Cinco fotoperiodistas catalanas que tienes que conocer

Hablamos con Lorena Ros, Mireia Comas, Anna Surinyach, Cèlia Atset y Maria Jou de su experiencia y su mirada al sector

8 min
Dos mujeres nigerianas fotografiadas por Lorena Ros el 2003 después de un ritual de vudú

BarcelonaHace décadas que las mujeres fotoperiodistas luchan por hacerse un lugar en un sector mayoritariamente masculino. Su mirada, todavía minoritaria, es esencial para dotar de pluralidad las fotografías que nos llegan de realidades como la crisis migratoria, la violencia machista, el tráfico sexual o los menores en situación irregular. En el último trimestre, han aparecido varios libros que reivindican precisamente la contribución de las mujeres en la historia de la fotografía: What they saw: historical photobooks by women y Photography: a feminist history. Hablamos con cinco fotoperiodistas catalanas sobre su experiencia y sobre el presente de un sector fuertemente marcado por la precariedad.

Lorena Ros

"He vivido la última época dorada del fotoperiodismo"

Lorena Ros (Barcelona, 1975) es la única da fotoperiodista del estado español que ha ganado tres premios World Press Photo. Y no solo esto. Su carrera está llena de hitos profesionales, como cuando la Organización de las Naciones Unidas (ONU) le expuso la serie de fotografías sobre el tráfico sexual de mujeres nigerianas o cuando sus imágenes para denunciar el abuso sexual infantil le valieron el premio American Photographer of the Year. La vocación se le despertó en Londres cuando estaba estudiando y desde allí hizo los primeros pasos en el mundo del fotoperiodismo. "Me cogió una agencia inglesa y mi carrera hizo un salto gracias a haber empezado fuera. Si me hubiera quedado aquí no me habría ido tan bien", explica la fotógrafa, que trabajó siete años en la capital británica y después se marchó a Nueva York.

En su currículum aparecen revistas como Time, Newsweek, el diario Sunday Times y la agencia Panos, pero también ONG como Human Rights Watch, Soros y Médicos del Mundo. "He vivido la última época dorada del fotoperiodismo, cuando los medios de comunicación te enviaban a un país a hacer un reportaje con todo pagado y con un sueldo", señala Ros, que ha trabajado en países como Afganistán, Cuba y Rusia. Entre sus trabajos más destacados está Modern Slave Trade, una serie que retrata el viaje de mujeres nigerianas hasta España, donde son explotadas sexualmente. "Quería dar visibilidad a este tema para conseguir que algo cambiara. Pero un tiempo después, en la Rambla de Barcelona, me encontré a una de las mujeres de las fotos. Se estaba prostituyendo, nada había cambiado", explica.

La fotoperiodista  Lorena Ros.

Aquel momento fue un punto de inflexión para la fotógrafa, que decidió poner el foco a una temática diferente, el abuso sexual infantil. El resultado fue Unspoken, una serie de fotografías y un libro editado por Blume que le valieron numerosos reconocimientos y con el que hizo visible el abuso sexual infantil. Ros se ha instalado desde hace un tiempo en Catalunya, donde trabaja en proyectos fotográficos y en un documental sobre transexuales en el Raval. A pesar de ser una fotoperiodista de renombre internacional, echa de menos que en España y en Catalunya se le valore todo el trabajo que ha hecho. "Es triste que en tu tierra no te reconozcan, y sé que el hecho de ser mujer ha ayudado -subraya-. Si fuera un hombre, me habría hecho un nombre en mi país".

Mireia Comas

"Una mujer para ser reconocida tiene que estar constantemente demostrando su valía"

Una de las fotografías de Mireia Comas de jóvenes migrantes en situación irregular.

De pequeña, Mireia Comas (Andorra la Vella, 1976) estaba obsesionada con tener una cámara de fotos. "En mi casa nadie hacía fotos, pero yo tenía una fijación por retratar las cosas que hacen las personas", explica. Sus primeras instantáneas profesionales fueron para inmortalizar el movimiento okupa en Terrassa y en Barcelona. "Aquel reportaje me abrió puertas, porque lo pasaron por Tv3 y me dieron una Beca Albarracín", recuerda la fotoperiodista .

Comas entiende la fotografía como una herramienta de denuncia social, y por eso a lo largo de su trayectoria ha visibilizado colectivos vulnerables o minoritarios. Suya es la fotografía de dos castellers hombres de los Minyons de Terrassa dándose un beso después de descargar el tres de diez en Barcelona y también el reportaje Atrapats, que muestra la vida de un grupo de jóvenes migrantes en situación irregular durante el confinamiento del 2020. "Este último reportaje es el que más me ha marcado y me ha afectado emocionalmente, sobre todo por las dificultades que me encontré con las administraciones cuando quería visibilizar un tema sensible que a nadie le gusta", explica la fotógrafa, que convivió durante siete meses con los jóvenes en una nave abandonada de Terrassa.

"Necesito conocer mucho a las personas que quiero fotografiar para explicar su historia, crear un vínculo y tener confianza", dice Comas, que a la hora de comenzar un proyecto se guía "por la intuición" y acostumbra "a improvisar". Galardonada con el premio Llibertat d'Expressió de la Unión de Periodistas Valencianos y el premio Miravisions, a lo largo de su carrera Comas ha combinado la fotografía documental con otros trabajos, pero siempre relacionados con la imagen. "He hecho muchos años fotos de familia y de neonatos para poder ganarme la vida. Ahora me están saliente proyectos de fotografía documental remunerados y esto me hace feliz, porque es una de las cosas que había soñado, pero los sigo compaginando con otros trabajos de fotografía", señala.

La fotoperiodista  Mireia Comas.

Comas lamenta que el fotoperiodismo "esté mal pagado y poco valorado" y subraya que las mujeres todavía lo tienen más difícil en el sector. "Hemos estado y estamos muy invisibilizadas. Las cosas han mejorado respecto a hace 20 años, pero una mujer para ser reconocida tiene que estar constantemente demostrando su valía -dice-. Desde las grandes agencias no confían tanto en nosotras, sobre todo para trabajos en zonas de conflicto. Parece que solo puedan trabajar en esto los hombres".

Anna Surinyach

"Los fotoperiodistas estamos constantemente replanteándonos nuestro trabajo"

Una de las imágenes de Anna Surinyach sobre la crisis migratoria en el Mediterráneo.

"Al principio buscaba la aventura, tenía un sentimiento egoísta de querer conocer el mundo y ver qué pasa en países con crisis olvidadas", explica Anna Surinyach (Barcelona, 1985) sobre sus inicios como fotoperiodista . Poco a poco, este impulso "se fue convirtiendo en una manera de entender el trabajo y en un compromiso de explicar estas realidades", añade. Surinyach es la editora gráfica y una de las fundadoras de la revista 5W, centrada en relatar historias de todo el planeta con profundidad, huyendo de la inmediatez de la actualidad. La fotoperiodista compagina el trabajo en la revista con sus proyectos personales, que la han llevado a trabajar en Asia, África y Sudamérica.

La crisis migratoria y los movimientos de personas son el tema central de las fotografías de Surinyach. "Me conmueve mucho. ¿Cómo puede estar muriendo tanta gente en el Mediterráneo? ¿Cómo podemos explicarlo para que las sociedades de llegada se sensibilicen? Los fotoperiodistas estamos constantemente replanteándonos nuestro trabajo y como hacerlo para que no se utilice, a veces, con finalidades contrarias de la que nosotros perseguimos", señala la fotógrafa, que trabajó tres veranos en los barcos de rescate del Mediterráneo, primero con Médicos Sin Fronteras y después con Proactiva Open Arms. También ha estado en Afganistán, donde pudo comprobar en primera persona la importancia de que haya fotoperiodistas mujeres. "Pude entrar en las salas de partos y en las habitaciones donde había las mujeres para hablar con ellas. El periodista que iba conmigo era un hombre y no tuvo acceso", explica.

La fotoperiodista  Anna Surinyach.

La mirada de Surinyach sobre el sector es optimista. "El fotoperiodismo está en un buen momento, el problema es que antes se confiaba mucho en vivir de los medios. Ahora cada vez tienen menos fotoperiodistas en plantilla y es muy difícil que apuesten por proyectos largos", dice. Esto implica que los fotógrafos tengan que combinar trabajos y buscar vías alternativas para hacer difusión de sus imágenes. "No creo que haya ningún fotógrafo que se dedique solo a hacer fotos, pero el fotoperiodismo interesa -afirma-. El World Press Photo es una de las exposiciones más visitadas cada año en Barcelona. Hay fundaciones, becas y maneras de encontrar financiación para hacer tus proyectos y después publicarlos".

Cèlia Atset

"Para fotografiar necesito ser invisible"

Rosa es una de las supervivientes de la violencia de género fotografiada por Cèlia Atset el 2010.

Cèlia Atset (Olot, 1985) recuerda como si fuera ayer el 10 de diciembre de 2010. Estaba trabajando en un reportaje sobre mujeres supervivientes de violencia machista y una de ellas era Rosa, a quien su ex compañero quemó viva. "Fue la primera vez que sentí dolor fotografiando a un testigo de una situación cruenta y donde comprendí la responsabilidad que tenemos los fotógrafos con las personas que confían en nosotros en momentos muy difíciles", explica Atset, que es fotógrafa del ARA desde hace más de una década. Sus primeras fotos estuvieron en Girona, primero para una agencia y después como corresponsal del ARA , pero al cabo de unos años la fotoperiodista se dio cuenta que "hacer fotos no es solo hacer fotos" y que le faltaba "comprensión social, política y de comportamiento humano para poder fotografiar mejor las situaciones que cubría". Entonces empezó la carrera de criminología, que compaginó con su trabajo como fotógrafa de prensa diaria y de reportajes.

Entre sus proyectos documentales hay un reportaje en Melilla sobre menores en situación irregular y otro sobre supervivientes de los abusos desprotegidos por la administración. En algunos casos, Atset también se encarga de entrevistar a los testigos y escribir las piezas. "Me cuesta mucho fotografiar a las personas que entrevisto para hacer un reportaje, porque cuando establecemos la confianza siempre es primero sin cámara, hablando mucho. Para fotografiar necesito ser invisible", subraya.

La fotoperiodista  Cèlia Atset.

Atset trabaja esencialmente como fotógrafa de prensa y conoce muy bien el sector, que está fuertemente afectado por la precariedad. "Que la prensa diaria esté prescindiendo cada vez más de los fotógrafos de prensa es un error. Tener diferentes miradas sobre un mismo hecho nos permite analizar con más información las noticias que leemos. Estas miradas sueño necesarias para la construcción del pensamiento crítico", reivindica.

Maria Jou

"Hay mucha romantitzación de este trabajo"

Una de las imágenes de Maria Jou en el campo de Moria.

Maria Jou (Barcelona, 1991) se dio cuenta pronto que a través de la fotografía podía estar cerca de todo aquello que le llamaba la atención. "La foto es un momento, pero todo el que pasa antes, durante y después es lo que me cautiva más", explica la fotoperiodista , que recuerda con una emoción especial su primer reportaje. Jou acompañó a dos chicas drogodependientes para mostrar su día a día con imágenes que ellas mismas hacían. "El final de la historia fue muy triste, pero a través de la fotografía pudimos crear un puente entre las dos realidades", señala.

Entre sus proyectos también destaca un reportaje en el campo de refugiados de Moria. "A un chico le denegaron el asilo y al cabo de poco rato se intentó suicidar tomando pastillas. Después, mirando la cámara, vi que había quedado todo grabado. Me surgieron muchas contradicciones con relación a mis privilegios como fotógrafa blanca y europea", dice Jou, que no llegó nunca a publicar las imágenes porque el chico se lo pidió. "Lo explico porque hay mucha romantización de este trabajo y a veces pasa que muchos proyectos acaban no saliendo a la luz o se acaba frivolizando con lo que hagamos", afirma la fotoperiodista .

La fotógrafa Maria Jou.

Jou recuerda que, históricamente, la gran mayoría de fotógrafos han sido hombres blancos de clase alta y que esto ha provocado "una representación parcial de la realidad". Por eso reivindica más visibilidad femenina -todavía minoritaria- y que se dé espacio a las nuevas generaciones en un sector fuertemente marcado por la precariedad laboral. "Debemos ser conscientes del impacto que tiene el trabajo que hacemos y valorar a las personas por sus capacidades y no por su género", concluye.

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