Cuerpo y Mente

Más que fuertes, conviene ser adaptables: "Es mucho mejor ser esponjas que piedras"

Hablamos con la doctora en psicología clínica Alicia Álvarez, que ha publicado un libro para hacer accesibles a todos los conocimientos sobre el trauma y cómo integrarlo

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Barcelona"Lo que no te mata te hace más fuerte": aunque es una frase que puede llevarse a colación ante la adversidad, no acaba de ajustarse a la realidad. Es uno de los mitos que desmonta Alicia Álvarez, doctora en psicología clínica por la UAB y experta en memoria emocional traumática, en el libro ¿Cuánto pesa tú mochila? (Arpa, 2024), donde condensa 16 años de experiencia de trabajo con el trauma. Incluso hay confusión con la definición, según Álvarez: todo el mundo puede vivir un evento potencialmente traumático, pero no todo el mundo desarrolla un trauma, que es "la herida que te queda después de vivir un evento que desborda por completo tu capacidad de afrontamiento". Si hay trauma, aclara la psicóloga, el cerebro se "desconfigura" y se mantiene en alerta porque "cree" que el suceso traumático está pasando de nuevo.

Que acabemos generando un trauma depende, entre otros motivos, de la interpretación que hagamos de la situación y sobre todo de los recursos que tengamos para afrontarla, como la resiliencia. "Si tienes una buena resiliencia, no llegarás a desarrollar un trauma", afirma Álvarez, quien invita a prestar atención al ejemplo de la piedra y la esponja. "Se dice que seas fuerte como una piedra, pero si te dan un mal golpe te partes en mil pedazos y no hay quien lo reconstruya", explica la psicóloga, mientras que "una esponja puedes someterla a una presión enorme que, cuando acaba, vuelve a recuperar su forma". Por tanto, "es mucho mejor ser esponjas que piedras", por lo que en la vida resulta más conveniente ser adaptables que fuertes.

Si bien no existe un rasgo de personalidad resiliente, todo el mundo tiene resiliencia y se puede educar: se trata "de una capacidad o habilidad de autorregularnos gracias a una forma más flexible de pensar y de afrontar situaciones", escribe Álvarez en el libro, que propone varios ejercicios para hacernos sentir mejor y trabajar en la que respuesta al trauma, hablarnos bien o incluso hacer movimientos oscilantes -como en una hamaca o mecedora-, que calman como cuando acunamos un bebé.

Otra cosa es el crecimiento postraumático, que sólo puede producirse en caso de que haya trauma, y ​​que se da cuando se es capaz de integrar lo ocurrido. Entonces, debido al evento traumático y al proceso de integración posterior, podemos acabar siendo una versión diferente de nosotros mismos, ya que el trauma "implica ruptura de creencias, de la sensación de seguridad, de muchas cosas que te hacían funcionar", remarca la psicóloga.

No todo el mundo reacciona igual

El hecho es que todo el mundo sufre eventos potencialmente traumáticos y no están limitados a un máximo de desgracias. En el libro, Álvarez detalla que, según los últimos estudios, entre siete y nueve personas de cada diez sufren un evento potencialmente traumático durante su vida, y tres de cada diez están expuestas a cuatro o más. Ahora bien, "afortunadamente el 80% de gente que sufre no enferma", subraya Álvarez. Quien no enferma, gestiona el trauma con sus recursos e integra lo que ha pasado, que pasa a ser un recuerdo más, mientras que quien desarrolla un trauma es primordial que busque la ayuda de un profesional especialista, si bien los efectos del trauma puede que no se manifiesten hasta al cabo de unos años.

"Seguro que alguna vez has oído que el tiempo todo lo cura", plantea Álvarez, que garantiza que con el trauma esto no funciona: "Si no intervenimos, el paso del tiempo no para de alimentar una herida invisible". El trauma puede implicar la pérdida de la sensación de control, puede ser agotador y modifica nuestra manera de funcionar. Con la mentalidad de que hay algo que no funciona para que mejor, pero con el trauma considera que el foco debería ser otro: "No se trata tanto dearreglar cómo de recuperar la sensación de seguridad para desconectar las estrategias de afrontamiento desplegadas".

Trauma en bebés y heredad

Durante muchos años se pensó que los bebés no se daban cuenta de nada, pero de los cero a los tres años es el período crítico de generación de muchas funciones cerebrales y los bebés se pueden traumatizar. Según la psicóloga, cualquier cosa que nos pase de pequeños puede desestabilizarnos, sobre todo si la respuesta de nuestras figuras de referencia no es la adecuada: el trauma en la infancia a menudo se asocia al apego.

Álvarez añade que "parece que el trauma llama al trauma", y hay estudios que apuntan a que, si sufres traumas tempranos en la infancia, es más que probable que sufras otros a lo largo de tu desarrollo. Además, el trauma se puede heredar tanto desde los padres como desde los bisabuelos -se estima que la heredabilidad alcanza el 30-40%-: a través de la epigenética, con la que se hereda la forma en que respondemos a los acontecimientos potencialmente traumáticos, y del comportamiento, con la forma en que nos tratan y educan. "Lo que heredamos no es la patología en sí, sino la susceptibilidad de poder desarrollarla", matiza.

Los capítulos del libro se suceden a partir de las vivencias relacionadas con el trauma de Miranda, que se basan en hechos que les han pasado a personas reales y con los que quizás nos podemos sentir identificados. Tal y como apunta la autora hacia el final del libro, puede resultar revelador: "Es posible que en estos momentos te hayas dado cuenta de que tienes algún trauma no integrado. También puede que incluso hayas identificado qué te comporta".

Hay algunos signos que lo pueden estar indicando, cómo funcionar como si lleváramos al piloto automático, tener reacciones intensas que no se corresponden con el estímulo que las activa, tener miedos irracionales, algunos hábitos y pequeñas manías, dolores físicos sin explicación médica -como abdominales- o ciertos hábitos alimentarios. Por otra parte, cuando es alguien cercano que está sufriendo un trauma, Álvarez cree que habría que aprender a aguantar los silencios, porque "la mayor parte de las personas sólo necesitan que estemos, sin decir ni hacer nada, sólo estar".

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