Televisión

Fascinados por el 'true crime': las series que dignifican los sucesos

Analizamos el éxito de la no-ficción criminal: ¿por qué nos gusta ver asesinatos mientras cenamos?

La polícia investigando el puente en que asesinaron Isabel Carrasco en 2014, eje de 'Muerte en León'
3 min

Convertir un crimen monstruoso en una obra de arte. Esta acción define cuidadosamente A sangre fría (1965), de Truman Capote, considerada el pistoletazo de salida de una de las grandes revoluciones periodísticas y literarias del siglo XX: la novela de no-ficción. El nuevo periodismo norteamericano (autores como Norman Mailer, Gay Talese, Harper Lee) sacaron brillo a un fenómeno que ha llegado a nuestros días en su mejor momento gracias a la fascinación por el true crime.

Este subgénero narrativo, que investiga y reconstruye crímenes reales, vive un crecimiento sin precedentes motivado por la proliferación de plataformas de contenido televisivo. El éxito del formato se demuestra en las muchas horas de no-ficción criminal que hay en Netflix y HBO, pero sobre todo en el hecho que un espacio que relata crímenes reales –Crímenes de Carles Porta, a Tv3– pueda liderar los índices de audiencia de una televisión publica con mano de hierro. Una de las bases fundacionales de este exitoso programa es preguntarse "¿Por qué matamos?", y de aquí se deriva otra cuestión igual de inquietante: "¿Por qué nos gusta verlo?'

"La mezcla de realidad y crimen tiene efecto hipnótico", asegura Joan M. Oleaque, periodista y escritor de unos de los true crime estatales pioneros, Des de la tenebra: un descens al cas Alcàsser (Empúries 2002). Estos documentales, que hoy pueblan la parrilla, gustan porque el asesinato y la violencia verídica ofrecen altas dosis de dramatismo que atrapan al espectador y maridan realidad y elementos de ficción. En este sentido, la no-ficción criminal en la televisión bebe de las mismas fuentes que el thriller y utiliza hábilmente algunos de los mecanismos propios de la novela policiaca: suspense, misterio y violencia.

Rigor y calidad

El guionista Enric Bach remarca la fascinación "por el mal" como una de las claves de la popularidad del género: "Y si es real y no ficticio, el componente es insuperable". Cocreador de uno de los primeros títulos estatales, Muerte en León (HBO), Bach destaca la importancia de obras como The Jinx, de Andrew Jarecki, y The Staircase, de Jean-Xavier de Lestrade, en la concepción moderna de este tipo de obra: "Vieron antes de que nadie las posibilidades narrativas que tenía el true crime y explotaron con acierto la opción de serializarlo". Si bien no-ficción criminal se ha hecho siempre, ha habido que modernizarla para que se adaptara a los nuevos formatos y cambiara los enfoques, profundizando en la visión periodística y a la vez huyendo de la especulación y el sensacionalismo hegemónico de los años noventa. "Los sucesos se veían como la sección barata del diario, un símbolo de mal periodismo. Es cuando se han empezado a hacer productos con calidad y rigor que se ha tomado el género en consideración", recuerda Oleaque.

Miguel Ricart, uno de los asesinos de las niñas de Alcàsser, saliendo de la prisión de Herrera de la Mancha, Ciudad Real
'Mindhunter'. ¿Por qué nos fascinan los psicópatas?

La excelencia a la cual han llegado algunas obras documentales, como Making a murderer, Las cintas de Ted Bundy y The ripper, y series basadas en asesinatos reales –American crime story , Mindhunter de David Fincher– es parte del éxito, pero no el único: en esta era dorada del true crime se nos habla de la naturaleza humana, de nosotros y nuestros miedos. Nos permiten acercarnos más al aspecto humano de los protagonistas y, el que es más importante, tienen la capacidad de ir mucho más allá en el ámbito social: "Lo que es interesante es que te expliquen más cosas que el crimen per se –dice Enric Bach–, que nos permitan adentrarnos en una realidad que desconocemos y arrojar luz".

Trabajar con la realidad es "difícil si lo quieres hacer bien y de manera rigurosa. Se necesita pasión, horas y habilidad", dice Carles Porta, de Crímenes, y también cierta sensibilidad que huya del amarillismo. En este sentido hay una línea roja que cumplir para hacer un buen producto: que la víctima y los familiares sufran cuanto menos mejor durante el proceso y con el resultado final. "El entorno de quien ha sufrido se tiene que tratar con una profunda exquisitez. Se tiene que valorar con cuidado si es importante, o no, que aparezcan", dice Oleaque. En Muerte en León era vital una aproximación a familiares de Isabel Carrasco, la presidenta de la Diputación Provincial de León asesinada en 2014. "Era un caso especial, porque la protagonista era, a la vez, víctima y la mala de la historia. Necesitábamos encontrar voces que hablaran bien de ella para tener una visión mucho más completa y honesta", explica Enric Blach, que reconoce que el trabajo de periodista "te enseña qué puedes mostrar y qué no". "No enseñamos fotos de la autopsia, era muy denigrante y no aportaba nada. Va con la deontología de la profesión", añade.

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