Gaza, una gran cárcel al aire libre


A menudo se ha descrito la Franja de Gaza como una especie de gran cárcel a cielo abierto, debido a los estrictos controles fronterizos israelíes y las restricciones de todo tipo que sufren sus ciudadanos. La última operación del ejército israelí, que consiste en ordenar evacuaciones masivas para estrechar aún más a la Franja ocupando todo el perímetro con una zona de seguridad, y con la idea de dividirla más adelante, la realidad de Gaza se parece cada vez más a una cárcel. Una cárcel, además, que es una trampa mortal a causa de los ataques israelíes que, con la excusa de neutralizar a Hamás, acaban provocando un número elevadísimo de víctimas civiles.
No resulta difícil imaginar que el objetivo final del gobierno de Benjamin Netanyahu es provocar una presión tan insoportable sobre la población que finalmente se vea obligada a abandonar su casa. Recordemos que Netanyahu ya alabó la idea de Donald Trump de convertir la zona en un gran complejo turístico mediterráneo, pero, claro, para hacerlo antes deben expulsar a los palestinos.
Si toda la Franja es ahora mismo un infierno, el epicentro se sitúa en la ciudad de Rafah, en la frontera con Egipto. El alcalde ha explicado al ARA que la situación es crítica porque los israelíes han ordenado evacuar la ciudad, lo que pone en peligro a miles de personas que no tienen adónde ir y llevan diez días bajo asedio militar, sin agua, comida ni asistencia médica. Mientras, la aviación israelí bombardeó también dos zonas en el sur de la ciudad de Gaza y una clínica del UNRWA en Jabalia, en el norte de la Franja, donde se refugiaban desplazados: han matado a diecinueve personas, incluyendo ocho criaturas, y todavía se buscan supervivientes entre los escombros.
Resulta curioso ver cómo Trump parece haber perdido el interés que mostró en los primeros días por el conflicto, y en el que pudo colgarse la medalla del alto el fuego y la entrega de rehenes, y ahora ha dado carta blanca a Netanyahu para que actúe como le parezca. Y el primer ministro israelí lo está aprovechando para alargar una guerra que es la clave de su supervivencia política, ya que es la única forma de asegurarse el apoyo de los ultras en el Parlamento y de rehuir las responsabilidades judiciales. Sin embargo, si la guerra tenía como objetivo rescatar a los rehenes, de momento es un fracaso absoluto. Por el contrario, seguramente con las operaciones actuales se les pone aún más en peligro.
Con Estados Unidos mirando hacia otro lado, la situación es francamente desalentadora. Europa por sí sola no tiene capacidad de presión efectiva sobre Israel, ni tampoco los países árabes. Pero al menos deberían dejar constancia de la situación y denunciar tanto las matanzas en Gaza como los tics autoritarios del gobierno israelí, cada vez más lejos del ideal democrático. Como muestra tenemos el enfrentamiento de Netanyahu con el jefe de los servicios de seguridad interior, el Shin Bet, Ronen Bar, al que pretende sustituir en una decisión pendiente de decisión judicial. Tampoco es casual que el húngaro Viktor Orbán le reciba hoy en un viaje que sirve a Netanyahu para desafiar la orden de detención que ha cursado en su contra el Tribunal Penal Internacional.