Rusia dopa su moneda para esquivar una depresión
El banco central utiliza sus reservas de divisas y controles de capitales para mantener el valor del rublo
Barcelona"El periodo en el que la economía del país ha podido vivir de las reservas se ha acabado". Así de clara fue Elvira Nabiúllina, la gobernadora del Banco Central de Rusia, sobre las capacidades de la economía de su país para seguir resistiendo a las sanciones impuestas por los países occidentales. Según la banquera, a la economía rusa le esperan meses muy complicados, especialmente a partir del segundo y tercer trimestre de este año, con restricciones en el comercio exterior, en un momento en el que el Kremlin ya se encuentra con grandes dificultades para pagar la deuda.
No obstante, las perspectivas negras que pinta Nabiúllina no concuerdan con el valor del rublo, la moneda rusa, que ha aguantado bastante el impacto de las sanciones. Con la invasión de Ucrania el 24 de febrero, la Unión Europea, Estados Unidos y otros aliados aprobaron una dura batería de medidas para aislar a Rusia de la economía global, que se han ido ampliando en los dos meses de guerra: está la congelación de activos de oligarcas y miembros del Gobierno ruso, la expulsión de varios bancos del sistema internacional de transferencias Swift, la prohibición de comprar productos rusos –incluido el carbón– o de vender productos a la industria rusa –por ejemplo, componentes electrónicos o recambios de maquinaria– y la salida o suspensión de la actividad en el país de un elevado número de multinacionales.
Inicialmente, las sanciones hicieron entrar al rublo en un círculo vicioso. La salida de empresas extranjeras hizo liquidar los negocios y, por lo tanto, cambiar los rublos a dólares. Además, la demanda de rublos a escala global se hundió, porque muchas empresas de otros estados que comerciaban con Rusia lo dejaron de hacer. Así pues, debido a este derrumbe de la demanda, la moneda rusa perdió un 43% de su valor en dos semanas.
Si sumamos las restricciones a los bancos y a los sistemas de pago –las tarjetas de crédito Visa y Mastercard ya no funcionan en Rusia, igual que otros sistemas de pago, como Paypal–, la tentación de los ciudadanos y empresas es recoger en efectivo los rublos que tienen en la cuenta corriente y guardarlos bajo el colchón antes de que los bancos quiebren, o bien cambiarlos a euros o dólares para evitar que pierdan valor. Esto explica las largas colas de rusos en los cajeros automáticos los primeros días de la invasión, un fenómeno llamado pánico bancario. Este fenómeno agrava todavía más la devaluación de la moneda: ni los propios ciudadanos rusos la quieren y la cambian al precio que haga falta por dólares.
Una devaluación de la moneda nacional tiene como resultado que cualquier producto producido fuera del país pasa a ser más caro. Y en una economía donde la mayoría de bienes de consumo son importados, implica que los precios se disparan. Este incremento de precios –en lenguaje técnico, inflación– provoca que las familias pierdan poder adquisitivo: cobran lo mismo, pero el cesto de la compra es más caro. La inflación en Rusia a principios de abril era de 17,5%.
Ahora bien, a partir de mediados de marzo, el rublo ha rebotado y cerró el viernes a un nivel similar al de antes del conflicto. ¿Por qué? ¿Quiere decir que las sanciones son inútiles? ¿O simplemente las autoridades rusas las han podido contrarrestar?
Medidas de contención
Si los rusos intentaron deprisa y corriendo salvar sus ahorros, el banco central tenía en el zurrón varias armas para parar la hemorragia que suponía la retirada de efectivo de los bancos y la salida de las empresas occidentales. El rublo llevaba años perdiendo valor, con dos caídas graves en 2008, con la crisis financiera mundial, y en 2014, cuando Rusia invadió el Donbás y se anexionó Crimea.
La primera medida fue cerrar la Bolsa de Moscú, un hecho que no evitó, sin embargo, que las multinacionales rusas que cotizan en Londres perdieran gran parte de su valor en cuestión de horas. La segunda fue subir once puntos los tipos de interés para frenar la inflación. Y la tercera, la imposición de controles de capitales, es decir, la prohibición de que los rublos salgan del país o que se cambien a otra moneda.
Esta tercera medida frenó la demanda de divisas extranjeras y, por lo tanto, mantuvo estable una oferta de rublos que se había disparado, puesto que los rusos no podían cambiar su moneda. Además, el gobierno también impuso la obligación de que todos los exportadores rusos –es decir, las empresas que venden al extranjero y cobran en otras monedas– tengan que cambiar a rublos el 80% de los ingresos que obtienen otras divisas. De este modo, la demanda de rublos crece y, por lo tanto, también su precio, en los mercados de divisas.
El grueso de los exportadores rusos son petroleras y gasistas, lo que explica el pánico del Kremlin a la posibilidad de que la Unión Europea deje de comprar energía a Rusia, como ha hecho EE.UU. con el petróleo. Si se produjera, el derrumbe del rublo sería probablemente automático.
Además de todo esto, parece evidente que el banco central ruso ha intervenido directamente en el mercado durante semanas para evitar que su moneda se hunda todavía más y, de momento, ha tenido éxito. De hecho, Nabiúllina hace años que prepara la economía para nuevas sanciones, por lo que el estado ruso tiene reservas valoradas en unos 640.000 millones de dólares con las que puede intervenir en los mercados de divisas para evitar el colapso del rublo.
Uno de los problemas para el Kremlin es que las intervenciones en el mercado por parte del banco central son comprando rublos con estas reservas de monedas. No obstante, la mitad de los 640.000 millones están en cuentas de bancos de otros países –sobre todo de EE.UU.–, donde las sanciones han impuesto la congelación: el Gobierno ruso no los puede tocar. En la práctica, esto reduce a la mitad las reservas realmente disponibles y dificulta la capacidad de Rusia de devolver las deudas que tiene denominadas en dólares, hasta el punto que las agencias de calificación internacional sitúan al país en quiebra parcial.
Según Bloomberg, a finales de marzo, el estado ruso había reducido sus reservas de oro y divisas en casi 39.000 millones de dólares, lo que quiere decir que en solo un mes perdió aproximadamente un 12% de las reservas. Por lo tanto, si mantiene el ritmo, a principios de 2023 ya no quedarán. Las advertencias de Nabiúllina sobre el futuro negro de la economía rusa, pues, tienen sentido.