Pendientes de la mejora de la espera en las urgencias

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hospital del Mar

La sanidad vive desde hace años en un entorno tensado por los problemas acumulados. Primero fueron los recortes y después la pandemia. También ha habido dos factores de fondo que han influido en ellos: el crecimiento poblacional y el envejecimiento progresivo. Los fondos europeos por la cóvido y los incrementos presupuestarios del Gobierno de los últimos ejercicios han supuesto un alivio, pero la situación todavía pide una imprescindible mejora, necesaria tanto para los profesionales como para los pacientes. Ha habido avances claros, por ejemplo, en las listas de espera: aunque la demanda no deja de crecer, el número de personas que deben esperar más de la cuenta para operarse se ha ido reduciendo de forma sustancial .

En cambio, la mejora en la espera en las urgencias hospitalarias está costando más. Los pacientes de las urgencias de la red pública esperaron de media 62 minutos el pasado año. Pese a reducirse entre dos y cinco minutos respecto al 2022, la espera es muy superior a la que había hace una década. En 2010 era de 40 minutos. En el 2023, algunos hospitales hicieron los deberes mejor que otros: entre los más aplicados se encuentra el Hospital de Bellvitge, y entre los menos, el del Mar. En cualquier caso, en conjunto se sigue por encima de la hora de espera, cuando según la presidenta de la Sociedad Catalana de Medicina de Urgencias y Emergencias, Mireia Puig, "el tiempo de espera idóneo" sería de entre 20 y 30 minutos.

Aparte de cuestiones de mejor o peor gestión en función de los centros, y de que algunos estén sometidos a mayor presión de la demanda ciudadana, entre los factores que dificultan una progresión más rápida a la baja de las colas en urgencias debe el envejecimiento poblacional. Esto provoca mayores ingresos y procesos más lentos de diagnóstico y primera atención. La presión cuantitativa también ha sido relevante. El pasado año las urgencias hospitalarias atendieron a 3,8 millones de pacientes, un 2,2% más que el año anterior. De hecho, el incremento de pacientes ha sido progresivo desde 2010, a razón de un 2,5% anual. Está claro que el contexto es complicado. Pero esto no obsta para que sea necesario poner esfuerzos, recursos y una mejora de la gestión global, no en vano las urgencias dependen mucho de la buena salud de todo el sistema, desde los CAP hasta el funcionamiento interno de los hospitales.

Ahora que entramos en período electoral, sería bueno que la salud se trazara con seriedad, no a golpe de anuncio mediático y milagroso. En el campo de la salud –también en la gestión sanitaria– no existen milagros; sólo trabajo bien hecho, coordinación, fijar bien las prioridades y poner los recursos suficientes, sabiendo que siempre serán limitados. Las urgencias hospitalarias suponen un contacto de impacto en el sistema sanitario en momentos personales críticos. Por eso el sistema se juega tanto en términos de imagen. Conseguir que su funcionamiento sea óptimo reforzaría en gran medida la percepción ciudadana de la sanidad pública catalana, que en conjunto tiene buena nota. Habría que fijar objetivos ambiciosos y poner medios para lograr una rebaja notable de los tiempos de espera en los próximos años.

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