Al poco tiempo que el canciller alemán, Olaf Scholz, anunciara –con no pocas reticencias– el envío de misiles Patriot al frente ucraniano, el jefe de la CIA, William Burns, alertaba de que, sin la ayuda directa y decidida de Estados Unidos, Ucrania podría ser vencida por Rusia hacia finales del 2024. Burns lo decía mientras la administración estadounidense confirmaba el envío en Kiiv de los 61.000 millones de dólares prometidos, finalmente desbloqueados. Pocas horas antes, la OTAN casi oraba hacer un esfuerzo de ayuda a Ucrania, pero de momento la Unión Europea no se decide a hacer llegar todos los Patriot que Kiiv pide. Los envía con cuentagotas.
Sin embargo, cabe decir que, por primera vez en meses, los discursos comienzan a ir acompañados de los hechos, quizás porque el sentido de realidad se impone, y este sentido señala que Ucrania se encuentra al límite. Tanto al límite que el Kremlin se jacta de decir que, si los aliados envían toda la ayuda que dicen, ya se lo encontrarán: que Ucrania todavía sufrirá más, porque tendrá que ordenar más movilizaciones, mientras que a Rusia le sobra potencial para prolongar el conflicto. Puede dedicarle el 40% del presupuesto.
Una narrativa desmoralizadora ante la que el presidente Volodímir Zelenski insiste día sí y día también en que hay que recibir armamento y ayuda económica, a la vez que se prefigura la conferencia de paz prevista para el 15 y el 16 de junio en Lucerna, en Suiza . Una cumbre que tendría el apoyo del G-7, los BRICS y la Unión Europea pero que quedaría en poco si Moscú y sus aliados la boicotean.
Moscú intensifica los ataques
De momento Rusia no para los ataques, mata y hiere a personas y estropea viviendas y servicios básicos, especialmente las estructuras energéticas ucranianas, lo que hace que una previsión del Banco Mundial de hace dos años –publicada pocas semanas después del estallido del conflicto – se haya convertido en una especie de profecía autocumplida. Concretamente, el Banco Mundial preveía que la invasión rusa destruiría casi la mitad de la economía de Ucrania, que el PIB caería más del 45% y que uno de cada cinco ucranianos debería vivir con menos de 5,5 dólares al día.
Volvemos, pues, a hablar de situación límite, y habría que preguntarse: ¿cómo es que los 191.000 millones de euros propiedad del Banco Central de Rusia, congelados en bancos de la UE a raíz de las sanciones, ¿no han sido incautados por Bruselas y transformados en ayuda a Ucrania como querría Washington? ¿Por qué tanta parálisis en el núcleo duro de la UE? Parálisis y también, quizás, miedo.
El aviso del jefe de la CIA, William Burns, sobre el peligro de una victoria de Putin lleva a vislumbrar cuáles podrían ser las condiciones de negociación de un armisticio que evitaran un descalabro total: ¿se le pedirá a Ucrania capacidad de sacrificio y resignación ante la posible amputación de su territorio? ¿Tendrá que Kiiv entregar no ya Crimea sino buena parte o todo el Donbás? Es el que hace menos de un año, en agosto del 2023, tenía en mente a Stian Jenssen, el jefe de gabinete de Stoltenberg, el secretario general de la OTAN. Stian Jenssen dijo, después, que se había confundido.
Pero el plan emergido de sus palabras ya se cernía sobre despachos y conciencias. Curiosamente, la propuesta se parecía bastante a la que el ex primer ministro británico Boris Johnson había transmitido al presidente Zelenski en enero del 2023. También era similar a la expuesta por el empresario Elon Musk y por el pensador Edgar Morin. Posiblemente por eso, el jefe de la CIA, Burns, ha hablado claro. Y más viendo a la opinión pública europea entre anestesiada y aburrida. Porque recordémoslo: sólo el 10% de los ciudadanos de la UE creen que Ucrania ganará la guerra.