Literatura

Núria Cadenes: "Deshacerte de la mala fama es muy difícil"

Escritora. Publica la novela 'Tiberi Cèsar'

6 min
Núria Cadenas

BarcelonaPara romper con la imagen marmórea que nos ha llegado de Tiberio César y de muchos otros emperadores romanos, Núria Cadenes (Barcelona, 1970) ha tenido durante años en su escritorio varias imágenes de él generadas por inteligencia artificial en las que vuelve a ser un hombre de carne y hueso. En Tiberi Cèsar (Proa), la ambición de la escritora ha sido recuperar su figura "con todas las complejidades y sombras", al tiempo que quiere ponerla en relación con los familiares, parejas, enemigos y con la Roma de la época. La prosa plástica y sinuosa de Cadenes rescata un pedazo de mundo de hace 2.000 años que todavía resuena en la sociedad actual.

Si echamos la vista atrás y repasamos tu trayectoria literaria, nada podía hacer pensar que un buen día dedicaras una novela a un emperador romano. ¿Qué te llevó hasta Tiberio?

— Cada novela responde a una manía y ésta arranca de muy lejos. Tengo una foto del 2014 mirándome un busto de él en Roma. Diría que un punto que une muchos de mis libros es la atracción por la banda oscura, que Víctor Català bautizó como "cuarta banda". Me gustan los personajes oscuros, pero inteligentes. Me interesan literariamente, no a la hora de ir por la vida.

Encontramos esta oscuridad en El banquer (Edicions 1984, 2013), inspirada en el poderoso Joan March.

— La vida no se explica en blancos y negros, y esos personajes complejos, difíciles de entender y retorcidos, tampoco.

Tiberio es uno de ellos.

— Antes de escribir Tiberi Cèsar no entendía al personaje, y quizá me lo puse para intentarlo. Pero no hago novelas para responder a preguntas, sino para exponer interrogantes o posibilidades y con la aspiración de que cada lector coja de este personaje la imagen que pueda hacerse.

Es un personaje con una naturaleza escindida, hijo de Livia Drusila, hijastro de Octavio Augusto, a quien acabó sucediendo contra todo pronóstico. Un amante de la filosofía que terminó siendo un personaje sanguinario, como la mayoría de emperadores.

— De entrada, uno de los puntos que me sublevó más en relación a Tiberio fue la fuerza del rumor. Ha sido una figura vilipendiada y menospreciada a partir, sobre todo, de Vidas de los doce Césares, de Suetonio. Han ido pasando los años, los siglos y los milenios y tanto tiempo después todavía seguimos hablando de los rumores que, malintencionadamente, y por cuestiones políticas, se le asociaron.

Un busto de Tiberio César y la imagen generada a través de inteligencia artificial

Es una figura bastante hermética. En la novela lo describes en el friso del Ara de la Paz Augusta como alguien "que parece completamente aislado del mundo y de la gente que le rodea". Aun así, despierta habladurías de todo tipo.

— Deshacerte de la mala fama es muy difícil. Cuanto más morbosos son los rumores, peor, porque perviven con mayor fuerza. Y si los desmientes, los alimentas.

Personalmente, te tocó convivir, desde muy joven, con una acusación que te llevó a prisión, aunque veinte meses después de ser detenida aún no sabías de qué se te acusaba.

— Somos lo que hacemos, lo que hemos vivido, lo que leemos y comemos. Somos lo que hablamos. Cuantas más cosas vivas, tus experiencias quedarán reflejadas en las obras que hagas. Yo no soy Tiberio, pero siempre que escribo hay cosas de mí que acaban saliendo.

En Guillem (Amsterdam, 2020), que reconstruía el asesinato del joven militante Guillem Agulló, mostrabas cómo la justicia puede convertirse en algo muy diferente.

— Sí, exacto. Es una idea que me ha preocupado desde hace mucho tiempo. Me gusta mirar qué hay debajo de la alfombra, sea durante el imperio romano hace dos milenios, en la Valencia de Guillem Agulló, o en el barrio del Turó de la Peira en 1992, como hice en Secundaris (Comanegra, 2018): en pleno furor olímpico yo me fijaba en la aluminosis y el dolor de la piel y las prisiones.

Tiberi Cèsar está atravesada por citas de algunos de los autores de la colección Bernat Metge. Horacio, Virgilio, Tácito, Homero... ¿Recuerdas cuál fue tu primer contacto con los clásicos? ¿Tenemos que imaginar en casa a tus padres, en el Turó de la Peira, leyendo libros de la Bernat Metge?

— En casa había varios volúmenes de esa colección y ya me llamaban la atención. Más adelante me compré la selección de 50 volúmenes que salió en los kioscos. Es la que permitió que muchos tuviéramos una parte esencial de la Bernat Metge. No hace mucho perdí el volumen de Suetonio donde está la vida de Octavio Augusto y me lo compré de segunda mano. Cuando llegó, era el número 3 de una edición de cien ejemplares. Estas cosas me impresionan.

A veces, leyendo la novela, he pensado que homenajeabas al catalán esplendoroso de algunos de los traductores de la Bernat Metge.

— Las palabras que utilizan y la cadencia de estas traducciones son maravillosas. He intentado dejarme impregnar de la Bernat Metge sin que el resultado pareciera impostado. La novela quiere agradecer el hecho de que nuestra cultura y nuestra lengua cuenten con una institución como esta, que nos ha permitido desde hace un siglo leer los clásicos compulsados con los originales latinos o griegos. En la Bernat Metge hay una voluntad de altura cultural impresionante. Leerla es una forma de decir: los catalanes también estamos en el mundo. Es un espolón para los que escribimos ahora.

En el libro hay fragmentos de un lirismo remarcable, como esas "pequeñas heridas de sangre encendida" que Tiberio y Argyros observan, y que son mariposas revoloteando.

— Muchos textos de Bernat Metge los he leído en voz alta. Y con la novela he seguido el mismo método capítulo a capítulo. Leía en voz alta para ir puliendo el libro, encontrar el tono que buscaba y seguir su música. La literatura son los personajes y lo que explicas, pero también es la cadencia y el ritmo.

Tiberi Cèsar se centra en la dinastía Julia-Claudia. Salen sus emperadores, pero también sus madres, parejas e hijos. También existen rituales y ceremonias, y puntualmente hablas del día a día de ciudadanos corrientes.

— Roma son muchas cosas. Era muy difícil abarcarla toda, pero quería ampliar el campo de visión de lo que hemos leído en algunas novelas históricas. Los aristócratas vivían en un momento concreto, a la vez que convivían con sus antepasados: el tiempo contemporáneo era el tiempo de antes, necesitaban estar a la altura de quienes les habían precedido. De vez en cuando también hago aparecer la plebe. Aunque los aristócratas vivían alejados, a veces una realidad y otra se tocaban.

Esas cuatro páginas sobre el barbero que tiene un ictus son muy buenas.

— Hablo de él y de su mujer, que lo ha acaba cuidando. Dos mil años después todavía nos reconocemos. Nuestra civilización viene de ahí, de Roma y Grecia. Por Pascua nosotros salíamos fuera de la muralla a comer fuera de la ciudad. Los romanos también salían de la ciudad para realizar sus rituales y fiestas. En el libro están las pequeñas cosas y la aspiración a la grandeza.

¿Para alcanzar esta grandeza es inevitable pasar a menudo por la guerra?

Tiberi Cèsar también es un asesino. Puede ordenar matanzas terribles. A veces nos olvidamos de ese lado en nuestro mundo pacificado occidental, pero somos las dos cosas: somos mármol y somos sangre, somos la poesía y la masacre.

Todos los emperadores cargan a muchos muertos. También Augusto, el fundador del imperio.

— Es así, pero Suetonio perdona a Augusto porque funda el imperio, y a los demás, en cambio, Tiberio, Calígula y Claudio, se los carga. Ellos representan la degeneración y decadencia de la estirpe. Suetonio escribe en época de Adriano, para enaltecer su dinastía, la de los antoninos, y para denostar la casa Julia-Claudia.

Las mujeres tienen un papel remarcable, en la novela. Esto tampoco es tan habitual, en la novela histórica, al menos hasta fechas relativamente recientes.

— Hay figuras muy interesantes como la de Livia, alguien que tuvo mucho poder político dentro de los límites en los que se podía mover ella, una mujer inteligente y atrevida que ha pasado a la historia como una especie de bruja de Blancanieves, alguien que se dedicaba a envenenar a la gente.

A Julia, segunda pareja de Tiberio, Octavio Augusto la destierra por su conducta licenciosa.

— Detrás de esa decisión hay también motivos políticos. En Roma, la obsesión por el poder se daba en dos direcciones: por un lado, había una lucha feroz hacia afuera, conquistando, destruyendo y masacrando pueblos enteros; por otro, también se daban luchas internas, dentro de la misma familia o entre los aristócratas.

Tiberio pasó los últimos años de su vida retirado en Capri.

Visto desde fuera, parecía que allí pasara de todo, y los rumores no dejaron de crecer. Mucho tiempo después, cuando se realizaron las excavaciones pertinentes, no se encontró ninguna de las salas de tortura que se suponía que había en la Villa Tiberiana. Aunque la historiografía desmintiera las sospechas, el mal ya había sido hecho.

CUATRO LIBROS DESTACADOS DE LA AUTORA

1.

'Cartes de la presó' (Edicions 3i4, 1990)

Núria Cadenes debutó mientras todavía en prisión con un libro testimonial que incluye algunas de las cartas que escribió privada de libertad, la mayoría dirigidas a su abuela, Maria Domènech.

2.

'L'Ovidi' (Edicions 3i4, 2002)

Instalada en Valencia desde los años 90, Cadenes dedicó una biografía a uno de sus referentes, el cantautor y actor Ovidi Montllor. El libro llegó siete años después de su muerte para reivindicar su vigencia del legado.

3.

'El banquer' (Edicions de 1984, 2013)

Después deEl cielo de los gansos (Columna, 1999) y AZ (3i4, 2009), Cadenas se dejó inspirar por el contrabandista y banquero Joan March, “maldito encantador de serpientes y mentiroso”, como dice uno de los personajes de la novela.

4.

'Guillem' (Amsterdam, 2020)

El asesinato del activista antifascista Guillem Agulló y la causa judicial posterior, llena de deformaciones, motivó una novela de impacto, merecedora del premio Lletra d'Or y adaptada al cine.

stats