Escorcoll de un coche a la sede del FCB en el Camp Nou
01/03/2021
3 min

El Barça pasa por uno de los peores momentos de su historia. Los últimos años han estado marcados por una progresiva degradación en todos los campos: en el campo propiamente deportivo, en el terreno económico y en el no menos importante de los valores asociados a la institución. El Barçagate, que ahora irrumpe de nuevo, y de golpe, en plena carrera final de la campaña electoral más atípica que se ha vivido nunca en el club –por cómo se ha llegado a ella y por el contexto de pandemia–, no hace sino reforzar esta caída en picado del prestigio de una entidad salpicada por la corrupción y por el juego sucio en los despachos. Una pésima gestión ha dilapidado los éxitos deportivos y la credibilidad cívica y social. El Barça ha pasado de tocar el cielo a estar inmerso en una profunda y dolorosa crisis. El final de Josep Maria Bartomeu es el final de una época, de una generación de dirigentes que se tenían que comer el mundo y han acabado de la peor manera: la detención del expresidente y de los que fueron sus tres ejecutivos de confianza, interrogados por los Mossos durante toda la jornada bajo la acusación de administración desleal y corrupción entre particulares, ilustra la caída a los infiernos. El Barça está tocando fondo y lo hace coincidiendo con momentos también críticos para la sociedad catalana.

La situación pide, pues, un cambio radical y urgente. A la principal institución deportiva del país, que, como dice el lema, ha sido "más que un club" y que es una marca internacional de gran impacto, le toca más que nunca recomenzar sobre nuevas bases. Con máxima seriedad para recuperar el crédito ciudadano. Con La Masia como faro, había sido un ejemplo a seguir: demostró que se podía estar en la élite profesional internacional trabajando a la vez con el fútbol base. Con el fútbol femenino se hizo una apuesta de cambio generacional y de mentalidad. Con el mantenimiento de las secciones se supo trabajar la identidad plural, con vocación de penetración social. Y con todas estas patas, que eran a la vez deportivas y sociales, se había conectado con un ideario de valores cívicos. Pero todo esto se ha puesto en peligro. En plena deriva especulativa del fútbol mundial, desde la gestión del club se ha jugado con fuego hasta producir un auténtico estropicio, que es económico, sin duda, pero también deportivo y social. El problema de la caja es grave e hipotecará los próximos años del club. Por lo tanto, lo que toca es un equipo directivo que no tenga miedo de arremangarse, de ponerse a trabajar para enlazar con la mejor versión del Barça, cuando a lo largo de la historia ha sabido unir victorias en el terreno de juego con prestigio ciudadano, con sinergias en el mundo educativo, empresarial y social.

En el mundo del deporte profesional no todo tendría que valer. Es evidente que es un entorno poco transparente y democrático. Pero el Barça, en vez de caer en las malas praxis, tendría que querer desmarcarse de ello, tendría que aspirar a ganar jugando limpio. Este es el gran reto del club para la próxima década. Abrir una nueva etapa, aspirar a todo desde una incuestionable visión ética y de excelencia y rigor profesional: liderar un cambio así es lo que puede volver a dar orgullo al club, tanto a sus socios como a sus seguidores. Es lo que puede volver a hacerlo "más que un club".

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