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China clava su bandera junto a la Torre de Londres

Pekín presiona a Downing Street para abrir una megaembajada en un edificio histórico del este de la ciudad

Manifestantes se enfrentan a la policía durante una protesta contra el proyecto de la embajada china en Londres.
21/02/2025
4 min
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LondresEl proyecto de la apertura de una nueva embajada china en Reino Unido –que será una de las más grandes del mundo–, y que se prevé que se instale junto a la Torre de Londres, ha levantado en pie de guerra a los vecinos del barrio de East Smithfield, en la orilla norte del río Támesis. Allí se alza la Royal Mint, un conjunto monumental neoclásico de principios del siglo XIX, donde hasta 1968 se acuñaron las monedas de circulación legal en el Reino Unido, así como otras conmemorativas. Desde entonces, el espacio ha tenido usos distintos. Primero, vinculado al polo histórico de la ciudad medieval en la que está situado ya la musealización de la antigua casa de troquel; y después, a partir de mediados de los años 80 del siglo pasado, a una renovación parcial del área.

Situació de la futura ambaixada xinesa a Londres

edifici històric proposat

Torre de Londres

riu Tàmesi

Tower Bridge

Se crearon un centenar de pisos y un par de locales comerciales –aún hay una guardería y una peluquería– y en los dos edificios históricos se establecieron diferentes servicios de la administración local y del ministerio del Tesoro, así como despachos de abogados. Los pisos, inaugurados por la reina Isabel en 1989, fueron destinados a trabajadores de sectores públicos clave: enfermeras, maestros o policías.

A los nuevos residentes se les concedió un contrato de arrendamiento de la tierra en el que se levantaban las viviendas por un espacio de 126 años. Se trata de una práctica habitual en la ley de propiedad británica, en la que los inquilinos de una casa o de los pisos de un edificio pueden ser sus dueños o arrendatarios, pero otra entidad –a menudo el Crown State, que es el mayor agente inmobiliario del país– es propietaria del suelo donde están levantados. Los contratos habituales de leasehold, como se dice en inglés el derecho de uso de un arrendamiento, suelen ser sólo de 99 años. Éstos eran mucho más favorables.

Privatización

Pero en el 2010 los 20.000 metros cuadrados de terreno se privatizaron, terminando así con la propiedad de la Corona, que se remontaba a 1539, cuando hizo la compra en la abadía cisterciense de St. Mary Graces, fundada por el rey Eduardo III en 1350.

En 2018, menos de tres años después de la visita de estado con la que el presidente de China, Xi Jinping, fue homenajeado por el entonces primer ministro británico, David Cameron, Pekín compró el terreno donde se levanta la Royal Mint, los día medieval. De esta forma clavó la bandera china en uno de los rincones de Londres más vinculados al poder y la historia de la Corona.

China pagó por los terrenos poco más de 300 millones de euros a los que era entonces su propietario, una alianza de empresas formada por el inversor inmobiliario Delancey y el fondo de inversión LRC Group, también especializado en negocios inmobiliarios. En el momento en que los compraron querían desarrollar viviendas de superlujo y servicios exclusivos para una población de alto poder adquisitivo, idealmente formada por los pagados trabajadores de la City, muy próxima a la Royal Mint. Pero la piedra en el zapato del centenar de pisos sociales hizo que, finalmente, Delancey y LRC Group aceptaran la oferta de China.

La intención de Pekín es levantar en este espacio su nueva embajada en Londres. Si sacan adelante los planes, será una de sus mayores legaciones de todo el mundo y la más grande de Europa. China y Estados Unidos se mirarían, con recelo, desde uno y otro lado del Támesis. Durante su primer mandato, Donald Trump inauguró la nueva embajada estadounidense en Battersea.

Agentes de policía vigilando la protesta contra el proyecto de la embajada china en Londres, el pasado fin de semana, en Londres.

Hace dos semanas poco más de un millar de personas, entre ellas muchos refugiados de Hong Kong y los vecinos de los pisos de finales de los 80, se manifestaron frente a la Royal Mint contra el proyecto de megaembajada china. Alegaban todo tipo de problemas de seguridad si se acaba materializando: miedo a ser espiados, pero también problemas de tráfico en las calles circundantes si se llegan a multiplicar las protestas en la zona por parte de todo tipo de activistas contra el régimen de Pekín.

En Reino Unido viven unos 280.000 ciudadanos de Hong Kong, que ha salido de la antigua colonia británica desde el endurecimiento de las leyes de seguridad nacional y la práctica erradicación de la política "Un país, dos sistemas", acordada en 1997, cuando Londres regresó a Pekín la colonia.

De acuerdo con el censo del 2021, en las islas viven también 121.000 ciudadanos chinos. Y en las universidades británicas estudiaban, en el curso 2022-23, más de 150.000 alumnos, que pagan unas tarifas muy elevadas, y que son maná para unas instituciones cada vez con mayores dificultades económicas por la falta de apoyo financiero del gobierno.

En 2022, contra todo pronóstico, el consejo local de urbanismo del distrito de Tower Hamlets, donde se encuentra el barrio de East Smithfield, vetó el proyecto de desarrollo de la nueva legación, a cargo del arquitecto David Chipperfield.

Pero después de la victoria laborista del pasado julio, China ha vuelto a enviar los planes de desarrollo de la representación diplomática, confiando en que el reinicio de la relación con el nuevo gobierno de Londres haría posible la luz verde para el proyecto. Aunque pudo hacerlo, el gobierno de Rishi Sunak nunca intervino en el asunto.

Todo ello se ha convertido en un nuevo lío para Downing Street. Voces muy duras de la oposición conservadora quieren mantener el veto, en tanto que China es el rival a batir. Pero a finales de noviembre Xi Jinping pidió a Keir Starmer la intervención directa del gobierno para encontrar una solución satisfactoria a los intereses de Pekín.

Tanto la ministra del Interior, Yvette Cooper, como el de Exteriores, David Lammy, han expresado una opinión favorable, una especie de gesto de buena voluntad frente al gigante asiático. El asunto permanece ahora en manos de la viceprimera ministra y ministra de Vivienda y Desarrollo Urbanístico, Angela Rayner. Debe tomar una decisión en las próximas semanas. Pero nadie duda de que la gran embajada china en Londres será pronto una realidad.

Unos pocos vecinos y un barrio del este de Londres se han convertido en una más de las monedas de cambio que Downing Street ofrece en Pekín para mantener unas buenas relaciones. A diferencia de lo que hicieron en el 2015, cuando extendieron la alfombra roja para Xi Jinping, los conservadores han puesto ahora el grito en el cielo.

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