Renault y McDonald's se venden sus negocios en Rusia

Las sanciones empujan a las dos multinacionales a abandonar el país de manera definitiva

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Un restaurante de McDonald's en la ciudad rusa de San Petersburgo, en una imagen de principios de marzo.

BarcelonaLas multinacionales McDonald's y Renault han anunciado que se venden sus filiales y participaciones en empresas en Rusia. Las dos compañías, que se encuentran entre las más grandes del mundo en sus respectivos sectores, se ven obligadas a abandonar el país presidido por Vladímir Putin debido a las sanciones impuestas por Occidente a raíz de la invasión de Ucrania.

McDonald's llevaba más de 32 años con presencia en el mercado ruso después de la apertura de su primer restaurante en Moscú en enero de 1990, antes de la caída de la Unión Soviética. Así pues, la marcha de la empresa, un emblema del poder económico norteamericano y del capitalismo en general, tiene un punto simbólico en cuanto al deterioro de las relaciones entre Rusia y Estados Unidos.

La cadena de comida rápida ya suspendió temporalmente la actividad en territorio ruso, donde tiene más de 850 establecimientos. "La crisis humanitaria provocada por la guerra en Ucrania y el entorno impredecible para operar han llevado a McDonald's a concluir que el negocio en Rusia ya no es sostenible ni es consistente con los valores" de la empresa, según un comunicado emitido por el mismo grupo este lunes.

El comunicado cita al consejero delegado de la cadena, Chris Kempczinski, que añade que se ha tratado de una decisión "extremadamente difícil", sobre todo porque afecta directamente a los más de 60.000 trabajadores del grupo en Rusia. Aun así, a pesar de que la decisión está tomada, McDonald's todavía no tiene un comprador para sus filiales rusas y está en proceso de búsqueda.

Renault se guarda una opción de recompra

Quien sí que tiene comprador para su negocio en Rusia es la automovilística francesa Renault, que también ha anunciado este lunes su salida del país. La empresa es propietaria de la rumana Dacia y de un 67,6% de la rusa Avtovaz, de la cual ahora se deshará junto a la misma filial de la empresa en Rusia. El comprador será el Instituto Central de Investigación y Desarrollo de Automóviles y Motores (NAMI), la agencia estatal rusa de investigación de la industria del motor.

"Hoy hemos tomado una decisión difícil pero necesaria y estamos haciendo una elección responsable hacia nuestros 45.000 empleados en Rusia", ha dicho el consejero delegado de la multinacional francesa, Luca de Meo. La compañía es uno de los principales conglomerados automovilísticos del mundo, con una facturación de 42.000 millones de euros en 2021.

Aunque la marcha es en principio definitiva, en el contrato de compraventa se ha incluido una cláusula que permite a Renault recomprar todos sus activos en Rusia, los cuales la dirección de la empresa francesa podrá decidir si ejecuta o no en hasta seis ocasiones durante los próximos años.

Impacto de las sanciones

Las dos multinacionales ya habían reducido su actividad en el país desde que los países de la OTAN y otros aliados empezaran a imponer paquetes de sanciones económicas a Rusia cuando las tropas del Kremlin invadieron Ucrania. Esto ha provocado un fuerte deterioro de la economía rusa, que está previsto que este año se hunda más de un 11% por culpa en buena parte de las restricciones financieras y comerciales impuestas por otros países.

Ante esta situación, la mayoría de multinacionales occidentales cesaron parcialmente o totalmente sus operaciones en el país, pero hasta ahora ninguna se había ido de manera definitiva.

Las sanciones no solo afectaron a empresas extranjeras, sino también a sectores estratégicos para la economía rusa, como la banca –los principales bancos rusos han sido expulsados del Swift, el sistema internacional de transferencias bancarias– y una parte grande de la industria que se ha quedado sin poder comprar componentes fabricados en Europa, Japón o EE.UU.. De hecho, el país se encuentra en quiebra parcial después de intentar abonar con rublos los pagos de un bono público denominado solo en dólares norteamericanos.

Las autoridades rusas intentan mantener la economía cuanto más estable mejor y evitar una devaluación del rublo que encarecería fuertemente las importaciones y dispararía los precios de muchos bienes básicos de consumo.

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