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El banquero ucraniano enviado de Putin para entenderse con Trump

Kiril Dmítriev, que había trabajado en Wall Street, es una figura clave en las negociaciones

Kirill Dmitriev, el enviado especial de Vladimir Putin para las negociaciones con Estados Unidos sobre la guerra en Ucrania.
04/04/2025
3 min
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MoscúVladimir Putin entendió rápidamente que para tratar con Donald Trump necesitaba a alguien que hablara como nadie la lengua de sus interlocutores, los dólares. Y escogió al mejor intérprete, Kiril Dmítriev. Este banquero ucraniano de 49 años desentonaba entre la grisura y la rigidez protocolaria diplomática de la histórica reunión que supuso el deshielo entre Estados Unidos y Rusia, el 18 de febrero en Arabia Saudí, pero poco a poco ha ido quedando claro cuál es su rol en la estrategia negociadora de Moscú, hasta el punto de convertirse en el primer emisario oficial del Kremlin que viaja a Washington desde el inicio de la guerra en Ucrania.

Dmítriev también ha desentonado siempre dentro del hueso del Kremlin, integrado sobre todo por chequistas. Desde 2011 es el presidente del Fondo Ruso de Inversión Directa, un fondo soberano de estructura opaca que, en lugar de dedicarse a buscar oportunidades de negocio en el extranjero, invita a socios internacionales a asociarse con el Kremlin para invertir en territorio ruso.

Formado en las prestigiosas universidades y escuelas de negocios estadounidenses de Stanford y Harvard, antes había trabajado en la consultora McKinsey y en el banco de inversión Goldman Sachs. Buena parte de la década de los 2000 se la pasó buscando oportunidades de compra en Rusia para una rama de un fondo del gobierno de Estados Unidos, un bagaje que le llevó muchos años después a establecer vínculos con el entorno de Donald Trump durante su primer mandato.

Rusia pasaba un momento complicado a nivel internacional a raíz de las sanciones por la anexión de Crimea en el 2014 y la mirada de Dmitriev viró hacia los países del Golfo. Aquí se convirtió en una figura clave para Putin, necesidad de encontrar nuevos socios. Con la llegada de Trump a la Casa Blanca en el 2016, el desplomeador del Kremlin trató de reanudar los negocios con Estados Unidos. Estos contactos llamaron la atención del abogado especial Robert Mueller cuando investigó las injerencias rusas en las elecciones estadounidenses, pero concluyó que no había nada ilegal.

Tras las primeras conversaciones en Arabia Saudí, Dmítriev negó que su buena relación con el entorno de Trump hubiera sido clave para concertar el encuentro. Siempre se ha declarado un defensor de las relaciones económicas entre Rusia y Estados Unidos, pero desde el inicio de la guerra en Ucrania en 2022 tanto él como el fondo que lidera están sancionados por la administración estadounidense y por la Unión Europea. Ahora su objetivo es que estas sanciones se levanten y ambos países puedan embarcarse en nuevas oportunidades de inversión.

Buena relación con los que mandan

Discreto y medido de puertas afuera; astuto, implacable y vehemente de puertas adentro, quienes han compartido alguna negociación con él explican que es habitual que para desatascar una discusión llame a alguno de sus contactos del Kremlin y active el altavoz, por lo que los interlocutores se achican y acaban aceptando cualquier acuerdo. Su relación imbricada con el poder político data de finales de 2000, cuando trabajó para un fondo de inversión del yerno del entonces presidente ucraniano, Leónido Kuchma. Allí entendió que el éxito de un negocio en el espacio postsoviético depende de la buena relación con la administración.

No es de extrañar, pues, que su mujer sea Natalia Popova, una amiga íntima de la hija pequeña de Putin, Ekaterina Tíkhonova, con la que también comparte varios negocios. Dmítriev tampoco ha dudado en utilizar su posición para enriquecerse. Según ha publicado esta semana la Fundación Contra la Corrupción, la entidad que lideraba Aleksei Navalni, su familia acumula bienes inmuebles en Rusia, Francia y Dubai por valor de más de 80 millones de euros.

La capacidad para encontrar salidas a momentos de crisis le llevó a liderar el impulso de la vacuna rusa contra la cóvid, el Sputnik. Para demostrar que era segura incluso se la hizo pinchar, a él ya sus padres, antes de que terminaran los ensayos clínicos. Dmítriev, que no quiso perder la ocasión de convertir el éxito médico en un triunfo geopolítico para Rusia, llegó a pedir que se diera el premio Nobel a los científicos que habían desarrollado el fármaco.

Y del Sputnik en Marte. En el acercamiento a Estados Unidos, el enviado de Putin ha buscado la alianza del mejor amigo de conveniencia de Trump, Elon Musk, con quien asegura que han explorado una misión conjunta en este planeta en el 2029. Ambos hablan el idioma del dinero, la lengua común que han escogido Washington y Moscú para discutir el futuro de U.

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