Preguntas y respuestas sobre las armas químicas y biológicas

Bombas termobáricas y misiles de dispersión: el armamento ruso que deja a Ucrania devastada

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Intercambio de proyectiles entre tanques en las afueras de Brovary

BarcelonaMientras Rusia afirma que Ucrania y Estados Unidos han desarrollado armas químicas y biológicas, Europa y EE. UU. acusan al Kremlin de estar a punto de desplegar este armamento. Pero ¿qué implican estas armas? Antes que nada, se tiene que tener en cuenta que las armas químicas y biológicas tienen poco que ver, excepto por tres características que comparten: se hacen en laboratorios, están completamente prohibidas y son armas de destrucción masiva. Como las bombas nucleares a pesar de que estas no están vetadas. De hecho, las biológicas fueron de las primeras que se prohibieron, en 1972, y 20 años después se abolieron las químicas. Las dos destruyen el organismo poco a poco, pero las biológicas son de origen vivo –bacterias, virus u hongos– y las químicas son "substancias inertes", normalmente gases.

Así lo explica Alejandro Pozo, investigador del centro Delàs, que añade que no siempre es fácil determinar qué es un arma química. Por ejemplo, el fósforo blanco es un producto que los soldados suelen utilizar porque si lo lanzan se crea una nube blanca que les permite escabullirse de los francotiradores. En cambio, si se lanza en grandes cantidades sobre la población, puede ser letal. Todo depende "de cuál haya sido la utilidad".

En general, las armas químicas entran en el organismo porque se inhalan o las absorbe la piel y la mayoría afectan al sistema nervioso. Según explica Margarita Parra, catedrática de Química de la Universitat de València, gases como el sarín –uno de los más usados– provocan que "el impulso nervioso no pare" y acaban generando un ataque al corazón. Parra constata que estos productos están totalmente prohibidos –ella trabaja con simuladores–, pero que no son sustancias "complejas" de crear. Eso sí, son muy letales, hasta mil veces más que un insecticida. Su origen se remonta a la Primera Guerra Mundial y, con los nazis, se generalizó en la segunda. "Buscaban pesticidas y encontraron las armas químicas", explica Parra. Desde entonces, se han usado en numerosas guerras.

En cambio, hay muchos menos antecedentes de armas biológicas. Según Pozo, hay constancia de que Japón las utilizó entre 1939 y 1942 contra China con miles de muertos, también en las filas japonesas: "Es tan indiscriminado que también te afecta a ti". De hecho, su potencia es tal que el ensayo de una bomba biológica de Reino Unido en 1941 en la isla de Gruinard provocó la prohibición de acceder a ella hasta 1990. Una de las armas biológicas más populares es el ántrax. Esta bacteria fue utilizada en EE. UU. en 2001 después del ataque terrorista contra las Torres Gemelas y el Pentágono: varios sobres enviados a medios de comunicación y a dos senadores llevaban trazas de ántrax y provocaron cinco muertes. Parra apunta que el covid podría haber sido perfectamente un arma biológica. Aun así, el director de Fundipau, Jordi Armadans, explica que es difícil que los gobiernos tengan armas químicas porque hay un control muy exhaustivo. En cambio, las biológicas no se auditan tanto. Los expertos, sin embargo, coinciden en que las sustancias para crearlas se pueden encontrar fácilmente en un laboratorio.

Las bombas rusas

Con este fantasma de fondo, las principales ciudades de Ucrania están quedando devastadas por los ataques aéreos rusos, con más de medio millar de civiles muertos, según la ONU. Esto ha llevado a Occidente a acusar a Rusia de utilizar misiles de poca precisión, como los no guiados o los de dispersión. Armadans avisa que, aunque los misiles sean guiados y muy precisos, "la mínima desviación en un entorno urbano genera muchos desastres". Desde esta premisa, varias informaciones apuntan que el ejército ruso ha usado bombas termobáricas, que tienen un "impacto explosivo muy severo". También ha disparado misiles de dispersión, que explican en buena parte los daños civiles.

Según Pozo, son bombas que a una cierta altura se dividen en decenas de subcargas que crean un efecto "paraguas" y caen en varios puntos. "Cuanod haces esto estás actuando sin prudencia", advierte. Además, añade que no todas las subcargas explotan y esto puede crear campos de minas. En 2008 se firmó un tratado para eliminarlas, pero ni los EE. UU. ni Rusia lo firmaron. Así, según explican los expertos, sumar el uso de bombas de dispersión al ataque de un entorno urbano multiplica el riesgo de muertos civiles.

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