El empresario Elon Musk.
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Los dueños de las autopistas de la información se aferran a la idea de que las redes se pueden automoderar. Claro: es la forma de ahorrarse costes de supervisión, aunque distinguir el grano de la paja es lo que debería dar valor a cualquier plataforma. Las notas de la comunidad de X son comentarios que quedan adscritos a un mensaje si los usuarios suficientes se ponen de acuerdo en que aquella pieza de contexto es relevante. Se supone que debería ser una herramienta de lucha contra la desinformación. Pero el criptobro de la información Elon Musk no lo considera así. El líder iraní Sayyid Ali Jamenei tuiteaba un mensaje en el que aseguraba que Hezbolá era la gran vencedora del ataque al Líbano por parte de Israel. Una de las notas de la comunidad aclaraba que los líderes de la milicia habían sido completamente eliminados. Y Musk la repiulaba y decía que era una de las mejores notas de la comunidad de la historia. Pues mire, no. Jamenei no intenta hacer creer que no han muerto Nasrallah y sus acólitos. Hace una interpretación política. Pero Musk celebra como un adolescente que su sistema de automoderación, por si fuera poco falible, también haya pasado a convertirse en una herramienta (más) de troleo.

No se puede esperar mucho de alguien que, el otro día, repiulaba y aplaudía a un usuario que escribía “George Soros no está comprando sólo 200 emisoras. Está comprando una máquina de propaganda para influir en lo que piensas”. El galáctico empresario debería mirarse las palmas de las manos antes de contribuir a viralizar depende de qué consigna, a ver si los tiene rojos, o comprobar si le silban las orejas. Sobre todo teniendo en cuenta que él mismo desembolsó 44.000 millones de dólares para comprar Twitter y convertirlo exactamente en lo que denuncia: una herramienta a favor de sus intereses.

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