La escalada de los precios de los alimentos desestabiliza África occidental
La inflación desemboca en varios golpes de estado militares y revueltas
Barcelona“Se nos dice que hay coronavirus, pero es el coronafome [fome quiere decir 'hambre' en criollo] lo que nos afecta”, gritaba una vendedora de pescado. En mayo de 2020 un vídeo circuló en las redes de Guinea Bissau: dos mujeres protestaban contra las medidas anticovid que les dificultaban vender en el mercado. Desde febrero Guinea Bissau tiene nuevo presidente, el autoproclamado Umaro Sissoco Embaló. Un año y medio después, las quejas se han extendido en todo el continente africano: el aumento del precio de los alimentos ha desembocado en situaciones de inestabilidad política que, en África occidental, han acabado con varios golpes de estado militares. La FAO (la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) anunció hace pocos días que los alimentos básicos han llegado a su precio más alto de la última década.
Guinea Bissau hoy es un gran campo de anacardos dedicados a la exportación. “Amílcar Cabral –el líder de la independencia del país– estaría frustrado si lo viera. Los agricultores no reciben apoyo, y los que sí que reciben es solo para cultivar anacardos, un gran negocio para el gobierno”, explica al ARA la escritora de Guinea Bissau Yasmina Nuny. Añade que el precio de un saco de 50 kilos de arroz ha aumentado en 1.500 francos CFA (2 euros): “Es una gran diferencia para una población que a menudo ni siquiera gana 60.000 francos (90 euros) al mes”. No es una situación excepcional: una treintena de países africanos gastan más del 30% de sus importaciones en comida y energía. En Guinea Bissau esta factura supera el 60%, y en Togo prácticamente roza el 70%.
Esta situación tiene traducciones políticas inmediatas, según el analista Cherif Ag Mohamed Ibrahim. Desde Bamako, la capital de Mali, el investigador recuerda que los precios del pan contribuyeron a la caída de Omar al Bashir en el Sudán, y considera que el problema ha llegado al Sahel: “El aumento de los precios de los alimentos ha agravado la situación de inseguridad en Mali. Las personas frustradas por los precios altos y el paro se han integrado al movimiento que acabó con la caída del presidente Keita”. Desde el inicio de la pandemia Mali ha sufrido dos golpes de estado que han acabado con el coronel Assimi Goïta, de 38 años, liderando una junta militar. El continente ha sufrido otros golpes de estado, el último esta semana en el Sudán. También ha habido en el Chad y en Guinea Conakry, mientras que en Senegal y en Nigeria ha habido manifestaciones que han acabado con disturbios y fallecidos por los disparos de las fuerzas de seguridad.
¿Por qué ingresan poco?
Los países citados tienen un aspecto común: tienen que pagar la comida y la energía exportando productos que, generalmente, tienen poco valor añadido. El Chad y Nigeria venden petróleo y después tienen que importar gasolina; Guinea Conakry exporta bauxita, pero los beneficios de vender aluminio se los quedan los Estados Unidos, Rusia, China y los Emiratos Árabes. Senegal y Guinea Bissau exportan cacahuetes y anacardos sin procesar, y los precios son irregulares: como el Fondo Monetario Internacional (FMI) recomienda a los países más pobres que cultiven productos agrícolas similares, cuando todos tienen una cosecha excelente, hay más oferta que compradores y los precios caen.
El año 2014 el economista senegalés Ndongo Samba Sylla escribió un libro muy crítico con el concepto de comercio justo concebido en Occidente. En The fair trade scandal, Samba Sylla explicaba cómo la exportación de materias primeras baratas desde África era una consecuencia directa de las decisiones de los países ricos: “Los aranceles que utilizan respecto a los productos procesados son mucho más altos que los que aplican a los productos sin procesar”, decía. Los exportadores africanos se tienen que enfrentar a impuestos altísimos si pretenden vender chocolate a Europa, pero tienen las puertas abiertas de par en par si el cacao se vende sin procesar. De este modo se protege Nestlé, Ferrero o Lindt de posibles competidores y se incentiva la desindustrialización de África.
Por otro lado, los productos agrícolas subsidiados por la UE barren a algunos de los productores locales de los países africanos. En Mali o Guinea Bissau, la leche en polvo alemana puede ser más barata que la leche producida en el país. La autosuficiencia alimentaria es una asignatura pendiente, y los intentos recientes en Mali han acabado en fracaso, según Mohamed Ibrahim: “Los caciques del régimen anterior robaron el dinero destinado a comprar fertilizantes y entregaron fertilizantes adulterados a los agricultores. La reducción de la producción por el uso de estos fertilizantes generó tanta frustración que algunos decidieron sabotear las campañas agrícolas”.
El aumento del precio de los alimentos importados se debe a elementos internos y externos. Las malas infraestructuras hacen que el transporte de los alimentos a las zonas rurales sea más difícil: un encarecimiento de la gasolina se traduce en un encarecimiento de todo aquello que se transporta. En el caso de Mali, un país sin costa, la situación es más grave. Mohamed Ibrahim recuerda que parte de esta población rural decidió irse a la capital a probar suerte. Esta concentración de personas en la capital y la falta de soluciones aceleraron el descrédito del presidente Keita. En Mali, un país con un salario mínimo de 70 euros, el precio del kilo de carne –cuando hay– es de unos 5 euros.
¿Por qué los precios han subido tanto?
La escalada de precios del transporte marítimo ha afectado al mundo entero, pero en los países africanos el impacto ha sido más profundo que en Europa: algunos gigantes del transporte marítimo han preferido destinar los barcos a las rutas más lucrativas (China - Estados Unidos, China - Europa) y abandonar otras. El resultado es que llegan menos contenedores a los puertos africanos y esto dispara el precio de los alimentos importados.
En un estudio de 2011, la investigadora de Harvard Karla Z. Bertrand buscaba las causas del aumento desbocado del precio de los alimentos de aquel año, clave para entender la Primavera Árabe. Bertrand decía que la oferta y la demanda ya no eran los únicos factores para entender el movimiento de los precios de los alimentos: había que añadir el rol de la especulación en la bolsa. Los capitales se habían trasladado ahí para obtener la rentabilidad que habían perdido en otros sectores.
Diez años después, la historia se repite. La recuperación de la demanda china y las vacunas contra el covid generaron un pronóstico claro para Goldman Sachs, uno de los bancos de inversión más importantes del mundo. Este enero, un informe suyo pronosticaba un superciclo de materias primeras, que irían mucho más allá de los precios del segundo semestre de 2020. Pocos meses después, el trigo ha registrado el precio más alto en una década. Los traders de materias primeras de Goldman Sachs ganaron 2.000 millones de dólares en 2020. El precio de las acciones de Glencore, uno de los gigantes del sector, se ha doblado desde enero.
“Para proteger las industrias de Portugal, los africanos son forzados a comprar productos portugueses mediocres a precios altísimos y a vender sus productos a los colonos/comerciantes a precios más bajos que lo que ganan los colonos cuando los revenden”, dijo Amílcar Cabral, líder independentista de Guinea Bissau y el Cabo Verde, hace muchos años. Cabral, el ingeniero agrónomo que quería cambiar la agricultura de su país, fue asesinado unos meses antes de la independencia, en 1973.