El programa En portada, de La 2, que se emite los miércoles por la noche, es uno de los buenos espacios de reportajes que quedan en televisión. Es un programa histórico que, por desgracia, a menudo pasa desapercibido a muchos espectadores. Vale la pena que recupere algunas de las emisiones a través de la plataforma digital RTVEPlay. La semana pasada se emitió Cosas de hombres, en los que hombres de diferentes generaciones y condiciones profundizan en el concepto de masculinidad. Unos lo hacen a través de su ámbito de experiencia, otros desde la experiencia personal y la inquietud por compartir su punto de vista. En este último grupo, hay varios machistas que, aunque no se reconocen como tales, sirven para completar el abanico de miradas sobre el patriarcado, el feminismo, la masculinidad hegemónica y los roles y actitudes sociales que se derivan.
Todo el reportaje se vertebra sobre la metáfora de la construcción. Lo motiva una comparación que hace el doctor en biología David Bueno, quien, a modo divulgativo, plantea la genética como las vigas de los cimientos de un edificio, mientras que la cultura es todo lo que rellena esta estructura. Toda la narrativa, también la visual, tiene que ver con el proceso de deconstrucción de la masculinidad y la necesidad de proponer nuevas formas de construcción. Hay detalles que demuestran el cuidado para enriquecer simbólicamente el reportaje. Un grupo de hombres se sientan en círculo en un almacén deatrezo para compartir reflexiones en torno a su propia masculinidad, a través de recuerdos, experiencias y vivencias. Al fondo, existe un enorme pecho femenino de madera, como si fueran los restos de un decorado teatral. Se subraya que ese diálogo se articula en torno a la mirada masculina, excluyendo a la femenina, pero que, en cierto modo, es inevitable que ésta esté siempre presente. La conversación pone en evidencia cómo el machismo es también nocivo y hiriente para muchos hombres, que no se encuentran cómodos en los patrones para los que históricamente se les ha programado. A través del testimonio de un padre y un hijo se muestra cómo se perpetúan roles de masculinidad.
Uno de ellos explica: “Una calle, por la noche, una mujer delante, yo detrás suyo, por la acera. Esto de estar detrás de una mujer, a diez o doce pasos, que ella me sintiera y yo percibiera su miedo, me daba una sensación de poder tremenda. Y eso que yo sabía que no pensaba hacerle nada. Quiero que esto se sepa, que hay hombres que sentimos esto. Hoy en día yo cambio de acera o me detengo. Antes esto me hacía reír mucho. Ahora no me hace ninguna gracia. Siento el dolor y el miedo que he podido provocar”. Este mismo individuo explica cómo, hace años, para él era normal ir por la calle y pensar si se follaría o no a las mujeres con las que se iba cruzando.
El reportaje procura no juzgar sino escuchar. Pero, obviamente, el simple hecho de mostrar obliga al espectador a posicionarse. En unas semanas en las que hemos conocido conductas tóxicas y sórdidas incomprensibles por parte de personajes relevantes, el reportaje es oportuno y necesario. Porque quizá algunos hombres, escuchando a otros, puedan revisar aspectos de su conducta que nunca se han cuestionado.