Hoy hablamos de
Relaciones

Ser el amante: "Tenía muy claro que no dejaría a su mujer"

Hablamos con testimonios y expertos sobre la evolución de esta figura, históricamente colocada como fuente de conflicto y traición

Una pareja brindando en la playa en una imagen de recurso.
Nàdia Arboix
20/02/2025
5 min
Regala este articulo

Barcelona"Desde el principio tenía muy claro que él estaba casado, que nos queríamos, pero que no dejaría a su mujer", afirma Alba, que durante dos años fue el amante de su jefe. "Había una fecha de caducidad. En ese momento yo tenía veinticinco años y un trabajo que nos hacía viajar por el mundo, muy excitante, y nuestra relación estaba en un entorno mágico y poco realista. Si hubiéramos estado juntos nos habríamos encontrado con un divorcio, hijos de por medio, la rutina habría de haber gozado de libertad".

La antropóloga Bruna Álvarez explica que en nuestra estructura, el amante es la figura que está fuera de este sistema relacional socialmente aceptado. Hace referencia a una persona, normalmente una mujer, que tiene relaciones con el pater familias fuera del matrimonio. Cuando hablamos de amante damos por validado un sistema de relaciones de pareja y familiares heterosexuales, monógamos y estables. "El ser humano no es monógamo por naturaleza", asegura Álvarez. "No es nada por naturaleza, sino que está construido en sociedad y depende de cómo cada cultura organiza ese sistema". Hay culturas como la de la comunidad Moso, en el suroeste de China, donde separan la sexualidad de la reproducción. "En nuestra cultura, en cambio, la figura femenina ha sido construida desde la reproducción y la maternidad, en completa contraposición al deseo sexual. La burguesía del siglo XIX con la moral victoriana limitó la sexualidad de la mujer a un solo hombre para garantizar la legitimidad de sus hijos y la transmisión patrimonial".

El sistema de creencias en torno al amante le coloca como una figura de conflicto y traición que amenaza la unidad familiar, que rompe el orden establecido, que vive un amor apasionado fuera de la norma y encarna deseo. Según afirma la psicóloga Dolors Liria, "habitualmente cualquier relación en la que un mujer y recibe de forma desequilibrada puede crear malestar". "No es que los amantes compartan una serie de características, sino que las comparten con todas aquellas personas que quieren algo y no son correspondidos o tratados de forma equitativa. Esto puede ocurrir también con la misma pareja".

Es el caso de Ariadna, de veinte años, que fue el amante de una mujer mayor que, pese a quererla, no estaba dispuesta a arriesgarlo todo. "Yo sabía dónde me estaba metiendo, pero una vez dentro me sentí atrapada y no sabía cómo salir. A pesar de saber cómo son las cosas la posición de ser el otro hace que haya un pequeño resquicio de esperanza de que algún día la situación cambie. Es complicado cerrar la historia porque nunca ha habido realmente una historia. Es un final abierto", recuerda.

No me escribas a partir de las ocho

De la misma forma que con la pareja se crea un lenguaje propio, con el amante se establecen una serie de códigos. "En los mensajes de WhatsApp me proponía ir a tomar un café o una cerveza, nunca me decía «quédate a dormir»", explica Pau, que durante medio año fue el amante de un chico cubano que estaba comprometido en su país. "Por escrito nunca quedó". Meses más tarde se marchó a Cuba para casarse con la chica que le estaba esperando. "Me dijo que en Barcelona, ​​conmigo, se despedía de su libertad". A pesar de saber que ese chico nunca lo escogería, accedió a mantener una relación en secreto. "Ser el amante es ser el plato preferido: no lo comes todos los días, sólo en ocasiones especiales. Un plato de verdura lo puedes comer todos los días, pero la hamburguesa con patatas te acabaría hartando. Yo sabía que como amante era su plato preferido y, por tanto, nunca podría formar parte de su día a día", dice. Actualmente no sabe nada de él.

Los códigos de Alba y su jefe eran menos restringidos. "Era muy temerario", explica. "Pasábamos todo el día juntos en el despacho, nos llamábamos, nos enviaban SMS y correos electrónicos. Él también tenía un correo fantasma y nos escribíamos por ahí". Ariadna explica que ir a restaurantes lejos de sus barrios o cambiar el nombre del contacto eran otras formas que tenían para esconder la relación. "Ella me enviaba mensajes cuando entraba en casa o estaba con su mujer y yo ya entendía que implícitamente lo que me estaba diciendo es que ahí se acababa la conversación y que, si acaso, me volvería a contactar", dice mientras remarca la importancia del teléfono móvil en la relación.

A menudo cuando la situación se prolonga en el tiempo el amante queda en una posición de espera, en la sombra, donde debe conformarse con los momentos robados. "Sabía cuál era la jerarquía. Había una ambivalencia: yo no quería que dejara a su mujer ya la vez me producía malestar esconderme", afirma Alba. El amante es la punta de un triángulo amoroso que puede tener la función de unir o dividir a la pareja oficial. "Yo tenía mi tiempo y tenía que aprovecharlo al máximo porque ella vivía su vida y yo no formaba parte", dice Ariadna. "Pero tenía que tragarme sola porque tampoco era nadie para montar un escándalo o reclamar nada", concluye. Después del sexo, las confesiones y la pasión a altas horas de la madrugada, ¿qué ocurre después?

Secreto roto

Hay varios desenlaces posibles: la persona casada elige al amante o, por el contrario, elige a la pareja. ¿Se abandona el amante? ¿O es el amante quien se marcha por su propio pie? "Una infidelidad es la precursora de una posible decisión de separación, pero también un revulsivo para reencontrar el equilibrio en la relación", afirma la psicóloga Dolors Liria.

Alba no pudo cortar la relación con su cabeza hasta que conoció a otro hombre, que meses más tarde se convertiría en su marido. "Aquello me permitió cambiar el foco y nos mudamos a Estados Unidos". En esa relación clandestina ya no sólo les separaba una mujer, casa e hijos, sino también el océano Atlántico. La distancia física vino acompañada de una distancia emocional con la persona que había sido su amante durante dos años y eso permitió a Alba empezar de nuevo. Se acabaron los correos fantasma, las habitaciones de hotel y las miradas cómplices, pero sobre todo, y eso es lo que más la aligeró, acabó la espera. "Cuando fui él se puso celoso porque sentía que había hecho tarde. Recuerdo que un sábado por la tarde me llamó para decírmelo. Yo estaba paseando y me puse a gritar como una loca por las calles de Nueva York: «¿Pero que querías? ¿Que te estuviera esperando toda la vida?» En esa conversación los dos estábamos devastados, pero entendíamos al otro". Mirando atrás, dice estar contenta de haber tomado la decisión de marcharse. "Previnimos un desastre y un fracaso".

La antropóloga Bruna Álvarez explica que, aunque se supone que estamos en una sociedad monógama, el número de personas solteras aumenta y, por tanto, solteras con diferentes parejas sexuales que no se formalizan. Las relaciones románticas y sexoafectivas se han cuestionado a lo largo de la historia, ya que el movimiento anarquista de los años treinta defendía la idea del amor libre e iba en contra de considerar a la pareja como una propiedad, sino como un amante al que eliges constantemente para compartir momentos sin la necesidad de un contrato institucionalizado. Actualmente, están saliendo nuevas formas que cuestionan la perspectiva relacional imperante y el caso de las triellas, parejas de tres personas, es un ejemplo.

Alba afirma que con los años ha cambiado la perspectiva. "Ahora prefiero practicar la no-monogamia. Hasta entonces siempre lo había vivido como una falta mía de compromiso, de no respeto hacia los demás. Practicar este modelo relacional ha sido la gran revelación porque con transparencia y sinceridad, acuerdos y respeto hace que la infidelidad no sea necesaria".

stats