BruselasHungría es el socio de la Unión Europea que siempre nada a contracorriente y obstaculiza todo tipo de iniciativas que cuentan con un apoyo mayoritario, sobre todo si tienen relación con la guerra de Ucrania y el régimen de Vladimir Putin. De hecho, es el único estado que tiene fondos europeos congelados por su deriva antidemocrática y que mantiene un constante pulso con la Comisión Europea de Ursula von der Leyen. Sin embargo, y porque así lo dictan los tratados, a partir de este lunes el país ostenta en los próximos seis meses la presidencia de turno del Consejo de la Unión Europea. ¿Esto qué puede implicar?
El gobierno húngaro, liderado por el euroescéptico y ultraderechista Viktor Orbán, ya ha mostrado indicios de que no piensa desaprovechar la oportunidad para imponer su agenda y, como es habitual, poner bastones en las ruedas del funcionalmente de la Unión Europea . De hecho, el lema con el que el gobierno húngaro anunció el inicio de su presidencia ya levantó mucha polvareda y es toda una declaración de intenciones. "Make Europe great again", rezaba el titular del comunicado de prensa, en una clara referencia a la famosa arenga de "Make America great again" del expresidente de Estados Unidos Donald Trump.
Por si había quedado alguna duda, el gobierno húngaro quiso insistir en la presentación del inicio de la presidencia del Consejo de la UE sobre qué Europa desea y recurrió a los mismos mensajes que lanza Trump. "Todos juntos somos más fuertes, pero debemos seguir siendo quienes somos", reivindicó el 18 de junio el ministro de Exteriores de Hungría, János Boka, quien también defendió una "visión alternativa" por en el club comunitario.
El gobierno húngaro, próximo a Putin, también ha avanzado que no piensa priorizar, sino más bien al contrario, las medidas de apoyo a Ucrania y de sanciones a Rusia Y, por eso, la Comisión Europea y el resto de estados miembros se han espabilado en sacar adelante iniciativas en este sentido antes de que empiece la presidencia de Hungría. abre las negociaciones de adhesión con Ucrania y, entre otras cosas, aprobaron redirigir los beneficios generados con los fondos congelados rusos que tiene la UE en rearmar a las tropas ucranianas para defenderse de la invasión rusa. Además, en el Consejo Europeo del pasado jueves en Bruselas los jefes de estado y de gobierno de la UE también intentaron desbloquear un conjunto de iniciativas de apoyo a Ucrania que cuentan con un presupuesto total de unos 6.600 millones de euros. euros.
Sin embargo, Hungría ya ha avisado de que, por ejemplo, no piensa potenciar avances en la adhesión de Ucrania a la Unión Europea y, cuando el pasado martes los Veintisiete abrieron las negociaciones, se mostró muy crítica con la decisión. "Ucrania está muy lejos de cumplir con los criterios de acceso", dijo el ministro de Exteriores húngaro.
Los límites de la presidencia del Consejo de la UE
Más allá de que el resto de socios ya han dejado terminadas la mayoría de las iniciativas más sensibles, cabe recordar que la presidencia del Consejo de la UE no otorga un poder absoluto al país que lo ostenta ni mucho menos. Tampoco es una responsabilidad personalista y, por tanto, Orbán pasará a liderar ninguna institución europea y serán los ministros del ejecutivo húngaro los encargados de coordinar los encuentros ministeriales.
En la misma línea, los titulares húngaros de las diferentes carteras no pasarán a desempeñar un papel completamente determinante en las tablas de negociación: su rol debe limitarse al de árbitro. Es decir, principalmente deben velar por que los Veintisiete lleguen a acuerdos y, aunque sean parte interesada, en teoría deben actuar de manera imparcial y no pueden aprovechar la ocasión para hacer prevalecer su posición sobre el resto de socios. Como máximo, pueden agilizar o retrasar un trámite o forzar traer o no una cuestión que les interese a debate.
Además, la presidencia húngara del Consejo de la UE cae justo en un momento de transición de las instituciones europeas. Todas las grandes medidas que estaban en trámite y negociaciones se cerraron antes de las elecciones europeas del 9 de junio, y no será hasta al menos en otoño que, cuando la nueva Comisión Europea esté constituida, no volverán a presentarse iniciativas legislativas y, por tanto, habrá medidas a debatir.
Sin embargo, Hungría asegura que también quiere trabajar para el bien de la Unión Europea y ha presentado cuáles son las cuestiones que piensa potenciar. Entre otros, destaca la mejora de la competitividad económica e industrial del bloque europeo, la defensa común y de las fronteras exteriores, así como avanzar en la ampliación del bloque hacia los Balcanes occidentales y promover más políticas de cohesión y agrícolas.
Sea como fuere, el primer ministro húngaro, que es uno de los dirigentes europeos más cercanos a Trump ya Putin, pretende utilizar esta oportunidad para volver a evidenciar las carencias de la Unión Europea y, a la vez, sacar rédito político y electoral en su casa. "Los patriotas debemos ocupar Bruselas", avisó Orbán en más de una ocasión en la campaña de las elecciones europeas.
Hungría no ve por ahora ninguna "necesidad" de volver a debatir sobre la oficialidad del catalán en la UE
La oficialidad del catalán en las instituciones comunitarias está atascada y Hungría ahora mismo no ve ninguna "necesidad" de llevarla a discusión en un consejo de la UE. El propio embajador húngaro ante la UE, Bálint Ódor, explicó en un encuentro con periodistas la semana pasada en Bruselas que Budapest sólo lo añadiría como punto de la agenda en un encuentro ministerial si hay algún avance en la propuesta de 'España de reconocer como lengua oficial el catalán, el gallego y el vasco.
Sin embargo, el ministro de Exteriores español, José Manuel Albares, aseguró en un mensaje en las redes sociales que había tratado la cuestión con su homólogo húngaro para tratar de impulsar la oficialidad de la lengua catalana y afirmó que el gobierno español mantenía el compromiso con esta iniciativa.