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¿Quién intentó asesinar a Bob Marley?

Viaje a los escenarios de la vida del cantante en Jamaica, donde todavía no se ponen de acuerdo sobre quién quiso acabar con su vida

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El músico de reggae jamaicano Bob Marley durante un concierto

BarcelonaNi atletas como Usain Bolt, ni líderes políticos como Marcus Garvey. El jamaicano más famoso sigue siendo Bob Marley, figura omnipresente en la isla caribeña. Cada año sigue vendiendo discos y sus canciones se escuchan en las plataformas. Maltratada por la corrupción y la violencia, Jamaica se sacude las penas de encima bailando, después de haber creado un montón de estilos musicales como el ska, el reggae, el rocksteady, el dub o el dancehall. Ritmos nacidos gracias a la mezcla del legado de los esclavos africanos con influencias europeas o americanas. Del mestizaje nacen nuevos ritmos y Marley era mestizo, hijo de inglés y jamaicana de origen africano. 43 años después de su muerte, el cantante sigue siendo venerado, pero corre también el riesgo de convertirse en una marca comercial más, si se va vaciando de ideas y contenidos. Cada vez más personas escuchan su música apartando sus ideas del músico, sin querer entender sus letras. Un negocio más.

Oneika se queja de ello, aunque lo hace sin dejar de reír. Mientras pasea por la mansión del siglo XIX en la que vivió el cantante en Kingston, canta sus canciones en voz alta. "Three little birds pitch by my doorstep..." y de repente calla, para ver si los visitantes saben cómo sigue la letra. Muchos callan, tímidos. "Singing sweet songs of melodies pure and true..." acaban diciendo en voz baja, ya que cuesta cantar tan bien como un jamaicano. Y Oneika se ríe, mientras admite que "cada vez vienen más turistas que saben poco de él. Y menos de Jamaica o el movimiento rastafari" añade. Miles de estadounidenses bajan de cruceros con una pulsera, los llevan a los escenarios de la vida de Marley con un bus, y los devuelven al barco después de que se hayan tomado unas fotos y manifestado poco interés por la compleja vida de un hombre que ahora vuelve a la actualidad gracias al film One love, dirigido por Reinaldo Marcus Green y junto al actor Kingsley Ben-Adir en el papel del cantante, que se ha estrenado este 14 de febrero. La película se centra en un momento clave de la vida de Marley que pasó, precisamente, en esa mansión donde Oneika hace de guía. "¿Sabéis lo que pasó aquí, verdad?" pregunta en la parte trasera del edificio. En un muro se pueden ver unos agujeros. "Son las balas. Aquí casi asesinan a Bob Marley" dice. En Jamaica, todavía hoy en día la gente no se pone de acuerdo sobre quien intentó asesinarlo el 3 de diciembre de 1976.

Como tampoco los expertos se ponen de acuerdo en cómo surgió la religión rastafari, un culto nacido en los años 30 en Jamaica. Una religión monoteísta que venera Jah, tal como se llama Haile Selassie, el emperador de Etiopía a quien se reconoce como encarnación de Dios. Selassie, casi tan omnipresente en Jamaica hoy en día como Marley, era entonces el único líder africano que plantaba cara a los europeos, así que los disparos debían de ir por ahí. Se mezcló un regreso a las raíces africanas con la política del momento. Una religión en la que se canta y, evidentemente, se fuma marihuana. La música, las rastas y la marihuana acompañan a los viajeros que atraviesan Jamaica buscando las raíces de Bob Marley. Un viaje que comienza y termina en medio de las montañas selváticas, en Nine Mile. Un lugar al que cuesta llegar.

La leyenda dice que Bob Marley escribió sus primeros temas sobre esa piedra, cuando era un niño.
La tumba de Bob Marley está dentro de ese edificio.
La habitación de Bob Marley cuando era pequeño.

Es una población de apenas 300 habitantes ubicada, por supuesto, a nueve millas de la carretera principal. Por eso se llama Nine Mile. Estas nueve millas no están asfaltadas y buena parte de los vehículos que llegan a ella son transportes privados cargados de turistas estadounidenses que vienen de Montego Bay, el gran centro turístico de la isla al norte. Si vas por libre, es una pequeña aventura, excepto si pagas a un conductor para que te lleve directamente. En Nine Mile nació el 6 de febrero de 1945 Marley, que pidió ser enterrado aquí junto a su madre, Cedella Booker, en una gran tumba de mármol de Carrara, donación del gobierno italiano. Una tumba inspirada en las de la iglesia etíope. De hecho, el gobierno de Etiopía pagó una capilla que se encuentra dentro de esta propiedad gestionada por miembros de la familia de Marley, que han ampliado el recinto con zonas de exposición, un restaurante y una tienda. Además, se puede visitar la casa natal y también una segunda casita colina arriba donde pasaban las noches cuando hacía demasiado calor, donde Marley pasaba ratos reflexionando en una piedra que llamaba almohada de roca, donde buscaba inspiración. En el pueblecito, te vas cruzando con gente que afirman ser familiares de Marley. Cuesta saber si mienten o dicen la verdad, ya que tuvo 10 hijos con 6 mujeres distintas. Y quizás otros no reconocidos.

Los Marley dejaron Nine Mile cuando el cantante aún era un niño para ir a buscar fortuna a Kingston, la capital. Fueron a parar a una habitación modesta en la zona del Government Yard del barrio Trench Town, espacio que cita en su famosa No woman no cry. En los años 50 se construyeron unos edificios grises y los Marley ocuparon dos habitaciones diferentes, donde hoy en día todavía vive gente y hay que ir con guía, ya que este sigue siendo un barrio peligroso. En la zona se encuentra el Trench Town Culture Yard Museum, propiedad del barrio, que emplea a jóvenes y ofrece guías que te llevan por los escenarios de la juventud del cantante, y también el edificio donde está la discográfica que creó él, la Tuff Gong Record, aún en funcionamiento. Trench Town era y sigue siendo un barrio duro al que llegan personas del resto de la isla en busca de trabajos que suelen ser precarios. Marley recordaría controles policiales, disparos de noche y robos, pero nunca dejó de sentirse hijo de Trench Town, barrio al que dedicó un montón de canciones, como Natty Dread, un paseo por las calles de la zona.

Kingston ha cambiado. Entonces se convirtió en una ciudad peligrosa, pero viva, con empresarios estadounidenses y británicos que llegaban buscando descubrir nuevos talentos. Se decía que Kingston era la ciudad con más tiendas de vinilos del mundo, en ese momento. En la popular Orange Street llegaron a haber más de 100 negocios, y ahora sólo queda uno, Rockers International, donde tienen los vinilos poco cuidados, pero ponen música en la calle y lloran por lo que fueron. "No te lo puedes ni imaginar. Cada día conciertos, cada día te cruzabas con gente famosa. Ahora la calle es peligrosa de noche, el centro de la ciudad está fatal. Llegan todavía visitantes que buscan vinilos perdidos y evidentemente, cosas del Bob . Pero él no habría existido sin otros músicos", dice Augustus Pablo, el propietario, que admite que el negocio aguanta, ya que reciben dinero de unos primos que abrieron un negocio de música en Nueva York.

La casa en la que Bob Marley vivió en los últimos años de su vida.

Diferentes iniciativas han llenado el centro de Kingston de murales con las caras de los genios musicales locales, para intentar atraer a turismo. Pero siempre la cara más representada es la de Marley, que llegó a odiar a ser famoso. El éxito es un arma de doble filo. Te permite atravesar fronteras, pero también te condena a que todo el mundo quiera utilizarte. Marley no tuvo más remedio que dejar los barrios en los que se había criado a medida que le costaba más salir a la calle y todo el mundo le aconsejaba que se protegiera, ya que la situación política en la isla a mediados de los 70 era volátil. El gobierno de Michael Manley, de izquierdas, estaba demasiado cercano a Cuba. Política y geográficamente, lo que asustaba a los estadounidenses. Marley había apoyado a Manley en 1972, aunque a medida que se acercaban las elecciones de 1976 decidió ser neutral, al ver cómo la tensión política no dejaba de crecer, con enfrentamientos violentos y atentados. "No defiendo ni el marxismo, ni el capitalismo. Nosotros somos rastafarios" diría el cantante para desmarcarse de unos y otros. Estados Unidos no quería otro gobierno marxista en la zona y ayudaba al Partido Laborista de Edward Seaga, mientras que el Partido Nacional del Pueblo de Manley se reunía con Fidel Castro. Tal era la tensión, que Marley hizo caso a los consejos de sus amigos y en 1975 compró la casa de Hope Road, en el norte de Kingston, en una zona llena de casas señoriales donde vivían los hombres más ricos de la ciudad. La casa era conocida entonces como Island House, ya que pertenecía al británico Chris Blackwell, propietario de la gran discográfica local, Island Records. La presencia del cantante y su grupo de músicos escandalizó un barrio que aún hoy en día es acomodado. Él decía que había llevado "el gueto en lo alto de la ciudad", y provocaba las llamadas de los vecinos a la policía para que detuviera los partidos de fútbol o los conciertos improvisados en el jardín de la casa. Marley no se sentía bien aquí, pero tenía miedo, ya que todo el mundo comentaba que algún día le querrían asesinar. Y tenían razón. A finales de 1976 Marley preparaba un concierto llamado Smile Jamaica, inspirado en otro que el estadounidense Stevie Wonder había hecho en Kingston un año antes. La idea era dar un concierto donde no se hablara de política para rebajar la tensión y unir a todo el mundo. Pero el gobierno de Manley adelantó la fecha de las elecciones acercándola al concierto, lo que provocó que la derecha considerase que el concierto ayudaría al primer ministro socialista.

Dos balas

La noche del 3 de diciembre de 1976, dos días antes del concierto, un grupo formado por siete personas irrumpió en la propiedad descendiendo de dos coches blancos. En la puerta encontraron a Rita, la mujer del cantante, a la que dispararon en la cabeza. Por suerte, con mala puntería. Luego se dirigieron al estudio, donde dispararon dos balas a Marley. Una le tocó el brazo y una segunda, el hombro. También recibieron balas el productor Don Taylor y un ayudante, Louis Griffiths. Cosas de la vida, en el momento del ataque la banda estaba haciendo pruebas con una canción que habla de disparos, Y shot the sheriff.

Marley estaba seguro de que detrás de los pistoleros estaban Edward Seaga y su partido. De hecho, uno de los miembros del grupo The Wailers, el batería Alvin Patterson, reconoció a un tal Lester Coke entre los asaltantes, un hombre que era guardaespaldas de Seaga. Muchos testigos afirmaron que los coches huyeron hacia el barrio de Tivoli Gardens, un feudo de la derecha. Esa misma noche, el telegrama que la embajada estadounidense envió a la Casa Blanca decía: "Han disparado a estrella del reggae, motivo seguramente político". Timothy White, biógrafo del cantante, afirmaría tras investigar el caso de que la CIA pagó dinero y ayudó al partido de Seaga para asesinar a Marley, trabajo encargado en Lester Coke, que se había hecho fuerte como traficante de drogas. Coke nunca sería acusado por ese crimen, pero en 1990, después de años de cobrar dinero de la CIA, su suerte cambió. Ya no era útil a los estadounidenses, que consiguieron que fuera extraditado y encarcelado en Nueva York, donde fallecería en un incendio muy extraño en su celda. Dos pistoleros poco conocidos serían detenidos y juzgados por el ataque a Marley, sin que nunca quedara claro quién les había ordenado hacerlo. Los ejecutaron. Aún hoy existen debates sobre quién fue su responsable. La mayor parte de jamaicanos acusan a la CIA y Seaga.

Pese a las heridas, Marley decidió no suspender el concierto, realizado en el National Heroes Park de la ciudad ante 80.000 personas. El cantante, aún con una bala en el brazo, sufrió duro para poder tocar durante más de 90 minutos, pero los presentes afirman que fue una actuación memorable. Fue un momento mágico, pero al día siguiente él se encaramó en un avión hacia Londres y pasaría un año fuera. La violencia no se detuvo en Jamaica. Marley regresaría a su casa de Hope Road en 1978, año en el que haría un segundo concierto por la paz donde se las arrebató para reunir en el escenario a Manley y Seaga, y les obligó a darse la mano delante de un gentío. Ambos políticos parecían incómodos, por supuesto.

Una casa preciosa, pero con un precio de entrada que asusta a más de uno y genera debates entre los admiradores de su obra. No todo el mundo está dispuesto a pagar 45 dólares para entrar en la casa, donde no se pueden tomar fotos y hay que hacer la visita a la fuerza en grupo, con un guía. Algunas, como Oneika, son guías excelentes, que cuentan con pasión la vida y milagros del gran icono del reggae. No ocurre lo mismo en el otro museo que existe en la isla dedicado a Marley, el de Nine Mile. Aquí los guías de la casa natal no se esfuerzan demasiado. Se limitan a ofrecer marihuana mientras cantan canciones, más para divertirse ellos que para agradar a los visitantes. "Me llamo Pelé", dice un rastafario de unos 50 años. "¿Cómo el jugador de fútbol?" pregunto. Y abre mucho los ojos: "¡Sí, el más grande! Aquí normalmente vienen yanquis que no saben nada de fútbol, qué suerte que hayas venido. A Marley le encantaba el fútbol", explica. Y la visita se anima algo hablando de este deporte. Marley siempre lo decía, que la música y el fútbol servían para unir a todo el mundo. De hecho, una leyenda cuenta que murió de un cáncer originado por una herida mal curada que se había hecho jugando, ya que allá donde tocaba, organizaba partidos con jugadores de fútbol locales. Una leyenda que tampoco sabemos del todo si es cierta, como tampoco lo es otra historia que explica que el cáncer se lo provocó un agente de la CIA. La vida de Marley todavía está rodeada de misterios por resolver, de leyendas poco claras, pero embriagadoras, como el humo que sale de la boca de Pelé, mientras fuma marihuana frente a la tumba del cantante, en medio de las colinas jamaicanas.

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