Al menos 45 muertos aplastados por la multitud en un festival religioso en Israel
La noche de plegarias de Lag B'Omer reunía a 100.000 personas en un lugar con capacidad para 15.000
Israel ha vivido esta noche una de las peores tragedias en tiempos de paz de su historia. Un encuentro religioso multitudinario, que se había autorizado por la buena evolución de la pandemia de covid-19 en el país, ha acabado en desgracia cuando algunos de los peregrinos han caído encima de otros en medio de la aglomeración y se ha generado una estampida que ha dejado al menos 45 muertos. También ha habido unos 150 heridos, de los cuales dieciocho son graves y seis están en estado crítico, según las autoridades sanitarias.
El primer ministro en funciones del país, Benjamin Netanyhu, ha visitado este viernes mismo el lugar de la tragedia, el monte Meron de Galilea, en el norte de Israel, y ha declarado domingo como día de luto nacional. Miles de judíos ultraortodoxos participaban jueves por la noche en la celebración de Lag B'Omer, en que los peregrinos se reúnen para rezar toda la noche, hacer danzas religiosas y hogueras. Era el acontecimiento más multitudinario desde el comienzo de la pandemia, porque el país ya está recuperando la normalidad después de haber a vacunado más del 60% de la población.
Todavía no se sabe por qué motivo, pero en algún momento de la noche, en medio de una gran aglomeración, decenas de personas que estaban a una altura superior cayeron sobre las que había debajo y esto generó una estampida que, de tan apretado y lleno como estaba el espacio, hizo caer a muchas personas, que fueron aplastadas por la multitud. Algunos han muerto asfixiados o aplastados antes de que los organizadores se dieran cuenta y pidieran por el sistema de megafonía que la gente se dispersara. Entre los muertos hay algunos niños, según han explicado los servicios de emergencia, que han podido reanimar a algunas de las víctimas a pesar de los problemas que han tenido para acceder al lugar del accidente.
Las autoridades calculan que había unas 100.000 personas reunidas en este lugar sagrado del judaísmo, donde está la tumba del rabino del siglo II dC Shimon bar Yochai y donde se celebra el Lag B'Omer. Pero un informe de 2016 ya alertaba que el nivel de aglomeraciones habituales de esta festividad sobrepasaba de mucho la capacidad del emplazamiento, que se calculaba para unas 15.000. El documento interno policial ya pedía limitar el número de participantes, según Times of Israel.
A lo largo de toda la mañana, las redes sociales se han llenado de fotografías de personas que participaban en el Lag B'Omer y que sus familiares intentaban localizar. Algunos vídeos mostraban también momentos de la tragedia, como por ejemplo cuando centenares de personas intentaban avanzar por un pasaje demasiado estrecho con láminas metálicas a ambos lados y algunas caían al suelo mientras avanzaba la multitud.
Uno de los supervivientes relataba desde la cama de un hospital cómo había quedado atrapado bajo la multitud durante diez minutos antes de que llegaran los equipos de rescate. "Sentía que alguien me empujaba, se quería mover, me daba golpes. Sentí que no podía respirar", explicaba a la televisión. "Había mucha gente encima mío. Estaba tumbado encima de alguien que no respiraba. Había muchos gritos, caos, vi a niños bajo mío. Lo único que me pasaba por la cabeza era que no quería que mi hijo quedara huérfano".
"Se generó mucho caos de repente, con policía y gritos, y después de media hora parecía la escena de un atentado suicida, con mucha gente evacuada con literas", relataba a Reuters uno de los peregrinos testigo de los hechos, Hayim Cohen, de 19 años. La estampida se produjo en la zona masculina del festival religioso, que se celebra de manera segregada por sexos.
Investigación abierta
El ministerio de Justicia investiga ahora si ha habido alguna negligencia de la policía que explique la tragedia. El cuerpo policial se defiende asegurando que la única causa ha sido la excesiva aglomeración de gente, un peligro que ellos ya habían advertido desde hacía tiempo.
Este año, con motivo del covid-19, se habían habilitado espacios separados y restringidos para hacer las hogueras que habitualmente se queman durante la festividad. Eso sí que podría haber producido algún cuello de botella en zonas específicas del emplazamiento y que ha cogido desprevenidos a los peregrinos.
La comunidad judía ultraortodoxa, proclive a las aglomeraciones en acontecimientos religiosos y funerales, ha sido un dolor de cabeza constante para el gobierno israelí desde el principio de la pandemia. La resistencia por parte de estas comunidades ultraortodoxas a hacer caso de las restricciones impuestas por el virus ha tensado las relaciones con el resto de la sociedad israelí. Las imágenes de funerales multitudinarios en que miles de personas rodeaban el féretro del difunto, amontonadas las unas contra las otras sin ninguna distancia ni prácticamente mascarillas, dieron la vuelta al mundo porque se producían, además, justo cuando Israel vivía el pico de su tercer confinamiento, con aglomeraciones prohibidas y mascarillas obligatorias.