

En 2018, China dijo lo suficiente. Asumía la mitad de las exportaciones de plástico del mundo y, harta de ser el "vertedero del planeta", les vetó la entrada. La UE, que le exportaba tres millones de toneladas, se vio forzada a ponerse las pilas, y las organizaciones que hacía años que luchábamos por una sociedad libre de residuos vimos cómo con el veto chino se aceleraba la implementación de políticas en el ámbito de la economía circular. Por fin, Europa aprendía que la forma de ser resilientes es con la autosuficiencia.
Siete años más tarde, ese aprendizaje está más vivo que nunca. El viraje de las democracias europeas hacia la extrema derecha, la retirada de EE.UU. del Acuerdo de París y el anuncio de las políticas proteccionistas de Trump nos abocan a un futuro incierto. Pero también abocan a Europa a asumir, aún más, el liderazgo en materia de sostenibilidad, y hacerlo pasa por implementar políticas y normativas hacia el residuo cero. Es decir, donde los productos que salen al mercado no se conviertan en residuos, sino un valioso recurso a preservar y que siga circulando dentro del sistema. Una sociedad residuo cero es más resiliente porque depende menos de los recursos externos y, frente a una crisis, minimiza los impactos económicos y ambientales.
Imagine una sociedad en la que se prohíba hacer anuncios en las marcas de ultra fast fashion, tal y como se prohibieron los del tabaco. Una sociedad en la que, en los supermercados, los productos son a granel y, los que no, se sirven en envases que, una vez limpios, se devuelven para que la misma distribución pueda volver a utilizarlos. Una sociedad en la que, cuando necesitamos algo de forma puntual, como un taladro o una tienda de campaña, la podamos coger en préstamo tal y como hacemos con los libros cuando vamos a la biblioteca. Una sociedad en la que los productos de uso cotidiano, como los productos menstruales, envases o biberones, estén libres de tóxicos.
El camino para llegar es largo, pero llegaremos. Esta semana, más de quinientas personas tanto de aquí como de toda Europa y Naciones Unidas se han reunido en Barcelona para compartir conocimientos y experiencias en torno a la prevención de residuos. Representantes de la administración pública, empresas y entidades de la sociedad civil han encontrado en la segunda edición del Festival Residu Zero el centro neurálgico y de trabajo conjunto para avanzar y consolidar un modelo de producción y consumo libre de residuos y tóxicos. Hemos hablado de los retos en el textil, de las propuestas legales y de estandarización para que los productos de uso cotidiano carezcan de carga tóxica y de los sistemas de reutilización de los envases.
El panel "con más morbo" del Festival fue el de la futura implementación en el Estado del Sistema de Depósito, Devolución y Retorno (SDDR), presente en varios países europeos, donde se alcanzan unas tasas de recuperación del 90%. Consiste en dejar un depósito en forma de dinero cuando se adquiere, por ejemplo, un refresco, que se recupera cuando se devuelve el envase. Y digo "con más morbo" porque, por vez primera, Rezero se sentaba públicamente con Ecoembes para hablar de un SDDR que pronto será una realidad. SDDR llega forzada por el hecho de que España no ha cumplido con los objetivos de recuperación de envases fijados por Europa. Aunque llega tarde, es un éxito colectivo para las entidades ambientalistas que llevamos años contrarrestando el discurso de Ecoembes con datos y demostraciones de alternativas que facilitan la reutilización y el reciclaje eficiente de los envases de bebidas. Con la implementación del SDDR, nuestros municipios dejarán de asumir una responsabilidad y un coste económico que no les correspondía, el de la gestión de unos envases que aumentan año tras año y tienen una composición cada vez más compleja. Ahora, según el principio de la responsabilidad ampliada, tendrán que ser los fabricantes quienes tendrán que articular un sistema de recuperación propio y asumir el coste de gestionar sus productos cuando se convierten en un residuo. Sin embargo, el SDDR se limitará a los envases desechables y dejará fuera a los reutilizables, como el vidrio. La gran pregunta es: ¿por qué? No tenemos la respuesta. Lo que sí sabemos es que sin prevención no habrá futuro.