La ampliación del aeropuerto

La pospandemia, enemiga del turismo sostenible

El debate académico oscila entre asegurar el crecimiento económico y garantizar el bienestar en las ciudades

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Una larga cola de pasajeros hace cola durante este puente de Pilar hacer facturar las maletas al aeropuerto del Prat.

BarcelonaUna pista de aterrizaje más larga, para recibir aviones más grandes, que traigan más turistas, de más lugares diferentes para poder aumentar la actividad económica. La idea es tan tentadora y estaba tan al alcance que muchos sectores económicos se resisten a abandonarla. Seria el oxígeno que permitiría paliar el ahogo que les ha causado la crisis del coronavirus. Pero, ¿hace falta más turismo en Barcelona? ¿Se puede reanimar la actividad de otro modo? El choque entre los que creen que sí y los que lo ven poco viable a corto plazo es profundo.

“La idea tras la ampliación es abrirse a otro modelo y a otro tipo de visitante. Con pistas cortas y vuelos de rango corto lo que tienes es turismo low cost, del que no queremos más”, dice el catedrático de economía aplicada de la UPF José García Montalvo. La investigadora de la Universidad de Surrey y especialista en turismo y territorio Anna Torres-Delgado discrepa. “Es que Barcelona no necesita más turistas de ningún tipo; de hecho, no le interesa”, mantiene. Torres-Delgado apunta que antes del confinamiento, la ciudad ya había dado señales de saturación, algunos muy graves, como la gentrificación o la desaparición del tejido comercial más tradicional. “Hay una conflictividad social evidente derivada de la presión turística –apunta–. Las encuestas constatan que el 61% de los residentes considera que la ciudad ha llegado al límite de turistas y el porcentaje se ensarta en el 70% en los barrios más turísticos”, argumenta Torres-Delgado. “Los fondos europeos ya prevén partidas millonarias para recuperar el sector turístico, pero desde la transformación, la innovación y sobre todo la sostenibilidad”, remacha esta investigadora, que teme que ahora la urgencia pospandemica para reactivar la economía haga olvidar la tendencia iniciada hace solo unos años de virar hacia un “turismo sostenible”.

Un miedo que también comparte Asunción Blanco, profesora de geografía de la UAB y miembro del grupo de investigación Tudistar, que asegura que antes del confinamiento diferentes sectores de actividad económica ya admitían que la saturación turística afecta incluso al sector turístico mismo y que hace falta un cambio de modelo. 

Una ciudad de decorado Disney

“Cuando tienes tantos turistas como Barcelona se produce un exceso de efectos negativos sobre los residentes, el tejido comercial y la vida de barrio y se pierde la idiosincrasia del destino”, argumenta Blanco. “Nos quedamos en una especie de ciudad hecha para turistas, un decorado de Disney que ni siquiera satisface la experiencia del turista”, añade Blanco, que todavía va más allá y pide parar: “No creo que haya que seguir creciendo. No hablo de decrecimiento pero sí de contención: de estabilizarnos en unos beneficios que nos permitan renovarnos pero sin seguir creciendo”, sugiere, a la vez que admite que su premisa “no está prevista en el capitalismo”.

García Montalvo, en cambio, plantea la pregunta a la inversa: “¿Qué habría pasado si a finales de los noventa no hubiéramos hecho la anterior ampliación que nos permitió pasar de 32 millones de operaciones a los 53 millones actuales? ¿Tendríamos el MWC o el 22@ lleno de empresas tecnológicas? ¿Vendría la gente de Microsoft si tuviera que hacer escala para llegar a Barcelona?”, cuestiona. 

En busca de un modelo mejor

García Montalvo cree que, además de una eventual ampliación, solo la tecnología podría ayudar a crecer este sector y, de nuevo, a copia de más turistas: “Ya hay aviones que hacen despegues verticales, o que utilizan hidrógeno –avanza–. Pero ve a saber cuándo llegará esto”. Blanco y Torres-Delgado sí que ven salidas. “Hay que repensar la planificación territorial y turística, haciendo sentarse a hablar a todos los actores con calma: empresas turísticas, pequeño comercio, residentes, movimientos sociales y sindicatos con la administración pública liderando”, cree Blanco.

“No se trata de diversificar la oferta o de buscar turistas de más nivel adquisitivo, esto es lo mismo de siempre”, dice Torres-Delgado. Lo que hace falta, dice la investigadora, es fomentar la recuperación con el residente en el centro y orientada hacia el turismo de proximidad, lo que explica que en algunos países nórdicos ya hayan empezado a hacer demarketing, es decir, dejar de hacer promoción de su destino en ciertos mercados. Así, el futuro del turismo barcelonés en dos o tres años –con ampliación o sin– depende, según los académicos consultados, de "la urgencia" para sobrevivir a la crisis. “Existe el riesgo de que la crisis nos haga aceptar medidas de recuperación demasiada cortoterministas –dice Torres-Delgado– y que perdamos la oportunidad de transformar realmente el modelo”.

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