De toda la vida

Dalí compraba en Can Piera

Vicenç Piera SL, negocio familiar fundado en 1941, tiene una flota de seis tiendas y treinta y cinco trabajadores

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Tienda de Piera en la calle Còrsega de Barcelona.

BarcelonaHa venido toda la familia Piera. Los padres, Vicente y Mercè; los tres hijos, Vicenç, Anna y Jordi, y la nieta, hija de Vicenç, Maria. Qué gozo ver juntas a tres generaciones de una familia entusiasmada por su negocio. Vicenç Piera, o para todos, Can Piera, ha cumplido ochenta y tres años al servicio de las bellas artes y el diseño gráfico. Seis tiendas. La más veterana, en la calle de Còrsega con rambla de Catalunya, es la más emblemática, con Anna a la cabeza. La mayor (750 metros cuadrados) es la de la Vía Augusta y tiene a Jordi al mando. También está la de la Facultad de Bellas Artes –durante muchos años con Mercè llevando las riendas– y las de Sant Cugat, Vic y Tarragona. Vicente, el hijo mayor, y su hija María se encargan de gestionar el almacén de Sant Just Desvern y las ventas online, de las que fueron pioneros en 2004 y que hoy en día son fundamentales para el negocio, con un 30 % de la facturación anual.

Visito la tienda de la calle de Còrsega, la que forma parte de mi imaginario desde siempre –vivo a escasos dos minutos– y es todo un privilegio hacer la visita guiada y escuchar las explicaciones de seis personas. Lleva la voz cantando el padre, Vicenç Piera Domènech, al negocio familiar desde 1959, cuando se incorporó a trabajar en la tienda que sus padres, Vicenç Piera Amat y Conxita Domènech, abrieron en 1941 en la calle Cardenal Casañas 13, junto a la Rambla, que estuvo en funcionamiento hasta hace unos diez años y tuvo que cerrar por la presión inmobiliaria de la zona. El primer Piera abrió el negocio después de trabajar en una tienda de bellas artes de la calle Sagristans que la Guerra Civil destruyó.

Las tres generaciones de la familia Piera.

Terminado el conflicto, se decidieron a emprender el reto del negocio propio y les fue bien. Con el importante auge del diseño gráfico y la publicidad vivido durante los años cincuenta y primeros sesenta, y con la necesidad de captar clientela de la parte más norte de la ciudad, en 1966 abrieron la tienda de Córcega, bajo el mando del Vicenç . "Llegamos a ser número 1 en España con venta de transferibles", recuerda. "¿Transferibles?", pregunto. Anna se apresura a sacar a unos clasificadores con muestras que aún les quedan: son aquellas hojas translúcidas que servían para calcar todo tipo de letras, tramas, cuadrículas y dibujos sobre papel con la ayuda de un bolígrafo. Mi memoria se marcha más de cuarenta años atrás, cuando todavía se utilizaban. Hoy son auténticos mecanismos de nostalgia.

Secretos del éxito y la continuidad de la tienda? Algunos. De entrada, la pasión familiar. Hoy no es habitual que cuatro generaciones aseguren a lo largo de los años la continuidad de un negocio. “Dicen las malas voces que la tercera generación suele pulírselo todo”, bromea Jordi. No es, ni mucho menos, el caso. ¿Otro secreto? Tener de todo y en cantidad. Hoy en Can Piera disponen de 50.000 productos en stock. Todos dados de alta en la página web, precisa Vicente hijo. Y aún otro secreto, quizás lo más relevante: la fuerza de la personalización. Pese a la importancia de la venta online, en Piera todavía creen mucho en la atención presencial, en los encargos a medida –en Córcega y Via Augusta tienen taller para confeccionar las telas a medida– y el consejo para el cliente, tanto el de toda la vida como el casual. “¿Quiere un pincel blando o duro?” "Este lápiz creo que es el ideal para el degradado que quiere hacer".

Clientes famosos y aficionados

¿Clientes ilustres? Pues Miró, Dalí, Tàpies, Ràfols-Casamada, Cesc, Cuixart, Ponç, Montserrat Gudiol... Vicenç recuerda cuando Gala se pasaba toda la mañana en la tienda eligiendo plumillas para Dalí, que llamaba a menudo cuando se le acababan las telas y se las mandaba en taxi. Miró fue cliente toda la vida, y cuando ya estaba muy delicado, fue su esposa quien encontró un cuadro dedicado a los fundadores de Piera y se lo regaló. Han sido muchos años siendo el comercio referencial para todo tipo de profesionales de las bellas artes, tanto pintores como estudiantes. Pero hoy el mercado se ha vuelto como un calcetín. La ilustración y la publicidad están casi al cien por cien digitalizadas y poca gente vive de ser pintor profesional.

Detalle de la tienda de material de bellas artes Piera.

¿Cuál es el público preferente de hoy? Es sorprendente este dato: los aficionados. Los que se compran una caja de acuarelas, un conjunto de pinceles y un bloque, y dan manga ancha al suyo hobby. Seis tiendas, treinta y cinco trabajadores y seis millones de euros de facturación anual. Una última curiosidad: hace pocos días, por internet vendieron un caballete eléctrico de 2.500 euros. ¿El destino? Rumania.

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