentro del Partido Republicano y remodeló su ideología hacia políticas proteccionistas y aislacionistas. Hoy, con una mayoría más trumpista en el Congreso, puede implementar sus políticas con menos resistencias.

Resignación entre la oposición

Trump ya ha empezado a firmar órdenes ejecutivas para deportar masivamente a inmigrantes, eliminar o reducir regulaciones federales en diversos sectores, incluyendo la energía, el medio ambiente y las finanzas, y políticas proteccionistas que podrían desencadenar tensiones internacionales. Además, ha designado a personas leales en los cargos clave, especialmente en los departamentos de Justicia y en el FBI, lo que podría eliminar obstáculos institucionales y abrir la puerta a purgas internas e, incluso, a persecuciones de adversarios.

El acatamiento de políticos, jueces, medios y grandes empresarios, sobre todo los líderes tecnológicos, ha creado una sensación de resignación entre la oposición, como si Trump fuera imparable. En su último discurso, Joe Biden alertó de que esa élite, unida a un "complejo tecnológico-industrial", podría vulnerar los derechos de los ciudadanos y amenazar la democracia en Estados Unidos. Sin embargo, la tendencia de Trump a crear divisiones dentro de su propio partido y las consecuencias de un liderazgo autoritario podrían erosionar su popularidad. Trump sigue siendo una figura polarizada y volátil y su futuro político, el del país e incluso del mundo, está lleno de incertidumbre. Nos encontramos ante una nueva etapa en la que la democracia norteamericana se ve empujada hacia un territorio desconocido.

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